René Descartes

VIDA Y OBRA

Descartes nació el 31 de marzo de 1596 en La Haye de Touraine (cerca de Tours, actualmente Ville de Descartes). Entre 1606 y 1614 estudió en el famoso colegio jesuita de La Flèche, donde pronto comenzó a cuestionar el pensamiento clásico y a sentirse atraído por la seguridad y certeza de las matemáticas. En 1616 obtiene la licenciatura en Derecho en Poitiers. El 10 de noviembre de 1619 (época en la que era soldado) tuvo un triple sueño que le encaminó hacia el estudio. En dicho sueño tuvo la intuición de que entre el orden del mundo y el de las matemáticas existe un acuerdo fundamental. A partir de 1620 realiza un gran viaje por diversos lugares de Europa, y luego vive en París durante unos años, antes de establecer su residencia en Holanda, lugar en el que halló la paz que buscaba para desarrollar su proyecto intelectual. Tras negarse a publicar su Tratado del mundo y de la luz al conocer los problemas que tuvo Galileo con la Inquisición, en 1637 se decide a publicar tres tratados científicos junto con el Discurso del método [DM], que será una de sus obras más célebres. Las Meditaciones metafísicas [MM], publicadas en 1641, suponen la consolidación de su prestigio filosófico. Descartes leyó mucho, porque 'conversar con los hombres antiguos es casi lo mismo que viajar' [DM, I], pero también viajó mucho, con el fin de conocer 'el gran libro del mundo' [DM, I]. Dedicado a una vida de estudio, la reina Cristina de Suecia le hizo llamar a Estocolmo para que le diera clases de filosofía. Allí murió el 11 de febrero de 1650. Otra obra importante son las Reglas para la dirección del espíritu [R].

Contexto filosófico

El siglo XVII es un momento clave de la historia de la filosofía. Es el inicio de una nueva era, la filosofía moderna, una época marcada por el definitivo declive de la escolástica. Se distinguen dos corrientes principales: el empirismo inglés y el racionalismo continental. Se considera que Descartes es el fundador del racionalismo, corriente que pone a la razón como base fundamental del conocimiento. Además de Descartes, son racionalistas Malebranche, Spinoza y Leibniz. A finales del XVII el empirismo emerge con John Locke, siendo continuado en el XVIII por Berkeley y, especialmente, por Hume.

Con Descartes comienza una filosofía que encuentra que la propia conciencia es un momento esencial de la verdad, un momento fundacional de la razón, la culminación de una interioridad que se afirma y se hace fuerte, relegando a segundo plano la fe y rechazando por ilegítima la validez de la autoridad teológica. Descartes inaugura una nueva época que se caracteriza por la autonomía de la filosofía y de la razón. Si el problema de la autonomía de la razón era una cuestión crucial para los pensadores medievales (especialmente a partir del averroísmo), nunca llegó el pensamiento medieval a afirmar la autonomía de la razón, que siempre quedó supeditada a la autoridad de la fe religiosa. La autonomía de la razón defendida por la filosofía moderna implica que su ejercicio no venga coartado o regulado por ninguna instancia exterior o ajena a la razón misma, ya sea la tradición, la autoridad o la fe religiosa. Implica que la razón es el principio y el tribunal supremo a quien corresponde juzgar acerca de lo verdadero y lo conveniente, tanto en el ámbito del conocimiento teórico (científico) como en el de la moral y la política (conocimiento práctico).

La afirmación de la autonomía de la razón no es exclusiva del racionalismo sino de todo el pensamiento moderno. Un rasgo esencial de la filosofía moderna es que su surgimiento está en estrecha conexión con el triunfo de la ciencia moderna (la revolución científica del Renacimiento) donde las matemáticas y la cuantificación jugaban un papel esencial.

El racionalismo

Descartes ha pasado a la historia como el padre de la filosofía moderna al situar al sujeto en el centro de la reflexión filosófica. Si en la filosofía antigua y medieval la preocupación fundamental era conocer la realidad (el objeto de conocimiento) y el ser que la crea y culmina (Dios), en la filosofía moderna lo fundamental será el sujeto que conoce la realidad. En relación con ello podemos señalar las características principales del racionalismo:

  • Confianza absoluta en la razón a la hora de desentrañar los misterios del hombre y la realidad, como única vía segura de conocimiento. La razón es capaz de fundamentar todo el conocimiento al hallar dentro de sí las verdades innatas que son la base o puerta de acceso al resto de verdades sobre el mundo.
  • Esas ideas y principios son innatos porque el entendimiento o razón los posee de por sí, al margen de toda experiencia sensible.
  • El conocimiento acerca de la realidad puede ser construido deductivamente a partir de ideas y principios evidentes.
  • El origen y fuente de conocimiento, es la razón, no la experiencia. Pero también los límites del conocimiento vendrían dados por los límites de la propia razón humana.
  • Se desconfía de los sentidos, pues considera que podemos ser engañados por «experiencia ingenua», mientras que no nos equivocamos cuando se siguen los principios de la razón.
  • El mundo tiene una estructura racional (matemática, por ejemplo). Dios ha creado el mundo empleando un lenguaje racional.
  • La razón es la base común compartida por todas las ciencias. En el racionalismo la razón se constituye en el principio supremo y único en que se fundamenta el saber.
  • Intuición y deducción. Las matemáticas son el paradigma ideal de saber. Por eso se defiende el método deductivo en filosofía: a partir de una primera verdad objeto de intuición (o evidencia), se deducen todos los conocimientos. La razón se puede caracterizar por referencia a estos dos modos básicos de proceder: (a) intuición, que es la consideración de algo con absoluta certeza (un axioma, por ejemplo, del tipo «todos los ángulos rectos son iguales»), y (b) deducción, que implica encontrar los conocimientos ciertos que se derivan de las primeras certezas a través de pasos sucesivos igual de evidentes. Veremos cómo se recogen estos modos esenciales dentro del propio método cartesiano.

El proyecto de Descartes

A Descartes le decepciona la enseñanza recibida en La Flèche. La filosofía aprendida a base de resúmenes y comentarios de la obra de Aristóteles le parece insuficiente. Además, le sorprende que, habiendo sido cultivada por las mentes más lúcidas, no haya apenas ninguna cuestión en la que exista un consenso, nada que no fuera objeto de disputa, nada que no sea dudoso. Podría pensarse que en las ciencias particulares puede encontrarse algún conocimiento firme, pero Descartes señala que como las ciencias buscan en la filosofía su fundamento, las dudas u objeciones que pesan sobre la primera caen forzosamente sobre las segundas.

Unidad de las ciencias. La filosofía de la época se le presentaba a Descartes como un edificio carente de unidad. Había que derribar y construir un nuevo edificio. El proyecto cartesiano consistiría en la unificación de las ciencias en una sola, a partir de principios indubitables. En las Reglas [R:I] nos dice que todas las ciencias son, en el fondo, una única, aunque aplicada a diferentes objetos. Frente a la diversidad de las ciencias aristotélicas, señala que todas las ciencias están enlazadas entre sí [R:I] y en mutua dependencia, y se propone restaurar algo que parecía darse por perdido: la unidad de la razón. Más allá de la peculiaridad de cada ciencia, relativa a la especialidad de su objeto, todas han de tener en común lo que caracteriza a la razón como tal. Si alguien quiere investigar la verdad de las cosas, más que optar por una ciencia particular debe guiarse más bien por la luz natural de la razón, pues todas tienen trabazón entre sí y mutua dependencia.

Según Descartes, toda la filosofía es como un árbol, cuyas raíces son la metafísica, el tronco es la física y las ramas que salen de ese tronco son las ciencias particulares, entre las que destacan la mecánica, la medicina y la moral. La moral presupone el conocimiento de las otras, es el último grado de la sabiduría. Por consiguiente, si el proyecto cartesiano supone la unificación de las ciencias en una sola, dicho proyecto deberá ocuparse:

  1. De la formulación de un método que sirva de fundamento a las ciencias restantes.
  2. De la formulación de unas normas de la moral provisional, puesto que la definitiva sólo puede ser constituida cuando se hayan desarrollado las otras ciencias.
  3. Del desarrollo ordenado de las propias ciencias, comenzando por la metafísica (que contiene los principios del conocimiento), siguiendo por la física (que examina cómo está compuesto el universo), para dar luego paso al resto.

EL CONOCIMIENTO

El racionalismo considera a la razón, frente a los sentidos, como única fuente de conocimiento verdadero. La meta de Descartes es la transformación de la filosofía en una ciencia estricta de fundamentación rigurosa que sirva como base al resto de ciencias. Antes de ello, el filósofo debe proceder a la 'demolición' de las ciencias admitidas hasta entonces, para a continuación tratar de reconstruirlas. El sujeto debe partir de sus evidencias absolutas y reconocer la absoluta pobreza de conocimiento. En sus Principios de filosofía nos dice:

Y parece que no podremos librarnos de ellos (los prejuicios) a no ser que, al menos una vez en la vida, nos pongamos a dudar de todas aquellas cosas en que encontramos incluso la más mínima sospecha de incertidumbre.

El método

La necesidad del método estaba unida a la posibilidad de la emancipación de la razón, mediante éste, la razón debía fijar ella misma sus propios límites, dictar las reglas que le permitieran distinguir en cualquier caso la verdad del error e indicar los procedimientos que le facilitaran descubrir nuevas verdades por sí misma.

Método matemático. Lo fundamental es encontrar un conocimiento cierto y seguro, sin ningún tipo de duda, compartiendo así la preocupación del Renacimiento de encontrar un camino seguro para la razón que le permita progresar sin error en toda ciencia. De ahí la exigencia de un método, de una serie rigurosa de reglas universales a las cuales debe ajustarse todo razonar. En la fijación de tal método, la matemática estaba llamada a jugar un papel fundamental: el método general se inspiraría en el método geométrico (el de la geometría de Euclides). El orden del pensamiento, así como el orden de la naturaleza —en la física matemática— puede quedar ejemplificado según el modelo de la argumentación geométrica. Habría, así, un método único y universal para todas las ciencias. Al sostener esto se oponía a la filosofía aristotélica que afirmaba, por un lado, que las matemáticas no podían utilizarse para interpretar la realidad y que los métodos de la aritmética no servían para la geometría y viceversa.

¿Qué es el método? El método no es un conjunto de conocimientos, sino un procedimiento para adquirir cualquier conocimiento, una determinación de las reglas universales a las cuales debe ajustarse todo razonar, es una especie de guía para razonar correctamente, por eso tiene que estar en consonancia con la forma de pensar de la Razón humana (en un sentido universal, esto es, la de todos los hombres). Así lo dice Descartes en la Regla IV [VIII?]:

...entiendo por método, reglas ciertas y fáciles gracias a las cuales el que las observe exactamente no tomará nunca lo falso por verdadero y, sin gastar inútilmente esfuerzo alguno de la mente, sino siempre aumentando gradualmente su ciencia, llegará al conocimiento verdadero de todo aquello de que es capaz.

Por lo tanto, el método nos permite evitar el error y aumentar nuestros conocimientos descubriendo nuevas verdades.

El método como hemos dicho es un procedimiento, es decir, sigue unos pasos. ¿Cuáles son las reglas que lo componen? Descartes redujo las 21 reglas que aparecen Reglas para la dirección de la mente hasta las 4 del Discurso del método:

1. Evidencia. Se trata de no admitir como verdadero nada que no sea evidente. Evidente es lo que se presenta de un modo inmediato al espíritu, lo que para ser conocido no requiere de más operación que la simple intuición. Una intuición es el acto por el que la mente se percata de algo inmediatamente, se acompaña de certeza absoluta. Su objeto de conocimiento son las ideas y toda relación o enlace entre éstas. Esta evidencia nos permite evitar los prejuicios, las precipitaciones y que las pasiones nos lleven a caer en el error. ¿Cuáles son los criterios en los que se basa la evidencia? Los criterios de la evidencia son la claridad y la distinción:

Llamo claro al conocimiento que se halle presente y manifiesto a un espíritu atento; como decimos que vemos claramente los objetos cuando, hallándose presentes a nuestros ojos, obran asaz (bastante, harto, muy) fuertemente sobre ellos, y en cuanto éstos están dispuestos a mirarlos.

Llamo distinto al conocimiento que es tan preciso y diferente de todos los demás que no abarca en sí sino lo que aparece manifiestamente a quien considera tal conocimiento como es debido.

2. Análisis. Dividir cada una de las dificultades que examinemos en cuantas partes como sea posible. Se trata de convertir las proposiciones complicadas en otras más simples, dividirlas y reducirlas a elementos claros y distintos que puedan ser intuidos con evidencia. La geometría analítica es el mejor ejemplo de aplicación de este precepto.

3. Síntesis. Conducir ordenadamente nuestros pensamientos empezando por los objetos más simples y más fáciles de conocer para ir ascendiendo poco a poco, gradualmente, hasta el conocimiento de los más complejos y suponiendo un orden incluso entre aquellos que no proceden naturalmente unos de otros.

4. Comprobaciones. Se trata de hacer recuentos y enumeraciones tan completas y unas revisiones tan generales que lleguemos a estar seguros de no omitir nada. Revisar el proceso con el fin de estar seguro de no olvidar nada (en el proceso de análisis y de síntesis).

El método debe ser compatible con la forma de pensar de la razón humana, pues si no sería inútil. Por ello, lo primero que hace es analizar la forma de actuar de la propia razón. En ella, que es la misma para todos los hombres, se distinguen dos modos de conocimiento seguros: la intuición o luz natural, conocimiento de las ideas simples que surgen de la propia razón de forma clara y distinta, cuya verdad es evidente e indudable; y la deducción, que es el conocimiento de una sucesión de intuiciones de las ideas simples y de las conexiones que la razón descubre entre ellas para llegar a verdades complejas, juicios o leyes. La síntesis tiene que ver precisamente con la deducción, partimos de lo simple (paso realizado con la regla del análisis) intuyendo las ideas simples, para luego realizar deducciones a partir de éstas dando lugar a ideas más complejas como son los juicios.

El conocimiento cierto sería así, una sucesión continua de ideas claras y distintas. Conocer es aprehender los objetos tal y como se muestran en su pura presencia y la razón es visión (intuición).

La duda metódica

Con las reglas fundamentales del método podemos comenzar nuestra andadura. El primer paso es bastante radical: antes de identificar una cierta y segura considera que lo que hay que hacer es cuestionar cada verdad y considerar incierto todo lo que se sabe.

Descartes parte de la duda en la búsqueda de la verdad cierta y segura que debe constituirse como la base del resto del conocimiento. La duda es 'metódica' porque es un paso necesario para la fundamentación del conocimiento (en oposición a la duda 'escéptica' que cuestiona la posibilidad del conocimiento). La duda es el mecanismo esencial en la búsqueda de la verdad, no tanto como expresión del sentimiento de hallarse en el error o de la imposibilidad de encontrar conocimiento alguno, sino como parte necesaria del camino hacia la verdad. Busca ponernos en camino de las certezas evidentes. Para Descartes, es ajeno a la verdad todo aquel que no haya dudado de todas las cosas al menos una vez en la vida.

Esa duda se puede realizar de varias maneras, por varias  razones y sobre diversas certezas arraigadas. Suelen distinguirse tres formas de aplicarla, concretamente:

  1. Se duda del conocimiento sensible. Del conocimiento que proviene de la experiencia externa, de los sentidos, pues pueden engañarnos. Sabemos que nos han engañado a veces y que, por tanto, nos pueden engañar en cualquier momento. Por eso es prudente no fiarse de ellos.
  2. Se duda de la existencia de la realidad externa, extramental, ya que resulta imposible distinguir la vigilia del sueño. Si no podemos distinguir entre sueño y vigilia debemos considerar la posibilidad de que la vida pueda ser un sueño o una ilusión, lo que parece que percibimos en ella no tiene porqué tener existencia real. En este caso parece que la certeza de las matemáticas se mantiene (figura, cantidad, número, tiempo, movimiento...). «los mismos pensamientos que tenemos estando despiertos, pueden también ocurrir cuando dormimos» (Discurso, IV, p. 94). La dificultad para distinguir el sueño de la vigilia nos lleva a dudar también de la existencia de las cosas.
  3. Se duda hasta del conocimiento que proviene de la razón, hasta de los propios razonamientos matemáticos, pues podemos imaginar la existencia de un genio maligno omnipotente que nos lleva hacia el error cuando creemos estar en lo cierto. Las verdades de la matemática y la lógica quedan también en entredicho. Ese genio podría hacerme creer este que "2+3" son 7, y que me engañara cada vez que hiciera esta operación. Incluso con las verdades matemáticas puede ocurrir que "haya querido que me engañe cuantas veces sumo dos más tres, o cuando enumero los lados de un cuadrado". Incluso es posible que Dios sea bondadoso y no permita que me engañe, pero «también parecería contrario a esa bondad el que permita que me engañe alguna vez, y eso último lo ha permitido, sin duda» (MM, I).

La primera certeza: el cogito

Descartes concluye que debe poner en duda todos sus razonamientos. Sin embargo, encuentra algo que no puede cuestionarse: no podemos dudar que dudamos, mientras pensamos no podemos dudar que estamos pensando y que, por tanto, existimos. La primera intuición de una verdad indudable es el famoso «pienso, luego existo» (cogito ergo sum). Y si existo lo hago como un sujeto pensante, afirmando así la existencia de la sustancia pensante (el cogito, un 'yo' que piensa) como primera verdad indudable. Descartes se da cuenta que hay algo indubitable y cierto, y este será el fundamento de la filosofía. Lo único que no elimina la duda es la duda misma, el acto de dudar como acto mental. El pensamiento es entendido por Descartes como todo acto consciente del espíritu (dudar, creer, querer, entender, etc.), y esta actividad pensante no puede producirse por sí misma, sino que tiene que ocurrir en una sustancia, en un sujeto.

A partir del cogito, Descartes examina la naturaleza de las ideas. Tras la primera verdad, tras el descubrimiento de mi existencia como sujeto pensante o cosa que piensa (res cogitans), hay que reconstruir todo el saber. La primera verdad aparece como paradigmática, ejemplar, por el modo en que se presenta: con claridad y distinción bajo la intuición inmediata de la propia existencia. La certeza del cogito como primera realidad o primera sustancia sirve como base, es el primer paso para reconstruir todo lo posterior. Y lo hace conforme a su propia razón⁠. Ahí se ve la íntima relación entre método y realidad. La figura clave del conocimiento ya no es la naturaleza (de la cual aún no podemos estar ni seguros de si existe), sino la propia conciencia, el propio yo que se nos muestra con evidencia en cada acto mental. Esta realidad (pensamiento o conciencia) es definida por Descartes en las Meditaciones Metafísicas como «una cosa que duda, entiende, concibe, afirma, niega, quiere, no quiere, y también, imagina y siente» [MM:II]. El problema se plantea ahora es "salir de nuevo al mundo", deducir de la evidencia de esa primera intuición el resto de realidades que quedaron en suspenso con la duda. Para esto, para ser fiel a su ideal deductivo, desde esta primera verdad y primera certeza de la realidad del yo pensante, Descartes tendrá que llegar a otras verdades y otras certezas que aseguren la existencia de otras realidades, así como la posibilidad del conocimiento. De esta forma, Descartes indaga dentro del propio sujeto pensante que es lo único que aguantó la duda, siguiendo un proceso de análisis (segunda fase del método).

En este análisis, además del propio pensamiento, encontramos también ideas, lo que el yo piensa en sus pensamientos: las ideas son el objeto, los contenidos del pensamiento. Para los filósofos anteriores, el pensamiento versaba directamente sobre las cosas, no tanto sobre las ideas (a modo de lentes a través de los cuales se veían las cosas). Sin embargo, para el racionalismo cartesiano, el pensamiento recae sobre las ideas, que son representaciones de la realidad. La importancia de las ideas como representaciones supone un elemento innovador e importante en la filosofía moderna y una de los puntos comunes entre racionalismo y empirismo.

Tipos de ideas

Descartes introduce un nuevo concepto de verdad. La verdad es ahora inmanente al sujeto, es una propiedad de las ideas en sí mismas, y éstas pertenecen al sujeto. Su teoría del conocimiento sostiene que las cosas no las conocemos en sí mismas, sino a través de ideas o representaciones, las cuales suponemos que se corresponden con las cosas (que existen fuera de nosotros). En el sentido moderno, una idea es un contenido mental o contenido de la conciencia (algo diferente del sentido que tenían en Platón, que consideraba que existían independientemente de la mente humana).

El cogito será la base del sistema filosófico de Descartes, es un principio indubitable, absolutamente evidente, desde el que construir el edificio del conocimiento. Pero no está claro que esa reconstrucción pueda ser inmediata. Veamos primero los distintos tipos de ideas o pensamientos que tiene ese yo pensante. Descartes presenta la siguiente clasificación de las ideas según su origen:

  • Adventicias. Son las formadas a partir de la experiencia externa, por lo que parecen venir del exterior.
  • Facticias. Son las formadas en la mente a partir de otras ideas. Las construye nuestra mente, son el resultado del libre juego de nuestra imaginación, que mezcla y combina ideas adventicias (un ejemplo típico serían las ideas de un cíclope o un unicornio).
  • Innatas. Son ideas que la razón tiene en sí misma, y que no pueden provenir de nuestros sentidos o de nuestra imaginación. Nacemos con ellas. Son ideas que no pueden provenir de la experiencia ni ser derivadas de ella. La idea de infinito, por ejemplo. Son ideas que siempre han estado ahí. Y entre ellas aparece una que será esencial para reconstruir todo el edificio del conocimiento: la idea de Dios.

En este punto, Descartes nos dice que aún no podemos decidir con certeza qué ideas pueden ser asignadas a una clase o a otra. El problema principal es que todos los contenidos de experiencia y la existencia misma del mundo exterior se encuentra afectada por la duda. La existencia de un yo pensante no nos da ninguna seguridad acerca de nada externo. Así, Descartes se encuentra encerrado en el cogito, con pocas esperanzas de reconstruir ningún tipo de conocimiento.

DIOS

Descartes analiza las causas de sus diferentes ideas, encontrando una, la idea de Dios, que difícilmente pudo provenir de su experiencia o haberla producido él a partir de la misma, por lo que debe encontrar la manera de justificar su presencia en su mente. Intentará demostrar la existencia de Dios de varias maneras.

  1. Primero intentará probar la existencia de Dios por la presencia en nosotros de la idea de lo perfecto y lo infinito. Las ideas de los objetos físicos pueden proceder de uno mismo (es decir, las ideas adventicias podrían ser todas facticias), pues nosotros, como seres finitos parece que tenemos la facultad natural de crear ideas. Pero encuentra que una idea como la de infinito o la idea de Dios difícilmente ha podido producirla la propia mente. No puede ser facticia: el objeto al que se refiere dicha idea de infinito posee el más alto grado de realidad o perfección, y eso parece requerir una causa proporcional. Lo infinito no puede ser creado o causado por algo finito. Un ser finito, perecedero e imperfecto no podría haber dado lugar a la idea de la infinitud y la perfección que corresponden a Dios. Solamente el propio Dios puede ser el causante de esta idea. Por eso considera probado que existe. Debe haber una proporción entre la causa (lo que origina la idea de infinito en el cogito) y el efecto (la misma idea de infinito). Dios existe, pues es la causa necesaria de nuestra idea de Dios o de infinito.
  2. Descartes también defiende una variante del argumento ontológico de san Anselmo, según la cual el propio concepto de Dios, al presuponer la absoluta perfección, necesariamente conlleva su existencia. Si no fuese así, si no presuponemos que Dios existe, lo que tendríamos en mente sería un ser imperfecto. Si tenemos una idea clara y distinta de un ser perfecto, un ser que posee todas las perfecciones posibles, incluida necesariamente la perfección de existir. La existencia de Dios está implicada en su esencia. Dios existe necesariamente porque sería contradictorio concebir a un ser sumamente perfecto al que le faltase la existencia, sería como intentar concebir un triángulo sin tres ángulos y tres lados.
  3. Por último, intenta justificar la existencia de Dios como causa de nuestra existencia. No podemos habernos dado a nosotros mismos la existencia, pues en ese caso nos habríamos dado todas las perfecciones, y tampoco hemos existido siempre. Los padres pueden ser la causa de la generación de nuestro cuerpo, pero no del alma, la cual es lo que se ha probado que existe sin duda. Los requisitos que ha de cumplir la causa que buscamos son: (1) tener tanta realidad (perfección) como la que yo poseo; y, (2) ser una cosa que piense y que contenga en sí la idea de todas las perfecciones que atribuyo a Dios, pues dicho ser debe haberse dado su propia existencia. Si hubiese recibido su existencia de alguna otra cosa podríamos preguntarnos de nuevo entonces, si esta cosa recibe la existencia por sí misma o debe su existencia a otra causa. La imposibilidad de retroceder hasta el infinito le lleva a Descartes a aseverar que se necesita un ser que sea causa de su propia existencia, esto es, Dios. Dios es causa de mi existencia y él existe.

La bondad de Dios. Descartes da por válidos estos argumentos y, en la medida que Dios existe, cree que puede suponer con seguridad que las cosas materiales existen efectivamente y no son una mera ilusión, pues no puede menos que considerar a Dios como un ser  excelente y bondadoso en grado máximo. Dios es el garante de nuestro conocimiento, el fundamento, es lo que nos asegura que a nuestras ideas sobre el mundo exterior les corresponde una realidad extramental. Dios es bueno y no me engaña y, por tanto, ya no podremos dudar de la existencia de la realidad extramental y de que está compuesta por una sustancia de tipo diferente a la que compone la mente. Será una sustancia extensa, como veremos. Dios va a ser quien garantice finalmente la validez del resto de conocimientos a partir del cogito.

METAFÍSICA

La construcción del edificio del conocimiento tiene que empezar desde la metafísica, cuyos tres conceptos son: la sustancia, el atributo y el modo.

Sustancia es aquello que no necesita nada más que de ella misma para existir. Pero Descartes distingue tres sustancias:

  1. La sustancia pensante (el cogito). Su atributo es el alma.
  2. La sustancia extensa (la realidad exterior, el mundo material, las criaturas) que es finita. Todo será considerado como una gran máquin o conjunto de máquinas (concepción de la realidad que se conoce con el nombre de mecanicismo). Su atributo es la materialidad.
  3. La sustancia infinita, o Dios. Su atributo es la infinitud.

De forma estricta, la definición de sustancia solo la cumple Dios, que no necesita de otro ser para existir y es el que da la existencia al restos de sustancias finitas, que son las criaturas. Pero como la sustancia extensa y la pensante son independientes entre ellas, también pueden ser consideradas sustancias, según Descartes.

Por último, atributo es aquello por lo que una sustancia se distingue de otras y es pensada en sí misma (atributos esenciales y modificaciones de los mismos, modos, accidentales). Así, atributo es cuanto reconocemos que pertenece a una sustancia por naturaleza o por esencia. Son los constitutivos formales de una sustancia.

MECANICISMO

Descartes que el universo está compuesto de una materia única y que, por tanto, no existe el vacío. Extensión y materia se identifican. Dicha materia carece de un principio activo interno. Nada se mueve por sí solo. El movimiento se transmite por contacto directo. Todo es movido por algo y, a su vez, mueve otra cosa. El estado de una partícula solo se ve alterado por otra. Esta visión de la realidad se considera mecanicista, porque todo se mueve como si de un mecanismo de relojería se tratase. Esto impica que en el mundo material no hay ningún tipo de causalidad final (como diría Aristóteles), solo causalidad eficiente, la acción mecánica de unos cuerpos sobre otros.

Así, Descartes hace de la biología una rama de la física. Ni en los animales ni en el cuerpo humano existe ningún principio interno activo, y sus acciones responden simplemente al choque de partículas sobre los distintos órganos de los sentidos y a una serie de fluidos internos. El universo y los animales son máquinas, no tienen sensibilidad ni sufren. Se habla así de cierto 'automatismo de las bestias'. Es la reducción de los fenómenos biológicos a fenómenos físicos. Se trata de un esquema determinista porque se considera que si se conociesen perfectamente los estados de todas las partículas y las leyes cuantitativas que regulan la transmisión del movimiento se podría 'calcular' cualquier estado futuro con precisión. En el ámbito de la res extensa no hay principios activos internos, no hay fines, sino una mera causalidad eficiente, acción mecánica de unos cuerpos sobre otros. Solo el alma se escapa de este esquema determinista.

EL SER HUMANO

Pero la concepción que Descartes tiene del ser humano es dualista. El hombre es una sustancia finita formada por dos sustancias independientes: cuerpo (sustancia extensa) y alma (cogito o sustancia pensante). Pese a ser independientes, ambas sustancias interactúan en la glándula pineal (que está en la base del cerebro).

El alma es la sustancia cuyo único atributo o característica es el pensamiento (sustancia pensante). Para demostrar que únicamente tiene este atributo nos presenta la siguiente ficción mental: puedo fingir mentalmente que no tengo cuerpo y que no dependo del espacio. Por ello no dejaría de existir. Pero no puedo imaginarme sin pensar. Los modos del alma serían dudar, sentir, querer, etc. El ser humano es propiamente la sustancia pensante (el cogito), independiente de la sustancia extensa (que en este caso es su cuerpo físico).

El cuerpo es una sustancia cuyo atributo es la extensión (sustancia extensa) y sus modos la figura y el movimiento-reposo. El cuerpo, como toda la realidad física, actúa como una máquina (tal y como defiende el mecanicismo) y no puede comportarse de forma libre. Sin embargo, el alma (el cogito), que es inmortal, actúa de forma libre y debe gobernar a esa misma máquina.

Si el alma y el cuerpo son sustancias que no se necesitan mutuamente para existir surge el problema de cómo se relacionan en el hombre alma y cuerpo. Descartes fijará un punto para su interacción, la glándula pineal, haciendo posible que el alma gobierne al cuerpo a través de dicha conexión.

ÉTICA

Con la perfección del alma se consigue la felicidad. Y Descartes identifica el desarrollo de la perfección del alma con el desarrollo de la libertad, la cual se consigue con el dominio de los deseos y pasiones que surgen del cuerpo, pues ese es el estado en el que el sujeto (alma) no se encuentra dominado por el cuerpo o sustancia extensa. De lo que se trata es de que gobierna en la parte racional. La libertad es concebida como la realización mediante la voluntad de lo que propone el entendimiento como bueno y verdadero. ¿Cómo conseguir eso? No es fácil. De hecho, Descartes consideraba que la moral ocupaba el último lugar en el edificio de las ciencias. Solo cuando el resto de conocimientos están disponibles y son seguros podemos comenzar la tarea de una ciencia verdadera del comportamiento humano. Por eso, hasta que llegue ese momento, Descartes considera que necesitamos una moral provisional.

Moral provisional. Descartes busca un principio indudable para la filosofía, pero eso lleva su tiempo y sabe que vivimos en un mundo sensible en el que no podemos dejar de actuar, para lo que necesitamos una moral que seguir mientras construimos el edificio del conocimiento a partir de ese principio indubitable. Pero la moral presupone los conocimientos de la filosofía, lo que supone que la moral que propone a continuación es provisional y nos sirve para poder estar en la vida hasta que conozcamos la moral definitiva que será el paso último de toda la tarea cognoscitiva, esto es, hasta que lleguemos a una ética cierta e indudable que siga las reglas de su método. Su moral provisional establece cuatro máximas:

  1. Si no hay en el mundo nada permanente ni consenso en cuestiones morales, Descartes considera que lo mejor es «respetar las leyes y costumbres del propio país», ser fiel a su religión y seguir las opiniones más moderadas y comúnmente aceptadas. «Tengo la religión de mi rey», dijo una vez; «tengo la religión de mi nodriza», respondió en otra ocasión al ministro protestante Revius.
  2. La segunda máxima es «la de ser lo más firme y resuelto que pudiese en mis acciones y seguir con tanta constancia en las opiniones más dudosas, una vez resuelto a ello, como si fueran muy seguras». Ya que nada es seguro, seguir lo más probable como si se tratase de algo verdadero y cierto, llevando a cabo las acciones con resolución y firmeza, sin atisbo de duda.
  3. «Mi tercera máxima consistía en tratar de vencerme siempre a mí mismo antes que a la fortuna y cambiar mis deseos antes que el orden del mundo; y, en general, en acostumbrarme a creer que sólo nuestros pensamientos están enteramente en nuestro poder, de manera que después de haber obrado lo mejor que hemos podido en lo tocante a las cosas exteriores, lo que no logramos es absolutamente imposible para nosotros» [DM:III]
  4. Revisar todas las ocupaciones posibles para elegir la mejor. Descartes cree que aplicar la vida entera al cultivo de la razón es la mejor de las ocupaciones.

En conclusión, los seres humanos deberán actuar moralmente de forma moderada, de acuerdo a las costumbres y leyes de los distintos lugares. Así, con esta moderación el error no será nunca absoluto mientras se busca, de ahí que sea una moral provisional, esa ética cierta que producirá la razón.

Moral 'definitiva'. Hay que distinguir entre la moral provisional del método y la definitiva de las Pasiones del alma (1649). En esta obra Descartes se ocupa del estudio del efecto que las pasiones tienen en la razón. Descartes entiende por 'pasión' todo aquello que el cuerpo determina en el alma. Es el alma la que siente, no el cuerpo (los animales, al no tener alma, no sienten nada). Están causadas por el movimiento de los fluidos ('espíritus') corporales. Descartes ofrece una clasificación detallada de diversas pasiones (admiración, amor, pena, deseo, alegría y tristeza, siendo estas dos últimas las principales) y sus derivadas (estima, desprecio, generosidad, humildad, orgullo, veneración, enojo, esperanza, temor, celos, cobardía, envidia, compasión, remordimiento, etc.). No son necesariamente negativas, pues algunas están ligadas a la conservación del cuerpo, pero Descartes distingue entre pasiones tranquilas y violentas y propone como objetivo que la razón sea consciente de las mismas y las domine para evitar la servidumbre ante las mismas.