Jean-Jacques Rousseau

Vida y obra

Filósofo suizo, nació en Ginebra en 1712. Es, junto a Voltaire y Montesquieu, una de las máximas figuras de la Ilustración francesa. Sin embargo, aunque compartió con los ilustrados el propósito de superar el oscurantismo de los siglos precedentes, la obra de Rousseau se muestra tremendamente crítica con la idea ilustrada de progreso. Rousseau aportó obras fundamentales a la teorización del deísmo (la 'Profesión de fe del vicario saboyano' dentro del Emilio), la creación de la pedagogía moderna (Emilio), la crítica del absolutismo (Discurso sobre el origen y el fundamento de la desigualdad entre los hombresEl contrato social), la controversia sobre el sentido del progreso humano (Discurso sobre las ciencias y las artes), el auge de la novela sentimental (Julia o la nueva Eloísa) y el desarrollo del género autobiográfico (Confesiones). En suma, Rousseau abordó los grandes temas de su época y participó activamente en todos los debates intelectuales que apasionaron al siglo. Sus ideas políticas y sociales preludiaron la Revolución Francesa, pero su sensibilidad literaria también se sitúa entre los precursores del romanticismo. Al tiempo que es un hombre representativo de la ideología ilustrada (con sus presupuestos basados en la razón, la naturaleza, la tolerancia y la libertad), Rousseau va más allá de la misma en muchos aspectos.

Su madre murió nueve días después del parto y Rousseau fue criado por su tía materna y por su padre, un modesto relojero. Sin apenas educación, trabajó como aprendiz con un notario y un grabador, un hombre «zafio y violento» cuyos malos tratos le empujaron a abandonar Ginebra en 1728. Fue acogido bajo la protección de la baronesa de Warens, de la que se convertiría en amante, instalándose en la residencia de ésta en Chambéry, momento en el que inició un período de intenso estudio autodidacta. En 1742 puso fin a esa etapa, que más tarde evocó como la única feliz de su vida, y partió hacia París, donde presentó a la Academia de la Ciencias un nuevo sistema de notación musical con el que esperaba alcanzar una fama que, sin embargo, tardó en llegar. Pasó un año (1743-1744) como secretario del embajador francés en Venecia, pero un enfrentamiento con éste determinó su regreso a París, donde en 1745 inició una relación con una sirvienta, Thérèse Levasseur (con quien en 1768 finge una boda tras haber tenido con ella cinco hijos, todos ellos depositados en el hospicio). Rousseau trabó amistad con los ilustrados y fue invitado a contribuir con artículos de música a la Enciclopedia de D'Alembert y Diderot. Diderot le animó a presentarse en 1750 al concurso convocado por la Academia de Dijon, la cual otorgó el primer premio a su Discurso sobre las ciencias y las artes [DCA], que marcó el inicio de su fama.

Discurso sobre las ciencias y las artes. Este expresa su reticencia frente al optimismo racionalista que creía ciegamente en el progreso de la civilización. Rousseau se aleja del pensamiento ilustrado al quitar importancia al avance de las ciencias y dar mayor valor a las facultades volitivas que a la razón. Señaló la incongruencia que suponía denominar progreso humano a lo que era un mero desarrollo tecnológico, viendo la unilateralidad del progreso técnico y material en detrimento del moral y cultural. Pese al avance en el dominio de la naturaleza y al aumento del patrimonio artístico, Rousseau concluye que la civilización no ha hecho al hombre más libre, más feliz ni más bondadoso.

Pueblos: sabed de una vez para siempre que la naturaleza ha querido preservarnos de la ciencia como una madre arranca un arma peligrosa de manos de su hijo. | DCA, p. 43. Ed. Aguilar.

Discurso sobre la desigualdad. En 1754 volvió a Ginebra y retornó al protestantismo para recuperar sus derechos como ciudadano ginebrino. Apareció entonces su Discurso sobre el origen y el fundamento de la desigualdad entre los hombres [DD], escrito para el concurso de 1755 de la Academia de Dijon. Rousseau se opuso de nuevo a la concepción ilustrada del progreso, considerando que los hombres en estado natural son por definición inocentes y felices, y que son la cultura y la civilización las que imponen la desigualdad entre ellos (en especial a partir del establecimiento de la propiedad) y acarrean la infelicidad.

En esta obra se propuso dilucidar los efectos de la organización social sobre la naturaleza humana. Si antes ya había teorizado sobre la bondad natural del hombre y el efecto corruptor de la sociedad, ahora pasó a desarrollar la idea del buen salvaje. En el estado de naturaleza primitivo no existían entre los humanos desigualdades relevantes (sólo las derivadas de la biología) y los hombres no eran ni buenos ni malos, sino simplemente "amorales". Una serie de causas externas empujaron a los hombres a agruparse y prestarse ayuda mutua para determinadas empresas, y en el transcurso de esa asociación nacieron las pasiones que transformaron su espíritu.

En 1756 se instaló en la residencia de su amiga Madame d'Épinay, en Montmorency. Allí redactó Julia o La nueva Eloísa (1761), novela sentimental inspirada en su pasión —no correspondida— por la cuñada de Madame d'Épinay.

Aunque no es posible contraponer una Ilustración de la razón y otra del sentimiento (pues entre los fenómenos característicos de las Luces se encuentran la exaltación de la naturaleza, la revolución de la afectividad o el triunfo de la privacidad) no cabe duda de que el énfasis rousseauniano en la reivindicación del sentimiento frente a la razón, la idealización arcádica de la naturaleza y la indagación obstinada en el secreto reducto de la intimidad son elementos que preludian la aparición del clima espiritual del romanticismo del principios del siglo XIX.

El contrato social. Pese a su visión crítica, Rousseau no defendía la abolición de la propiedad privada, a la que consideraba un hecho irreversible, sino que apuntaba hacia la mejora de la situación a través del perfeccionamiento de la organización política. Como diagnóstico del origen de la injusticia social y la infelicidad, sus Discursos tienen su necesario complemento en otra de sus obras fundamentales, El contrato social [CS] (1762), con su propuesta de una nueva sociedad fundada sobre un pacto libremente aceptado por los individuos, de los que emana una voluntad general que se expresa en la ley y que concilia la libertad individual con un orden social justo. Rousseau intenta articular la integración de los individuos en la comunidad sugiriendo que las aspiraciones individuales de libertad han de venir garantizadas por un contrato social que suponga la entrega total de cada individuo a la comunidad, pero de manera que su sumisión al orden social lo libere de la sumisión que tiene respecto de otros ciudadanos y de su egoísmo particular. La voluntad general señala el acuerdo de las distintas voluntades particulares, por lo que en ella se expresa la racionalidad que les es común, de modo que aquella dependencia se convierte en la auténtica realización de la libertad del individuo, en cuanto ser racional.

El Emilio. La bondad del hombre en un ideal estado de naturaleza es la base de una obra destinada a inaugurar la pedagogía moderna: Emilio (1762). La labor educativa ha de llevarse a cabo al margen de la sociedad y de sus instituciones y no consiste en imponer normas o dirigir aprendizajes, sino en impulsar el desarrollo de las inclinaciones espontáneas del niño, facilitando su contacto con la naturaleza, que es sabia y formativa por sí misma. Dicha obra, por su contenido crítico frente a la religión, le valió la condena inmediata de las autoridades parisinas y provocó su huida a Neuchâtel, donde surgieron de nuevo conflictos con las autoridades locales, por lo que, en 1766, aceptó la invitación de Hume para refugiarse en Inglaterra. No fue un encuentro afortunado, al año siguiente Rousseau regresó al continente convencido de que Hume tan sólo pretendía difamarlo. Desde entonces Rousseau cambió sin cesar de residencia, acosado por una manía persecutoria que lo llevó finalmente de regreso a París en 1770, donde transcurrieron los últimos años de su vida, en los que redactó sus escritos autobiográficos.

Escritos biográficos. Sus Confesiones (publicadas póstumamente en 1782 y 1789) representan, en un siglo inclinado a la autobiografía, un ejemplo excepcional de introspección personal y de exhibición extrema de la propia intimidad. No es extraño que la muerte le sorprendiera meditando en la soledad de los jardines del castillo de Ermenonville, donde le había invitado el marqués de Girardin, mientras se entregaba al ilustrado placer de la herborización, tal como lo había descrito en Las ensoñaciones del paseante solitario, otra obra autobiográfica publicada también póstumamente en 1782.

Rousseau y la Ilustración

La obra de Rousseau se sitúa dentro del marco general del pensamiento ilustrado. La Ilustración no fue solo un movimiento filosófico, pues también tuvo repercusiones en los terrenos de la política, la literatura, el arte o la religión. Su principal objetivo fue difundir las "luces" de la razón frente al dogmatismo, la superstición o el fanatismo. Por este motivo, el siglo XVIII recibe el nombre genérico de "Siglo de la razón".

Durante la Edad Media, la autoridad política y la legitimidad del gobierno estaban fuertemente influenciadas por la teología y la filosofía aristotélica y tomista. La Iglesia Católica tenía un papel central en la sociedad y en la legitimación del poder político. La teoría política estaba imbuida de la idea de que el orden social y político emanaba de la divinidad, y los monarcas a menudo reclamaban la legitimidad de su gobierno basándose en la voluntad divina. Esto comenzó a cambiar en el Renacimiento, momento en el que resurgió el interés por las obras clásicas de la antigüedad grecolatina. Este redescubrimiento, junto con otros factores socioeconómicos, condujo a un cuestionamiento de la autoridad tradicional y a la gradual revisión de las ideas políticas.

Los ilustrados tienen conciencia clara de que se está produciendo una transformación total de las ideas. Aparece una nueva forma de racionalidad y una nueva concepción de la naturaleza. De aquí surge una gran confianza en el progreso. En consecuencia, se renuevan también las esperanzas de una transformación social. La Ilustración crea un nuevo modelo de racionalidad, en claro contraste con la racionalidad cartesiana:

Razón empírica y analítica. Descartes había propuesto como modelo de racionalidad la razón matemática, una razón deductiva (a partir de principios generales considerados como ideas innatas) y sistemática (todas las ciencias comparten un método). Los ilustrados dejan de lado este modelo y asumen el de la razón empírica y analítica, cuyos inspiradores son Locke y Newton. Se parte de la experiencia: la sensación es el origen de todo conocimiento (sensismo) y la nueva lógica es la lógica de los hechos. Los principios se encuentran al final, tras una larga labor de experimentación, de observación de la realidad. Newton había procedido así al preconizar el método experimental, y al negarse a "fingir hipótesis". Así, la racionalidad del siglo XVIII es más modesta que la del siglo anterior. La razón ya no es posesión de la verdad (en los primeros principios), sino una búsqueda nunca del todo acabada, y, por tanto, actividad inquisitiva. De ahí la insaciable curiosidad de los ilustrados. Condillac, en su Lógica, indica que el análisis es el método que surge de la naturaleza misma del hombre. Si abrimos la ventana para contemplar un paisaje, una rápida mirada de conjunto (síntesis) no nos bastará: deberemos observar los objetos uno por uno (análisis) y luego relacionarlos entre sí. Si éste es el método 'natural' de contemplar, lo mismo debe hacer la razón. El método analítico se aplica a todos los campos: Condillac lo aplica a la psicología, descubriendo la sensación como el último componente de los contenidos psíquicos; Montesquieu al estudio de la sociedad y el Estado, intentando descubrir las fuerzas que los constituyen; Helvetius a la moral, investigando las raíces últimas del comportamiento moral, etc. Con frecuencia se añade el método genético de Hobbes que consiste en describir cómo de los componentes que descubre el análisis se engendra el todo (conocimiento, sociedad, actividad moral).

Razón crítica. La actitud crítica es una característica común a los ilustrados. Está presente tanto en los empiristas (como Hume) como en los filósofos franceses, y culminará en las tres Críticas de Kant. La crítica de la propia razón conduce a fijar los límites de la propia capacidad de conocimiento. Los racionalistas no habían hecho esta crítica, asumieron dogmáticamente el poder ilimitado de la razón. Serán los empiristas los que vaciarán a la razón de todo contenido trascendente (ideas innatas, iluminación divina), reduciéndola al nivel de una simple 'herramienta' que actúa y debe actuar dentro de los límites de la experiencia sensible. Para los ilustrados, la sensación también será el límite del conocimiento, aunque den gran importancia a las pasiones o sentimientos, que son el impulso anímico que mueve nuestra vida. La razón parece tener raíces irracionales: sin los impulsos y las pasiones la razón no se sentiría movida a crear sus mejores obras. Además, hay aspectos del ser humano, como la moral, que no pueden justificarse por la sola razón sino que hay que recurrir a los sentimientos, instintos o hábitos (recuérdese el emotivismo moral de Hume).

Razón autónoma. Por otro lado, aparece una crítica a la tradición, que se considera llena de errores y supersticiones. La crítica se hará mediante un estudio histórico de los orígenes de las ideas recibidas (Bayle y Voltaire, por ejemplo). Esta crítica no se limita a las ideas, sino que también afecta a las instituciones: religión, Iglesia, sociedad, Estado, educación, derecho, etc. Al rechazar la guía de la tradición, la razón, aun reconociendo sus propios límites, es la única guía del hombre. Es una razón que se considera liberada de toda tutela exterior, de toda autoridad, especialmente de la religión. Ahora es la razón la que juzga sobre el valor de la religión (deísmo). La razón se ha secularizado, se ha desprendido de todo lo sagrado y se ha mundanizado o naturalizado.

La Ilustración es la salida del hombre de su autoculpable minoría de edad. La minoría de edad significa la incapacidad de servirse de su entendimiento si la guía de otro. Uno mismo es culpable de esta minoría de edad cuando la causa de ella no reside en la carencia de entendimiento, sino en la falta de decisión y valor para servirse por sí mismo de él sin la guía de otro. Sapere aude! ¡Ten valor de servirte de tu propio entendimiento!, he aquí el lema de la Ilustración. | Kant, ¿Qué es la Ilustración?

Rousseau ilustrado. Por un lado, Rousseau cuestionó el optimismo de las Luces: la perfección del estado de naturaleza frente a la corrupción de la sociedad chocaba con la confianza en el progreso de los ilustrados. La idealización del buen salvaje se enfrentaba a la visión negativa de lo primitivo de los economistas burgueses, que aspiraban a encontrar los medios para el desarrollo material de la humanidad. Además, el énfasis sobre el sentimiento y la voluntad podía mermar la confianza ilustrada en el imperio de la razón. Por otro lado, sus propuestas políticas no sólo desbarataban las ilusiones puestas en el reformismo benévolo de los déspotas ilustrados, sino que ofrecían un modo alternativo de organización social y lanzaban una clara consigna contra el absolutismo de derecho divino al defender la soberanía nacional y la voluntad general de la comunidad de los ciudadanos. Así, Rousseau se situó en la encrucijada de la Ilustración, alimentando al mismo tiempo las corrientes subterráneas que inspiraron el prerromanticismo (con  el avance del irracionalismo, la exacerbación del sentimentalismo, el auge de los nacionalismos y la revalorización de las oscuras edades medievales) y las fuentes doctrinales de donde brotará pujante la Revolución. La dualidad de la figura y la obra de Rousseau no pasó desapercibida a sus coetáneos, como demuestran las palabras de Goethe: «Con Voltaire termina un mundo, con Rousseau comienza otro».

Naturaleza, ser humano y política

¿Cómo puede ser la razón la guía suprema del hombre si, según el principio empirista, se encuentra vacía de contenidos y carece de reglas propias? La autonomía de la razón significa que rechaza toda tutela, pero necesitaría un punto de referencia, algo a lo que recurrir como fundamento. Este fundamento será la naturaleza.

La tradición cartesiana aún pervive en Francia, aunque la tendencia general en Europa es la de asumir las consecuencias que se derivan del empirismo y pragmatismo ingleses. La actitud newtoniana es la de no presuponer hipótesis innecesarias, aunque aceptaba una primera causa que 'no es mecánica':

Algunos filósofos han imaginado hipótesis para explicar mecánicamente todas las cosas, y relegan a la metafísica las demás causas. Sin embargo, el objetivo básico de la filosofía natural es argumentar a partir de los fenómenos, sin imaginar hipótesis, y deducir las causas a partir de los efectos, hasta alcanzar la primerísima causa, que, ciertamente, no es mecánica. | Óptica, 28

Los científicos del XVIII suelen creer que es posible prescindir de Dios para explicar el mundo. Laplace, por ejemplo, con su teoría de la nebulosa como origen del sistema solar. Del mismo modo que había proclamado la autonomía de la razón. La ciencia ilustrada proclama la autonomía del mundo respecto a Dios. Dicho esto, es posible distinguir dos tipos de concepciones de la naturaleza entre los ilustrados franceses:

  • (a) Materialismo. Reconoce su deuda con Descartes y su mecanicismo: todo se explica por el movimiento de partículas materiales. El movimiento no requiere una causa trascendente ni se orienta a ninguna finalidad. Se debe simplemente a causas físicas (choques, atracciones) regidas por leyes necesarias. El fundador de este materialismo es La Mettrie (El hombre máquina, 1748), aunque su exposición más completa es la de Holbach (Sistema de la naturaleza, 1770). Con ello se niega la inmortalidad y espiritualidad del alma y la existencia de Dios. Pero el materialismo tiene un fin ético y social: la naturaleza debe ser la única guía del hombre. La religión se considera enemiga de la naturaleza (a la que sustituye por Dios, introduciendo) la superstición y la violencia.
  • (b) Naturalismo. Un problema muy debatido por la ciencia en los siglos XVI y XVII fue el del concepto de 'fuerza'. El mecanicismo no habla de las fuerzas que pueden ejercerse a voluntad, sino de movimientos, de cosas que están en movimiento y que empujan y meven otras cosas. El naturalismo introduce las fuerzas en la materia, llegando a sugerir que puede tratarse de fuerzas vivas, es decir, no mecánicas. Maupertuis mezcla ideas de Newton y Leibniz y considera que los átomos materiales son semejantes a las mónadas leibnicianas: están animados y poseen alguna forma de conciencia. El naturalismo francés se inspira, sobre todo, en Buffon, que se negó a aceptar el sistema de clasificación de Linneo y emplea un sistema natural de clasificación, que intenta captar la infinita variedad de la Naturaleza y expresar la continuidad de unas especies a otras a través de grados intermedios. Anticipa, incluso, la teoría de la evolución, indicando que todas las especies podrían proceder de una sola. Además, no admite que los organismo sean máquinas, y aventura la hipótesis de que se componen no de átomos inertes, sino de moléculas orgánicas vivas (anticipación de la teoría celular). Las ideas de Buffon fueron recogidas por Diderot, quien da una visión de la naturaleza en su Interpretación de la naturaleza dinámica, evolucionista y que considera a ésta como un gran animal, compuesto por animales, también compuestos de partículas vivas.

La propuesta de Rousseau contrasta con las anteriores. La desarrollaremos en tres apartados: estado de naturaleza, estado social y contrato social.

I. El estado de naturaleza

¿Pero cuál es la concepción de la naturaleza en Rousseau? Los filósofos materialistas y naturalistas consideran que la naturaleza es el marco último de referencia. Niegan lo sobrenatural. Hasta la propia religión se convierte en una religión 'natural'. Pero el concepto de naturaleza es en sí mismo ambiguo: puede ser el universo, la naturaleza humana en su aspecto racional o instintivo, o incluso el supuesto estado primitivo en que vivió el ser humano. Esta última es la concepción más propia de Rousseau.

La naturaleza, para Rousseau, es la idea que permite oponer un hipotético ser humano natural frente al hombre social actual. Ese estado de naturaleza sería la hipotética situación original en la que el ser humano vivía en armonía con el medio y con el resto de seres humanos. Es un estado teóricamente anterior al estado presente de la humanidad, es un estado asocial, una condición que ya no existe y que quizá no existió jamás, pero la utilizamos como una idea que construimos y que nos sirve para juzgar bien acerca de nuestro estado presente. Para Rousseau, ese estado encierra la esencia misma del ser humano. Y tiene una visión optimista del mismo, por lo que será uno de los autores que contribuyeron a definir lo que se conoce como el 'mito del buen salvaje'.

En el estado de naturaleza todos los seres humanos son libres e iguales, pacíficos. No es una sociedad organizada, no puede decirse que haya ni familias o uniones estables. Se caracteriza así por un marcado individualismo que, no obstante, no implicaría ninguna lucha de intereses o fuente de conflictos, pues cada uno estaría guiado siempre por un sano amor hacia sí mismo y su propia situación y la soledad se entendería como un privilegio. Es un estado de felicidad natural, pero no absolutamente ideal: es una situación cercana a la vida animal. Cada cual estaría limitado a sus puras sensaciones y viviría para satisfacer sus necesidades. «Los únicos bienes que reconoce en el universo son el alimento, la hembra y el sueño; y los únicos males, el dolor y el hambre» [DD]. Es por eso que, pese a la felicidad natural que reina en ese estado hay algo que el ser humano no alcanza, hay aspiraciones que no son alcanzables en ese estado.

El 'estado de naturaleza' es un concepto teórico que sienta las bases para criticar las injusticias de su época, para advertir sobre la corrupción reinante y desenmascarar el desorden de la sociedad civil. Partiendo de un estadio primitivo e idílico, organizado primero en torno a la familia y más tarde por la comunidad (a la que inspiraba la solidaridad y guiaba la costumbre y no la ley, repartiéndose el fruto de la caza), llegó a determinar el momento de la ruptura: el desarrollo de la agricultura y la minería y la subsiguiente aparición de la propiedad privada y la acumulación de riquezas en manos de unos pocos. Este proceso prosigue necesariamente con la aparición de la servidumbre, ya que los desposeídos deben ofrecer su trabajo a cambio de la protección o la ayuda de los poderosos. Los abusos propiciaron la desconfianza mutua y la necesidad de prevenir el crimen, por lo que se hizo necesaria la instauración de un gobierno y la promulgación de leyes para la protección de la propiedad privada. Si hasta aquí el esbozo de esta evolución no era nuevo (ya había sido apuntado por Locke), la originalidad consistía en matizar que el proceso se había operado en defensa de la propiedad de los ricos. Ahí estaba el carácter revolucionario de su hipótesis.

Ese estado de naturaleza anterior al estado presente de la humanidad, es un estado asocial, presentaría, entre otras, las siguientes características:

  1. Existe en él la posibilidad de satisfacer todas las necesidades materiales.
  2. Los hombres son todos iguales en él, tanto en derechos naturales como en cuanto a que son libres.
  3. La libertad es un sentimiento interior prerracional (anterior a la razón). Lo que distingue a los hombres de los animales (más que la razón) es la capacidad de actuar libremente.
  4. El hombre que vive en el estado de naturaleza es un ser prerracional, sin lenguaje ni pensamiento, un animal presocial (no posee sociabilidad natural), solitario, animado por su amor propio, feliz y bueno, que busca la conservación de su propia vida y es compasivo por naturaleza. 
  5. El hombre en este estado lleva a cabo una existencia pacífica y solitaria. Esta idea se basa en la mito del 'buen salvaje' cuyas características son: inocencia natural, ausencia de moral, bondad innata e igualdad.

II. El estado social

Para Rousseau hay una diferencia fundamental entre el hombre natural y el social. El hombre en estado de naturaleza, antes de vivir en sociedad, era un hombre bueno y feliz, independiente en relación a los otros hombres y con un egoísmo no negativo. El 'buen salvaje' se caracterizaba por un sano amor hacia sí que no implicaba buscar el mal de los otros, hacia los cuales sentía ante todo compasión. En este estado natural, el hombre mantenía unos sentimientos puros, no coartados o envenenados por el prejuicio social, y una relación directa con la naturaleza.

El hombre social es aquel que vive en un estado de sociedad o cultural. Este estado ya no es hipotético, sino real, coincide con la situación que conocemos, una situación en la que el hombre no es un ser feliz y bueno al moverse por un egoísmo malsano que le hace buscar su propio interés en detrimento del de los otros seres humanos. Para Rousseau, la cultura y el progreso no han hecho al hombre más feliz ni bueno, no son elementos emancipadores, como creían la mayoría de los pensadores de la Ilustración, sino que lo han hecho más desigual, injusto y, además, profundamente infeliz. La sociedad y la cultura han corrompido a los hombres.

Dos revoluciones. El paso del estado de naturaleza al estado social no es fácil de describir, pero se entiende que tiene que ver con el desarrollo de las facultades racionales para gozar de mayor bienestar y afrontar necesidades que en ciertos momentos pueden estar insatisfechas. La sociedad surge progresivamente, no bruscamente, a lo largo de un proceso gradual en el que interviene una multitud de factores. Pero en ocasiones Rousseau habla de dos 'revoluciones' para describir el paso del estado de naturaleza al social. En la primera tendríamos:

  • Aparece el primer lenguaje. Se crean instrumentos rudimentarios y se domina el fuego.
  • Las dificultades y catástrofes de la naturaleza fueron el origen de unas incipientes relaciones sociales.  
  • Familia y primeros sentimientos.
  • Se reúnen y celebran fiestas.
  • Aparecen las primeras desigualdades.
  • Surge el amor propio y con él los vicios (vanidad, desprecio, injuria, deberes).
  • Se dan los primeros litigios y con éstos una primitiva justicia.

En la segunda 'revolución' aparecen las primeras relaciones de dependencia económica tras desarrollarse la metalurgia, la agricultura y, sobre todo, la propiedad. Hay un incremento de las desigualdades y la ambición y llega la guerra de 'todos contra todos'.

La propiedad privada y el pacto social. En todo este proceso hay un factor clave: la propiedad privada. El estado social estado surge cuando los ricos quieren asegurarse sus propiedades y "obligan" a pactar a los pobres para que al menos puedan conservar lo poco que tienen. Es decir, aparece cuando se establece el derecho a la propiedad y la autoridad para salvaguardarlo. El fundador del estado social fue aquel que primero dijo "esto es mío", tras haber cercado un terreno y tras lo cual el resto le creyeron.

El pacto o contrato de asociación que se produce tras esto establece leyes cuyo fin es el de asegurar los derechos y propiedades de todos. Pero, según Rousseau, esto es falso porque se parte de la desigualdad entre pobres y ricos: los hombres se unen,  pero el orden común que se funda en última instancia solo defiende los intereses de los ricos. Primero se establece la propiedad privada y luego el pacto que mantiene la desigualdad. El resultado es que el pacto incrementa las desigualdades. Esto produjo un permanente enfrentamiento social donde lo que primaba era el egoísmo y no la cooperación, pues el deseo era poseer más. En última instancia este proceso hace que las sociedades terminen por entrar en guerra.

Así, el hombre natural se transforma en un ser humano alienado (pierde lo más propio de sí mismo, de su identidad, las características que le son propias y que para Rousseau son las del estado natural) al convertirse en un instrumento y una mercancía sin poder de decisión.

Para Rousseau el origen del mal en la sociedad es la desigualdad que surge de la propiedad privada. La sociedad es injusta y, además, impide la realización plena de los seres humanos. En ella el hombre pierde felicidad, libertad y bondad progresivamente. La sociedad corrompe al hombre, por eso Rousseau cree que es necesario el regreso a una sociedad en la que el hombre vuelva a recuperar su esencia original. Pero Rousseau es consciente de que no se trata de volver a un estado primitivo (que ni siquiera se puede demostrar que existió) sino de analizar la sociedad, las causas de la infelicidad y el egoísmo, para proponer una reforma radical de la misma, de forma que sea posible una comunidad que haga felices a los hombres. Para ello propone dos pasos: (1) situar el origen del mal social; y (2) una serie de reformas para transformar la sociedad.

III. El contrato social

Rousseau se enfrenta a la idea ilustrada de progreso y a la fe ciega en el mismo. El desarrollo de las ciencias había propiciado un dominio de la naturaleza que condujo al ser humano a un clima de optimismo generalizado. Pero Rousseau se pregunta si, además de ese progreso científico y técnico, el hombre ha evolucionado en el plano moral y político. Su respuesta será un no rotundo. Lo mismo ocurre con los avances culturales, que conducen a un ser humano "desnaturalizado", que ya no responde de sí mismo, sino que depende de la opinión de los demás y vive entregado a la apariencia, ocultando su verdadero ser, buscando bienes materiales para encontrar la paz, odiando el presente y proyectándose hacia un futuro, en el que espera encontrar la solución a todos los males. Al ver esta esperanza frustrada se entrega al tedio y la añoranza del pasado. Bajo una máscara de apariencias se oculta una guerra despiadada en la cual la solidaridad no tiene cabida. La sociedad no hace al hombre mejor, le hace perder lo mejor de sí mismo.

Ante ello, la propuesta de Rousseau se presenta bajo el nombre de lo que se conoce como «contrato social». Se trata de una especie de contrato cuya finalidad es la de devolver al hombre a lo bueno que tenía el estado de naturaleza  sin que por ello deba dejar de pertenecer la comunidad:

Una forma de asociación...mediante la cual cada uno, al unirse a todos, no obedezca, sin embargo, más que a sí mismo, y queda tan libre como antes. | CS I, VI.

Sería un pacto social justo, donde se pueda armonizar libertad, igualdad y poder político. Se manifiesta como un acuerdo o convenio concertado (decidido conjuntamente) entre los miembros de la comunidad, cuya finalidad es aunar las voluntades para el mayor bien del hombre y su conservación.

  1. Es un contrato entre la comunidad y el individuo y viceversa. Cada asociado se une a todos, no se une a nadie en particular. El poder político resulta de un contrato de asociación basado en la  noción de voluntad general. Entrego mi soberanía a la comunidad, pero yo soy parte de esa comunidad, conservo, por tanto, mi libertad y  mi soberanía (mi poder de decisión).
  2. Lo que con el contrato pierde el hombre de libertad, lo ve compensado con la protección que recibe del establecimiento de leyes en el estado civil.
  3. Este pacto crea la voluntad general, que es la expresión de la soberanía popular, la voluntad de la mayoría a la que debe someterse todo individuo particular. Esa voluntad no es arbitraria (tiende a la igualdad) y no es la suma de las voluntades egoístas particulares (el 'voto' se realiza en función de lo que es mejor para la comunidad). La 'voluntad de todos' es la suma de intereses egoístas, pero la voluntad general es la del sujeto colectivo que persigue un bien común compartido por todos los individuos. El individuo renuncia así a su egoísmo individual para someterse de forma voluntaria y libre a las leyes que emanan de la voluntad general, sabiendo que son buenas para todos. No se renuncia a la libertad, el Estado respeta los derechos de los individuos garantizado una sociedad en la que el egoísmo propio no conduce a nadie a poner sus intereses en contra de los de la comunidad.
  4. El contrato social sería el medio para defender a cada individuo de la posibilidad de ser avasallado por la fuerza de los demás, ya que en un estado pre-social se encuentra solo frente a las circunstancias y los eventuales enemigos.
  5. Surge así la soberanía (autoridad suprema del poder público en la que reside el poder político) que la ostenta el pueblo y es inalienable (no se delega, nadie puede renunciar a su soberanía en beneficio de otro miembro) e indivisible (no hay separación de poderes, teoría que redefinirá Montesquieu). La soberanía se fundamenta en el consentimiento de las voluntades de los individuos (voluntad general).

Con ello Rousseau cree establecer las bases de la soberanía popular, la cual también implica que al producirse ese contrato con la comunidad los individuos de alguna manera también pactan consigo mismos, comprometiéndose a cumplir las leyes sin por ello tener que renunciar a su libertad individual. Al obedecer a la voluntad general uno no se obedece más que a sí mismo. De esta forma, según Rousseau, los hombres entrar en un nuevo estado que no es social (donde prima el interés egoísta) ni natural (donde no se disfrutaba de lo bueno del estado social). Este nuevo estado consiste en una sociedad racional y libre en la que se erradicará el mal moral y la injusticia, permitiendo así que todos los seres humanos puedan alcanzar su felicidad y plena realización.

Problemas. En este sistema político existe el peligro de corrupción que se produce cuando la voluntad particular se impone a la general. Rousseau propone dos medidas para evitar que esto ocurra: Celebrar asambleas frecuentes y limitar el tiempo y representación del gobierno. Pero... ¿Lo que es bueno para la sociedad es siempre bueno para mí? ¿La voluntad general puede equivocarse? ¿Ha de tener poder absoluto? ¿Podrían los hombres cometer atrocidades en nombre de la voluntad general? ¿Qué ocurre con la opinión de las minorías? ¿Se puede dar una tiranía de la mayoría?

IV. El papel de la educación

Para que el hombre recupere su identidad, el camino es individual a través de la educación que forma ciudadanos libres, dueños de sus destinos y poseedores de la soberanía propia de la transformación de la sociedad con el contrato social. El modelo educativo que Rousseau defiende en el Emilio busca conservar y promover la curiosidad natural de los niños. «Todo es perfecto cuando deja las manos del creador de todo, todo degenera en las manos del hombre», escribe.  Con preguntas y respuestas el educador intentará mantener despierta la curiosidad, sin satisfacerla nunca por completo. Rousseau señala que « la ignorancia nunca ha hecho mal a nadie, sólo el error es funesto, nadie se extravía por no saber, sino porque cree saber».