Razón vital y razón poética

José Ortega y Gasset

José Ortega y Gasset (1883-1955) nace en Madrid, en el seno de una familia liberal e ilustrada. La familia materna es propietaria del periódico El Imparcial, del que su padre es director. Estudió Derecho en Deusto y Filosofía en Madrid, completando su formación en universidades alemanas. Obtiene la cátedra de Metafísica en la Universidad Central. Funda el diario El Sol en 1917 y la Revista de Occidente en 1923, que desde sus primeros números se caracterizó por ser una publicación abierta a las corrientes más innovadoras dentro del pensamiento y la creación artística y literaria. Las ideas políticas de Ortega fueron contrarias a la dictadura de Primo de Rivera (1923-1930), lo que le llevó a dimitir de su cátedra. Continuará sus clases en el teatro Rex y más tarde en el Infanta Beatriz. En la Segunda República funda, junto a Marañón y Pérez de Ayala, la "Agrupación al servicio de la República" (1931) y llegará a ser diputado por León y Jaén. Al comenzar la guerra civil en 1936 se exilia. Viaja y da cursos en París, Holanda y Argentina, donde vive hasta 1942, año en que se traslada a Portugal. En 1945 vuelve a España. Apartado de la cátedra, fundará el Instituto de Humanidades, donde volverá a ejercer su función de magisterio. Su labor de profesor repercute en la filosofía española del exilio, pues muchos de los filósofos exiliados fueron sus discípulos. Entre sus obras destacan: ¿Qué es filosofía?, La rebelión de las masas (1929-1938) o El tema de nuestro tiempo (1923).

Contexto e influencias. La obra de Ortega se inserta en una sensibilidad filosófica que, a principios del siglo XX, se caracterizó por la crítica al racionalismo antivitalista y el deseo de elaborar un pensamiento en el que se funden razón y vida. Autores como Klages y Spengler, ente otros, se propusieron dicha tarea. Es precisamente en el intento de superar la tradicional escisión entre razón y vida donde el pensamiento de Ortega tiene su mayor originalidad, habiendo sido capaz de articular elementos provenientes del pensamiento de:

Nietzsche, con quien comparte la noción de vida como realidad radical y las ideas de proyecto y de la vida como creación de sí misma.

- La fenomenología de Husserl, con su 'vuelta a las cosas mismas' y la noción del 'mundo de la vida'.

Heidegger y el existencialismo en general, la idea de un ser humano 'arrojado al mundo', como un ser inacabado, con su vida por hacer, y que además tiene consciencia de dicho inacabamiento, frente al objeto o el ser en sí, completo, que nos hace tomar conciencia de que nunca seremos igual, algo completo, algo 'en sí', por mucho que lo intentemos. Eso nos descubre la experiencia de la nada (la náusea en Sartre o la angustia en Heidegger).

  • Dilthey y el historicismo alemán en general.

Etapas: Objetivismo, perspectivismo y raciovitalismo

En el pensamiento de Ortega podemos distinguir tres etapas. La primera es llamada objetivismo (1902-1914), la segunda es el perspectivismo (1914-1923) y la tercera y más importante, es el raciovitalismo. En nuestro tema, dentro del problema del conocimiento, nos detendremos brevemente en la primera etapa, después, aunque las separaremos, pueden exponerse juntas las segunda y la tercera, pues el raciovitalismo no sería más que una culminación o ampliación del perspectivismo.

I. Objetivismo

Esta etapa comenzó en 1902 y terminó con la publicación de su primer libro, Meditaciones del Quijote. En esa época difunde sus ideas a través de artículos publicados en la prensa, usando un lenguaje sencillo y sin tecnicismos filosóficos. Ortega comparte con otros pensadores españoles la preocupación por el atraso económico y cultural de España y cree que para superar ese estado de postración es necesaria una mayor integración dentro de la cultura científica y filosófica de Europa. En esta línea, su 'objetivismo' se caracteriza por el afán de contrastar con las cosas (o hechos) cualquier aspecto de nuestra actividad práctica o teórica. El objetivismo busca el desarrollo de un espíritu crítico y la eliminación de los prejuicios. Supone sistematicidad, racionalidad y precisión (especialmente la terminológica) y valora el proceder metódico. Hay que abandonar el subjetivismo, que es una fuente de errores. Para ello podemos fijarnos en el método de Descartes o en el rigor empírico de los empiristas ingleses y el positivismo en general. Es importante la observación, pero las cosas no nos hablan por sí mismas, para enfrentarnos a ellas es necesario disponer de una teoría que nos permita pensarlas. Nuestros conocimientos no deben estar sueltos, inconexos, debemos intentar estructurarlos dentro de un sistema. Y si elaborar un sistema no es siempre posible, Ortega afirma que, al menos, es necesaria cierta voluntad de sistema.

II. Circunstancia y perspectiva

En esta época estarían obras como las Meditaciones del Quijote, El espectador o España invertebrada. Elabora su teoría del circunstancialismo, fundamental en el desarrollo de su pensamiento posterior.

La vida como realidad radical. Todos los sistemas de la tradición filosófica occidental parten de una realidad radical a partir de la cual elaboran sus teorías: las cosas o el yo. Ortega propone una realidad radical diferente: no acepta partir de las cosas (no son independientes de mí, siempre las encuentro conmigo y cualquier afirmación que haga de las cosas en sí es teoría y no realidad radical), ni tampoco acepta partir del yo, como hace el idealismo. Es cierto que me encuentro siempre en mi realidad, pero eso no significa que me encuentre solo, siempre hay cosas en mi vida aunque no sean siempre las mismas. Por tanto, la idea de un yo solitario y pensante independiente, al estilo de la res cogitans de Descartes es también pura teoría, y no una realidad radical.

Frente a las cosas del realismo y el 'yo' del idealismo, para Ortega la vida es la realidad radical. Esa radicalidad proviene de que tanto las cosas como el 'yo' encuentran su explicación y su sentido en la propia vida, están 'radicados' en ella: «Mi vida no es mía, sino que yo soy de ella». Esto supone una primacía de la vida sobre las demás realidades: la vida vale por sí misma y todo lo demás vale por ella o a través de ella. Eso sí, siendo una realidad distinta de las cosas y el 'yo', la vida consiste sobre todo en la interacción entre ambas.

La vida no es una cosa, es lo que yo hago junto con las cosas que me rodean, que forman parte de mi circunstancia y en este trato con las cosas dejamos nuestra impronta, nuestro estilo, somos. Para Ortega la verdadera realidad está en el yo con las cosas, que no son de por sí nada acabado e independiente. Al contrario, se trata de realidades dependientes en su constitución y desarrollo. Esta relación mutua del sujeto y del objeto se da en la vida y, por ello, ésta es el fundamento de toda realidad. Así, la vida se constituye como la realidad radical.

Características. Ortega estudiará algunas de las características fundamentales que definen la vida: (1) La vida es autoconciencia de vivir, es saberse viviendo, saberse como conciencia. (2) La vida es también encontrarse en una circunstancia, que es la mutua relación entre mi vida y mi mundo. (3) Vivir es algo imprevisto, no se da la elección de vivir aquí y ahora, por eso (4) la vida es también un problema, es algo que nos hace dudar, algo ante lo cual debe surgir una decisión personal, hay una indeterminación esencial en ella. (5) La vida es causa sui, causa de sí misma. No se nos da hecha, debe hacerse a sí misma. La decisión personal viene guiada por un proyecto, la vida la va fabricando uno mismo, es libertad y  pre-ocupación: debemos elegir lo que vamos  a hacer antes de hacerlo. Por último, relacionado con ese proyecto, (5) la vida es temporalidad, es futuro permanente pues se vive para y hacia él.

Las circunstancias. Ortega parte de la idea de que la vida es anterior a toda teoría, a todo conocimiento. Es lo que nos queda cuando eliminamos toda teoría. No se trata de la vida como concepto abstracto, sino la vida de cada uno, nuestra propia vida, con todo lo que conlleva y, muy particularmente, con las circunstancias que la rodean y determinan. Ortega formula su conocida frase «yo soy yo y mi circunstancia y si no la salvo a ella no me salvo yo». En esa realidad primaria que es la vida se distinguen el 'yo' y las 'circunstancias', pero no como realidades independientes. Solamente son reales en cuanto que se oponen y complementan entre sí.

Las pequeñas circunstancias. Ortega reconoce dos tipos de circunstancias. Por un lado están las 'grandes' circunstancias, las que nos impone nuestra tradición cultural. El pensamiento judeocristiano, la filosofía griega, el mundo globalizado son, por ejemplo, algunas de esas circunstancias con mayúsculas. Pero también son importantes las pequeñas circunstancias, las concretas de cada uno. Esas son las que confieren sentido a nuestra vida particular. La reflexión filosófica no puede dejar de lado ningún detalle de la realidad, por nimio que sea. Eso acerca a Ortega a corrientes filosóficas como la fenomenología o el existencialismo. Su punto de partida son las cosas más próximas, para luego ocuparse de las que se nos presentan como más lejanas.

La vida como proyecto. La vida no es algo hecho. Nos encontramos permanentemente haciéndola. La vida «da mucho que hacer», dice Ortega, es pura dinamicidad, devenir, estamos constantemente siendo y dejando de ser. Vivir es hacer cosas, y todo hacer lleva consigo un porqué y un para qué, una pretensión, un proyecto vital. Las cosas que nos rodean nos facilitan o dificultan este proyecto vital. Vivir es elegir entre un número finito (pero no escaso) de posibilidades. Las posibilidades que me presenta mi circunstancia. Vivir es elegir, es responsabilidad, somos forzosamente libres, estamos condenados, a ser libres. Nuestra vida no está hecha, hacerla es la tarea que todos tenemos. Este tener que construirnos nos exige múltiples elecciones y debemos justificar cada una de ellas. Por eso para Ortega la vida es intrínsecamente moral, es responsabilidad, hacerse cargo de la circunstancia, radicalizar la circunstancia.

Estamos en el mundo, pero el mundo es 'mi' mundo, las cosas en que me ocupo, las cosas de las que me preocupo. Preocuparse por las cosas es utilizar, manejar y gestionar las cosas que encuentro en mi proyecto. El yo no es un ser aislado, se encuentra rodeado de cosas. El término cosa se refiere a todo: objetos, personas, instituciones, el pasado histórico, mi cuerpo... todo lo que se halla en unas determinadas circunstancias. El yo no es una cosa, es el que se encuentra en sus circunstancias y desde ella tiene que hacer su vida. La circunstancia es posibilidad y límite.

Unificación de perspectivas. Si nos enfrentamos al mundo desde nuestra circunstancia, será desde esa perspectiva concreta desde la que lo veremos. El perspectivismo es una posición que supera la oposición entre relativismo y racionalismo.

- Para los relativistas, el permanente cambio de las cosas y las múltiples y contradictorias opiniones sobre la realidad son prueba de que la verdad no existe, o de que no es posible conocerla. 

- Para los racionalistas, la relación con la verdad supone una única perspectiva, intemporal y válida para todos, una única verdad. Sin embargo, que el racionalismo tenga distintas respuestas ante los mismos problemas refuerza la postura del escéptico. El racionalismo surge de la aspiración humana a relacionarse con la verdad más allá de toda variación de las cosas, del intento de encontrar gracias a la razón una —única— perspectiva sobre la realidad que sea válida para todo ser humano y toda época. Con ello se pierden los matices de la realidad y de la vida. Más allá de las diferencias que existen entre las personas, parece sugerirse que hay una especie de sujeto abstracto común a todos.

Ortega asume del relativismo que hay una realidad múltiple y que son posibles diferentes perspectivas, pero también asume del racionalismo que entre las diversas perspectivas se puede lograr cierta unificación por medio de un principio rector. Ese principio rector es el reconocimiento de que las diferentes perspectivas no son mutuamente excluyentes. En cada una de ellas hay algo de verdad y, según vamos unificando diferentes perspectivas, logramos también aproximarnos a la verdad.

Cada individuo tiene una perspectiva, una verdad propia. Cada una de las perspectivas sería una verdad individual, las perspectivas no pueden ser tomadas como verdades absolutas, pero podrán unirse con las de otros formando perspectivas más amplias y verdaderas.  En cualquier caso, nunca se llegaría a una verdad absoluta pues esto implicaría la suma de todas las perspectivas pasadas, presentes y futuras. Para Ortega, lo que nos permite captar fielmente la realidad es el ser  conscientes de nuestro punto de vista propio y consecuentes con él. La verdad estará en saber dar cuenta de la realidad desde la perspectiva vital en la que estamos situados, aunque haya que procurar que las perspectivas se complementen, pues lo contrario sería caer en el relativismo. Integrando las visiones se logra la visión de la realidad, se logra la objetividad sobre la realidad.

Ortega no quiere caer en la postura escéptica ni en la racionalista. La solución es la complementariedad de perspectivas, porque, como nos indica en El tema de nuestro tiempo:

Esto es lo que no puede ser: ni el absolutismo racionalista que salva la razón nulifica la vida ni el relativismo que salva la vida evaporando la razón.

Ortega considera que al aceptar que hay otros puntos de de vista diferentes al nuestro nos vemos obligados a reconocer al otro como un valor en sí, en cuanto sujeto elaborador de una perspectiva. El valor del otro radica en su desacuerdo conmigo, muestra de su autonomía. Todo ello nos lleva a adoptar una actitud de tolerancia frente a las ideas de los demás. Pero la tolerancia no supone que debamos renunciar a nuestras propias ideas, ni  a convencer a los demás de nuestras razones.

Realismo e idealismo. Ortega hará una crítica a las dos grandes formas de hacer filosofía que habrían dominado durante siglos:

  1. El realismo, que sería la filosofía anterior a Descartes, en la cual la realidad es comprendida como el conjunto de las 'cosas' que existen, independientemente del sujeto. Esta realidad es algo acabado, estático, y se explica con los conceptos de 'esencia' o 'sustancia'. En el realismo, el sujeto es una cosa más, siendo el yo absorbido por el mundo. 
  2. El idealismo, para Ortega es la filosofía que surge con Descartes. Con el idealismo, el conocimiento de la realidad se fundamenta en el sujeto, sobre el pensamiento, llegando a afirmar que todas las realidades no son sino ideas del sujeto. En el idealismo ocurre lo contrario que en el realismo, las cosas son así absorbidas por el yo, lo cual también se conoce como subjetivismo. Además, este sujeto sería, a su vez, una sustancia estática que no evoluciona con el tiempo.

La técnica. En relación con la idea de proyecto es preciso mencionar la obra Meditaciones sobre la técnica. La técnica permitió la progresiva transformación de la vida en proyecto. La apertura del hombre al mundo, el modo en que se relaciona con él es un modo abierto, no determinado por completo, como  en los animales. Así, no solo la vida está por hacer, sino que el propio mundo está por hacer, mediante la técnica. El ser humano no tiene un nicho ecológico dado, tiene que elegir. Se trata de un animal simbólico, su relación con el mundo es mediada por el lenguaje y los símbolos. Compara su ideal con lo real y su vida se transforma en proyecto, no se conforma con la mera supervivencia y busca el bienestar. Además es consciente de su proyecto, tiene autoconciencia, capacidad de ensimismamiento y conciencia de  la propia muerte, que convierte el propio proyecto en único e irrepetible. Por eso es capaz de sentir compasión y accede a la moral.

Se puede hablar de tres momentos fundamentales en el desarrollo técnico y su evolución. (1) La técnica del azar, propia del hombre primitivo, accesible a todos los miembros de la comunidad y con un fuerte componente natural ya que el propio sujeto no reconoce su invención como ajena a la propia naturaleza, sino que la confunde con los propios actos naturales. (2) La técnica del artesano en la antigüedad y a la Edad Media: si bien los desarrollos técnicos son todavía propiedad de la comunidad, existe ya un grupo social específico, los artesanos, que dedica su labor a ciertas técnicas generalmente tradicionales, huyendo de la novedad. (3) La técnica dominada por la figura social del técnico, donde surge la máquina (importante para distinguir entre el técnico, el artesano y el obrero). La máquina se convierte en el elemento fundamental de la producción industrial y el hombre pasa a una labor secundaria de suplemento de las propias máquinas.

La técnica viene determinada por un deseo infinito de bienestar. El programa vital que empuja a la técnica es pretécnico. Lo que inventa el hombre no es la técnica, por así decirlo, sino que a través de ésta el ser humano se inventa a sí mismo. La técnica es el medio para inventar la vida. El ser humano se diferencia del resto de los seres vivos en no tener un mundo fijo, un entorno y, por eso necesitar construirse, inventar su propia vida. La técnica juega un papel fundamental, ya que gracias a ella superamos la esfera natural, se va más allá de la de la adaptación al medio, pasando a la esfera de la vida, la de la adaptación del medio al propio ser humano y a su voluntad.

III. Raciovitalismo

La formulación del raciovitalismo supone la conclusión de su proceso de elaboración teórica. La oposición entre razón y vida fue un tema habitual en el pensamiento de finales del siglo XIX y principios del XX. Pensadores como Nietzsche, Bergson, Spengler y Unamuno habrían tratado este tema.

Ortega considera que la razón no debe sustituir a la vida, si consideramos  a la razón como la razón que solamente se ocupa de lo inmóvil, de lo invariable y lo universal. Esta razón no puede hacerse cargo de la vida, pues la vida es individual, temporal y en permanente cambio. Desde la perspectiva de la vida, el racionalismo no es justificable. Por eso, algunas filosofías vitalistas adoptaron una posición irracionalista. La postura de Ortega podría resumirse así: Ni razón pura ni irracionalismo. Ni racionalismo ni vitalismo, sino un pensamiento que aúne razón y vida.

Para Ortega, el esfuerzo de Sócrates y sus sucesores por encontrar las esencias (conceptos, definiciones) y fundar la lógica fue un gran logro del pensamiento occidental, pero con el paso del tiempo nos ha conducido al intelectualismo de una razón abstracta y estéril.

En El tema de nuestro tiempo Ortega señala que fue Sócrates es el primero en darse cuenta de que la razón es un nuevo universo, más perfecto y superior al que espontáneamente hallamos en torno nuestro. Las cosas visibles y tangibles varían sin cesar, aparecen y se consumen, se transforman las unas en las otras. En nuestro mundo interior ocurre lo mismo: los deseos cambian y se contradicen, el dolor se convierte en placer y al revés, el placer en dolor. Ni lo que nos rodea ni lo que somos por dentro nos ofrece un punto seguro donde asentar nuestra mente. Sócrates se fijó en los conceptos puros, lo que luego vendrían a ser las ideas platónicas, como si fuesen seres inmutables, perfectos, exactos, que entran en relación unos con otros sin turbarse jamás, ni padecer vacilaciones. Sus relaciones mutuas son inmutables, como ellos. Eso es lo que sostiene la invariabilidad de las matemáticas, por ejemplo. Sócrates y Platón creyeron que habían hallado la verdadera realidad, frente a la cual, la otra, la de la vida, queda automáticamente descalificada. La misión del ser humano sería sustituir lo espontáneo por lo racional, desalojar la vida espontánea para suplantarla con la pura razón. Ortega reconoce que esa actitud fue fecunda en su día, pero que conlleva un error que se arrastró en los siglos posteriores: la razón pura no puede suplantar la vida. Frente a la espontaneidad de la vida, la cultura del intelecto abstracto no es otra vida que se baste a sí misma, que sea capaz de suplantar a la 'original'. Al contrario, la vida de la razón tiene que apoyarse en esa original, siempre depende de ella. Sócrates descubrió el punto donde comienza el poder de la razón, Ortega se sitúa en el punto en el que éste termina: con Ortega, a través de la racionalidad hemos vuelto a descubrir la espontaneidad. El objetivo de nuestro tiempo consiste en someter la razón a la vitalidad, encontrar la razón dentro de lo biológico, supeditarla a lo espontáneo. Hay que invertir la relación y mostrar que es la cultura, la razón, el arte, la ética, quienes han de servir a la vida que parecía tener que acomodarse a esos imperativos de la razón.

Razón vital. La razón 'pura' debe ser sustituida por la razón vital. Su misión será dar cuenta de la realidad radical que es la vida. Vivir supone tener inexorablemente que razonar ante nuestra circunstancia, ante la realidad que nos rodea, ante la vida. Como hemos visto, nuestra vida no está hecha, tarea nuestra es hacerla y, para ello, tenemos que elegir permanentemente entre las posibilidades que se nos presentan, esto es la razón. La vida humana es sustancialmente razón, pero razón vital. De esta forma, la vida es primordial pero también lo será la razón, pues es la única que puede clarificar la propia vida. Surge así el raciovitalismo, donde la razón no es algo que esté fuera o antes de la vida, algo que existe de forma abstracta, 'pura' o 'a priori', sino que se encuentra en la vida concreta de cada uno. Se trata, por tanto, de una razón vital y personal, pero inmersa en una determinada realidad social e histórica. La razón vital se realiza en y desde la vida del ser humano, es siempre concreta y, por lo tanto, es siempre razón histórica.

Para comprender a una persona tenemos que saber su pasado, lo que ha ido eligiendo ante diversas circunstancias y su proyecto vital. El ser humano no es una realidad individual, vive en una sociedad determinada y en un momento histórico concreto en el que está de alguna manera presente la historia pasada. La historia es un elemento de nuestra circunstancia. Solamente podemos dar razón de lo humano teniendo en cuenta el pasado: la razón vital es el razón histórica, pues histórica es la vida humana. El pasado se ha incorporado a nuestro ser y por ello solo la razón histórica puede hacer comprensible nuestra vida. No tenemos naturaleza, tenemos historia. Razón vital y razón histórica no son pues dos razones distintas. Esta razón asume a la vida como temporalidad y, en consecuencia, comprende la realidad en su devenir. La razón histórica o vital no acepta nada como un hecho fijo, sino que estudia el proceso de la realidad mediante esquemas intelectuales, categorías y conceptos que van cambiando y modificándose con la vida misma. Por ello, ella misma es algo móvil, igual que la realidad que trata de conocer, siendo un proceso que nunca acaba.

Ideas y creencias. La razón vital es la única que nos permite hacernos cargo de la vida, saber a qué atenernos. Hay dos conceptos que Ortega utiliza frecuentemente a este respecto, y a cuyo estudio dedicó el libro Ideas y creencias.

Comencemos con un las creencias. Al salir de casa camino al instituto, suponemos que el suelo de la calle soportará nuestro peso. No pensamos en ello, pero nos comportamos como si lo supiéramos. Si se nos hace reflexionar sobre ello, entonces lo pensamos y contestamos que consideramos que el suelo soportará nuestro peso. Antes de pensar en algo, ciertos pensamientos son creencias, después de pensar ya son ideas. Las creencias son interpretaciones del mundo y nosotros mismos que no están en la conciencia, no las pensamos, no las tenemos, sino que 'las somos'. Nuestras creencias son esas cosas que nos parece innecesario discutir. Las ideas son los pensamientos que tenemos, los contenidos conscientes de nuestro pensar, objetos a los que examinamos y analizamos. Las creencias pueden pasar a ser ideas, como en el ejemplo del suelo. Pero Ortega considera que lo fundamental de la vida de cada persona es el conjunto de sus creencias. En algunas ocasiones la vida es problemática y la tenemos que plantear conscientemente como un problema, tomamos conciencia de ella transformándola en ideas. Pero la vida pertenece a las creencias, porque las creencias son lo espontáneo, porque la vida es duda y la duda pertenece a las creencias. De la duda solamente se sale con las ideas, generando ideas que posteriormente pasen a creencias o que queden como simples ideas. Así, la razón realiza la función de superar las dudas que la vida nos presenta en el campo de las creencias, de esa manera permite que la vida se conserve. La razón vital permite explicar la evolución de la vida de cada persona esclareciendo el paso de unas dudas a unas ideas y de éstas a creencias, que pasan a ser la nueva vida, lo que somos, que supera las anteriores dudas.

Política y sociedad

La vida es individual, pero los otros forman parte de ella. Otras personas forman parte de nuestra circunstancia, y yo formo parte de la suya. Vivir es convivir. La convivencia es la relación de individuos y en ella se da el amor, la amistad, etc. La convivencia es un punto intermedio entre el individuo y la sociedad: estamos en relación unos con otros pero no en tanto individuos concretos, sino en cuento somos "cualquiera". Lo social tiene su manifestación primaria en los usos, que son lo que se hace, se dice, se cree. Las acciones que realizamos debido a los usos no son elegidas por nosotros, simplemente las hacemos porque los otros las hacen y porque, de no hacerlo, la sociedad ejercería represalias sobre nosotros. Los usos tienen tres funciones: nos permiten prever la conducta de los demás que no conocemos, suponen una herencia social del pasado que nos sitúa la altura de los tiempos, los usos automatizan una parte de nuestra vida, lo que nos permite libertad para la originalidad y libertad en la otra parte de nuestra vida.

Las generaciones. Para Ortega, la historia se puede analizar en relación con las generaciones. En su teoría de las generaciones, Ortega asume que en toda sociedad humana conviven distintas generaciones (son contemporáneas). Cuando los presupuestos teóricos de antiguas y nuevas generaciones son compatibles, la sociedad se desarrolla sin sobresaltos; cuando, sin embargo, hay una ruptura entre una y otra, surge la crisis social. En cada momento histórico coexisten tres generaciones: la emergente, la que está en plenitud y la que se va retirando de la escena poco a poco. De esta división nace el histórico conflicto generacional. Las ideas y las creencias de cada generación son diferentes. Permite que se produzcan los cambios históricos. Naturalmente no todas las generaciones serán iguales: unas serán creativas e innovadoras y otras pasarán desapercibidas, unas estarán fuertemente enfrentadas a la anterior y otras no

Los ‘coetáneos’ son los individuos que pertenecen a la misma generación y que, por ello, se caracterizan por poseer múltiples afinidades que les hacen reconocibles a pesar de sus divergencias. Son grupos de edades de unos quince años de duración que comparten ideas, creencias y valores. Los caracteres propios de cada generación se deben a que todos sus miembros participan de una herencia común. Que los componentes de una generación tengan muchas cosas en común no significa que no tengan discusiones entre sí. Pero estas discusiones serán como discusiones de familia, cada generación tendrá sus propias discusiones, diferentes de las de otras generaciones.

Las élites y la masa. Se trata de un aspecto controvertido de la filosofía orteguiana. En La rebelión de las masas, Ortega señala que los hombres se dividen en hombre masa y en minoría selecta. En toda sociedad existe la masa y la minoría selecta, una elite. No se trata de una división de acuerdo al puesto social que se ocupa sino de acuerdo a una forma de ser y actuar en la vida.

El hombre masa es el que se encuentra satisfecho de sí mismo creyéndose completo moral e intelectualmente y, por eso, actúa como el niño mimado que pretende que todo esté para él sin exigirse nada. El hombre masa siente una radical ilimitación de sus deseos; todo lo tiene por posible hacedero. Por otra parte, ignora lo que han costado esas técnicas que encuentra al alcance de su mano y supone sin más que han brotado por generación espontánea; por eso siente ingratitud hacia todo lo que se le ofrece. El hombre masa es heredero de un pasado espléndido y se ha criado como un niño al que se consiente todo y para el que no hay más que derechos. El alma de la masa de hoy puede entenderse como la psicología del niño mimado.

Frente al hombre masa está la minoría selecta, formada por quienes se exigen a sí mismos más que a los demás y viven su vida buscando alcanzar ese desarrollo máximo ateniéndose a deberes y trabajo vital. El hombre masa no siente la constricción por ninguna, ni considera a nadie superior a él. En cambio, el hombre excelente está de continua apelando a normas superiores a él, que quiere servir libremente. Ya se ha dicho que el hombre excelente, el auténtico aristócrata, se exige mucho  así mismo, en tanto que el vulgar no sólo no se exige nada, sino que está encantado consigo mismo por ser lo que es. El problema, para Ortega, es que el hombre masa gobierna la sociedad, sin atender a la minoría selecta, imponiendo su capricho uniformador y poco respetuoso con la auténtica libertad individual.

El Estado tiene la función de poner orden, de reprimir los elementos antisociales de la sociedad. Es el Estado es ejercicio de la violencia, su ausencia supone una violencia infinitamente mayor. La elite tendría que ser quien dirige la sociedad, quien ordena y manda a la masa. Pero cuando la masa olvida su función de ser mandada y dirigida, y desea gobernar, se produce el fenómeno que Ortega estudia en La rebelión de las masas, al que considera como un mal. Una sociedad que no quiera regresar a la barbarie, debe tener una elite que proporcione a la masa un quehacer y llene su existencia. Cuando la masa carece de ese grupo dirigente impone su voluntad y cae en la indisciplina.

La nación. La nación no se define por referencia al territorio, el idioma o la raza. se define por ser un proyecto común. Las gentes no viven juntas porque sí, eso solamente se da en la familia. Quienes viven juntos en una nación es porque tienen un proyecto de vida en común y cuando este proyecto no existe surgen fuerzas disolventes.

María Zambrano

María Zambrano fue una filósofa española que se destacó por su pensamiento poético y existencial, influenciado por la fenomenología y el existencialismo. Zambrano se exilió durante la Guerra Civil y este hecho marcó su pensamiento filosófico. Según ella, todos los seres humanos experimentan un exilio interior, una sensación de no pertenecer a un lugar o de estar fuera de sí mismos.

La conciencia como apertura al mundo: razón poética

Verdad y sentido. Para Zambrano, la filosofía tiene como objetivo buscar la verdad y el sentido de las cosas, y esta búsqueda se hace desde una perspectiva poética y existencial.

Razón poética. Zambrano sostiene que la conciencia no es algo que se tenga, sino que es una apertura al mundo, una forma de relación con la realidad que nos rodea. La persona se revela a sí misma y es como el lugar desde el cual la realidad se revela. Desde esta base, propone una razón poética que incorpora la emoción y la intuición en el proceso de conocimiento. Se trata de llegar a una forma de razonamiento que va más allá de la lógica y la razón discursiva, una forma de razonar que involucra la sensibilidad, la intuición, la imaginación y la emoción. Eso nos permitiría acceder a una comprensión más profunda y rica de la realidad. La razón poética es una forma de conocimiento que se basa en la experiencia, la sensibilidad y la capacidad de sentir y percibir la realidad de una manera más profunda y compleja, por lo que es necesaria para comprender ciertas dimensiones de la realidad que no pueden ser captadas por la razón lógica y analítica. En Filosofía y poesía aparece su más completa reflexión sobre el lugar de estos dos discursos que se han enfrentado históricamente.

La poesía. La razón poética no se limita a la poesía, pero ésta se plantea como algo que va más allá del mero placer estético que nos produce. La poesía se convierte en una forma de conocimiento que nos permite descubrir nuevos significados, perspectivas y dimensiones de la realidad que no pueden ser captadas por la razón discursiva. La poesía nos permite ir más allá de la simple descripción de la realidad, conduciéndonos a un nivel más profundo de comprensión y apreciación de la misma. Filosofía y poesía tienen conciencia de su mutua insuficiencia, y Zambrano reafirma su preferencia por el decir poético y su compromiso con la utopía de la palabra originaria (entiende por utopía la belleza irrenunciable).

La palabra originaria. La búsqueda del «logos oculto» o de las razones seminales se inicia desde una atención a ese carácter verdadero de las palabras, ya sean de revelación, poesía o metafísica. Una atención radicalmente artística, un empeño por descifrar o perseguir la huella dejada por una forma de existencia realizada desde el convencimiento de que el hombre ha gozado de una vida diferente.

El arte y la poesía encuentran su raíz en esta convicción y en la nostalgia de ese tiempo perdido. La poesía es, para María Zambrano, el discurso que mantiene vivo esa ansia de reconciliación, el afán de tener lo que nunca se tuvo. La poesía recubre la angustia que precede a la creación.

La poesía no es la resignación o el anhelo de lo venidero, sino la unidad presente y encargada:

  • El logos de la poesía es de un consumo inmediato, cotidiano; «desciende a diario sobre la vida, tan a diario que, a veces, se confunde con ella». La poesía está diferenciada de la inmovilidad filosófica, de su disposición en un lugar al que hay que acceder. La poesía se entrega como un don. También como una perdición, como una embriaguez infernal que sólo se da en quien está definitivamente desesperado, sumido en la angustia*. La vida del poeta, afirma María Zambrano, es necesariamente errabunda, puro soportar la intensidad y el desvanecerse del instante, gozoso aferrarse a la dispersión.

La poesía y el cuerpo. El filósofo olvida la posibilidad de vivir según la carne, ésta es la forma más contundente de perversión del logos que contiene la poesía, aquí radica su inmortalidad. La vida según la carne escapa a las peripecias del alma platónica, pero no por ello recae en un elemental apego a la propia carne, sino que retoma la ardua forma del amor platónico, al saber como preparación o manera de morir; así, la poesía es, según María Zambrano, vivir en la carne, adentrándose en ella, sabiendo de su angustia y de su muerte.

El sueño poético. Una pregunta que con insistencia atraviesa los textos de María Zambrano es la de su sueño poético: «¿No será posible que algún día afortunado la poesía recoja todo lo que la filosofía sabe, todo lo que aprendió en su alejamiento y en su duda, para fijar lúcidamente y para siempre su sueño?». El sueño poético surge del drama de la cultura moderna: la falta inicial de contacto entre la verdad de la razón y la vida. En el despliegue filosófico de la razón ha crecido paralelamente la desesperación de la verdad y la rebeldía de la vida.

La violencia «reformadora» de la razón filosófica ha exigido, en respuesta, la emergencia de la otra razón que pretende que vida y verdad se entiendan sin humillación.

  • La confesión es uno de los géneros literarios en los que la vida toma la palabra, revela una tensión temporal.
  • Paradójicamente, el tiempo real que actualiza la confesión es la promesa de otro tiempo diferente del presente que nos angustia, es una manifestación de los anhelos que también se encuentran ocultos en el arte y la filosofía.
  • María Zambrano ofrece una caracterización para este tiempo real que nos relaciona con otra temporalidad: ese tiempo mediador es el tiempo de la memoria, el ir y venir a rescatar lo que yace en el olvido.
  • El pensar puro receptivo termina mostrándose como un saber sobre el tiempo.
  • La razón seminal retrocede a los orígenes. En esta iniciación a lo originario, la belleza se dispone como un signo, una presencia que resplandece

Para Zambrano, la filosofía es un diálogo que se establece con otros filósofos, con la sociedad y con uno mismo, y es a través de este diálogo que se construye el pensamiento filosófico.