Apuntes
VIDA Y OBRA
Nació el 22 de abril de 1724 en la ciudad alemana de Köningsberg, en el seno de una familia humilde y pietista. Pasó toda su vida en su ciudad natal, en cuya Universidad enseñó lógica y metafísica. En la obra kantiana se distinguen dos períodos: el precrítico y el crítico. Las obras más importantes de este último período son las siguientes: Crítica de la razón pura [CRP, 1781], Crítica de la razón práctica [CRPr, 1790], Crítica del juicio [CJ, 1794]. Siendo también interesantes otras obras como: Respuesta a la pregunta ¿Qué es la Ilustración? (1783), Fundamentación de la metafísica de las costumbres (1785), La paz perpetua (1795). Murió el 12 de febrero de 1804.
Idealismo transcendental. La Ilustración es una época de crítica integral y radical, y Kant no escapa a este clima, tal como puede verse en los títulos de sus principales obras. La pretensión principal de Kant es la de fundar todo el saber, tanto teórico como práctico, sobre bases racionales, con el fin de librar de la ignorancia al género humano y construir un sujeto autónomo a todos los niveles. Kant define su filosofía como un idealismo trascendental. Idealismo porque no se centra en las condiciones que debe tener el objeto para ser conocido, sino en el propio sujeto. Es un cambio que se considera como un giro copernicano en teoría del conocimiento. Y trascendental, porque intenta descubrir cuáles son las condiciones de posibilidad de todo conocimiento a priori, es decir, qué es lo tiene que poner el sujeto en el proceso de conocimiento para conocer un objeto de manera científica.
EL PROBLEMA DEL CONOCIMIENTO
Preguntas kantianas. La filosofía kantiana se desarrolla alrededor de cuatro preguntas: ¿Qué puedo conocer?, ¿qué debo hacer?, ¿qué me cabe esperar?... Y, una última que engloba a las otras: ¿qué es el hombre? La primera de ellas será la pieza central de su sistema. Kant quiere establecer las posibilidades y los límites del conocimiento. Para ello estudiará cómo es posible la ciencia. Cuando resuelva la cuestión relativa al conocimiento podrá plantearse otras de tipo práctico, tales como la posibilidad de la moral, los juicios estéticos, etc.
Dentro de la pregunta por el conocimiento se sitúa otra que tiene una importancia especial: ¿es posible la metafísica como ciencia? Kant dirá que no, pero también explicará por qué el ser humano se siente irresistiblemente atraído por ella.
Influencias. Kant no empieza a pensar en el vacío, su filosofía se va fraguando en diálogo y crítica permanente con respecto a la filosofía anterior. Educado en el racionalismo de Wolff (seguidor de Leibniz), Kant nos cuenta que despertó del «sueño dogmático» cuando leyó a Hume. Kant procura ser equidistante entre racionalismo y empirismo, pues considera que ambas corrientes se encontraban en un callejón sin salida:
- El racionalismo desembocaba en el dogmatismo al confiar ciegamente en la razón de cara a la fundamentación de la ciencia asumiendo la validez de ciertas ideas innatas y despreciando los sentidos por considerarlos fuente de error.
- El empirismo desembocaba en el escepticismo al afirmar que los únicos conocimientos posibles son los dados por la experiencia, sin que puedan superarse los límites impuestos por la misma. Esto supone la renuncia a principios básicos como el de causalidad que, como vimos en Hume, no es más que fruto de un hábito de pensamiento, una creencia cuyo valor de verdad es meramente probable. La ciencia es, desde Aristóteles, la búsqueda de las causas, y si no se cree en el valor del principio de causalidad la ciencia se reduce a un mero registro de datos, en una simple actividad inductiva en el que no es posible una generalización definitiva mediante leyes y en el que la predicción es mera probabilidad.
La respuesta de Kant respecto a la posibilidad del conocimiento trata de llegar a una síntesis superadora del racionalismo y del empirismo:
- Contra los racionalistas, sostiene que hay conceptos que no pueden aplicarse más allá de la experiencia (p. ej. el de sustancia no puede ser aplicado a un supuesto ente como Dios, porque de él no tenemos noticia empírica, está más allá de la experiencia).
- Contra los empiristas, sostiene que existen conceptos que no provienen de la experiencia, que son anteriores a la misma, conceptos a priori, tales como los conceptos puros del entendimiento o categorías (unidad, realidad, sustancia, causa, etc.)
No hay duda alguna de que todo nuestro conocimiento comienza con la experiencia. Pues ¿cómo podría ser despertada a actuar la facultad de conocer sino mediante objetos que afectan a nuestros sentidos y que ora producen por sí mismos representaciones, ora ponen en movimiento la capacidad del entendimiento para comparar estas representaciones, para enlazarlas o separarlas y para elaborar de este modo la materia bruta de las impresiones sensibles con vistas a un conocimiento de los objetos denominado experiencia? [Ref?]
Aunque todo nuestro conocimiento comience con la experiencia, no todo él procede de ella. Nuestro conocimiento empírico sería una composición de lo que recibimos mediante las impresiones y de lo que nuestra propia facultad de conocer pone:
[...] al menos una de las cuestiones que se hallan más necesitadas de un detenido examen es la de saber si existe semejante conocimiento independiente de la experiencia. Tal conocimiento se llama a priori y se distingue del empírico, que tiene sus fuentes a posteriori, es decir, en la experiencia [Ref?]
El método crítico. Al no aceptar ni el dogmatismo racionalista ni el escepticismo empirista, Kant opta por una vía intermedia. Eso no significa tomar un poco de ambos caminos. El camino que sigue Kant es nuevo. Quiere que su filosofía sea como un 'tribunal' que juzgue y garantice las pretensiones legítimas de la razón, decidiendo —a través de la crítica de la razón hecha por la razón misma— acerca de los límites del conocimiento y sobre la posibilidad o imposibilidad de la metafísica.
La CRP es una «ciencia de los límites», una obra sobre la posibilidad de la ciencia en general, y de la metafísica en particular. Kant parte de algo que considera un hecho, que las matemáticas y la física son ya ciencias. Sin embargo no lo tiene claro con la metafísica:
Lo único que hay que preguntarse es cómo son posibles, en qué se basa su posibilidad real de ser ciencias. En cambio, acerca de la metafísica hay que comenzar preguntándose si es posible, para pasar luego, caso de que la respuesta fuera afirmativa, a preguntarse cómo es posible. [Ref.?]
Definición del conocimiento científico. Si la ciencia existe, si se acepta eso como un hecho... ¿cuáles son las condiciones de posibilidad de la misma? Para que un juicio pueda ser considerado científico debe cumplir, al menos, estas dos condiciones, según Kant:
- Que aumente nuestros conocimientos (será sintético).
- Que posea validez necesaria y universal, que no pueda ser de otra manera (será a priori).
Veámoslo con más detalle. Los tipos de juicios pueden ser:
- Analíticos. Del tipo A es B, en los que el predicado B está comprendido en el sujeto A. No son juicios extensivos, son 'explicativos', pues solo explican lo que ya viene implicado en el concepto de A. Su valor es absoluto: no es posible negarlos sin contradecirse, puesto que B forma parte de A. Ejemplo: «Los cuerpos son extensos». Los juicios analíticos no aumentan nuestro conocimiento. No por ello son inútiles en la ciencia: el análisis previo de los conceptos tiene siempre un gran valor.
- Sintéticos. Son los juicios en los que el predicado no se encuentra en el concepto de sujeto, aunque pueda conectarse con él. Son extensivos, y por tanto amplían nuestro conocimiento, pues permiten establecer conexiones hasta el momento desconocidas. La ciencia debe estar compuesta de juicios sintéticos. Kant cita como ejemplo: ‘los cuerpos son pesados’.
El valor de los juicios analíticos no plantea ningún problema. En cambio, los juicios sintéticos son más problemáticos: ¿en qué se basa la conexión o síntesis de sujeto y predicado en ellos? Dicha conexión puede realizarse, teóricamente, de dos maneras:
- A posteriori: Cuando su verdad depende de la experiencia y, por tanto, no es universal ni necesaria.
- A priori: Cuando su verdad se conoce sin recurrir a la experiencia, es universal y necesaria. Siendo en este caso la conexión, por tanto, también universal y necesaria.
Teniendo en cuenta lo anterior, Kant considera que los juicios que forman las ciencias tienen que ser juicios sintéticos a priori. Y la principal cuestión de la CRP será explicar cómo son posibles los juicios sintéticos a priori en matemáticas y en física, y estudiar si son posibles en metafísica.
Un detalle curioso: frente a la opinión general, Kant afirma que los juicios matemáticos son sintéticos y no analíticos. Hume, por ejemplo, considera que los juicios matemáticos eran analíticos, mientras que los de la física eran sintéticos y a posteriori (basados en la experiencia, y, por tanto, sólo probables). Kant intenta probar con ejemplos que los juicios de la matemática son sintéticos: que la línea recta sea la más corta entre dos puntos es un juicio sintético, puesto que el concepto "recto" no contiene nada relativo a la magnitud, sino únicamente a la cualidad, y por tanto, el concepto 'la más corta' es un concepto añadido que no puede obtenerse por la descomposición del concepto de "línea recta". En cuanto a que los juicios o proposiciones físicas sean sintéticos, no cabe duda alguna, pero tendrá que mostrar que son a priori.
Otra cuestión es si todas las proposiciones científicas han de ser establecidas a priori. Evidentemente no. Las hay que contienen elementos empíricos y se fijan empíricamente. Por eso Kant se refiere únicamente a lo que él llama matemáticas puras o física pura. Esta última sería la parte más teórica de la física experimental, y constaría exclusivamente de proposiciones sintéticas a priori. Por ejemplo, los principios de conservación de la cantidad de materia, o de acción y reacción.
En conclusión, para Kant, los juicios científicos serán los juicios sintéticos a priori, que son extensivos, amplían nuestro conocimiento. Su verdad no depende de la experiencia y, por tanto, son universales y necesarios. Por ello, estudiará cuáles son las condiciones trascendentales de la razón que posibilitan la realización de dichos juicios y analizará las tres facultades básicas de nuestro conocimiento: sensibilidad, entendimiento y razón.
Sensibilidad, entendimiento y razón: la crítica de las facultades del conocimiento
La posibilidad de los juicios sintéticos a priori es algo que Kant presupone al considerar que la ciencia es un hecho y que se compone de ellos. Esa posibilidad existe porque no todo en nuestro conocimiento procede de la experiencia. Ha de haber en nuestros juicios algo que sea independiente de ella. Por eso Kant intentará:
- Descubrir los elementos a priori (no empíricos) que hacen posible cualquier conocimiento.
- Justificar su uso. Ello supone que Kant se aparta en este sentido del empirismo, pero no por ello se alinea con el racionalismo.
Kant realiza una síntesis entre racionalismo (que suponía que la razón opera al margen de la experiencia a partir de ideas innatas) y empirismo (que suponía que todo conocimiento procede de la experiencia).
Materia y forma. Para Kant, el entendimiento no comienza nunca a trabajar por sí mismo, algo le debe ser dado desde el exterior para que comience su actividad. Primero somos receptivos: recibimos impresiones o sensaciones. Gracias a ellas tenemos una relación inmediata con un objeto a través de los sentidos, una 'intuición empírica'. Pero, contra lo que presuponen los empiristas, las sensaciones no constituyen la totalidad del objeto de nuestra experiencia, hay algo que es puesto por el sujeto, algo que permite unificar, ordenar y elaborar la materia bruta de las sensaciones. Ese algo que se añade no es un elemento empírico y, por tanto, es a priori. Es un elemento que estructura lo dado a través de los sentidos. La relación entre 'lo dado' por los sentidos y 'lo puesto' por el acto de conocer del sujeto es una relación que Kant llama de materia y forma, adoptando los términos de Aristóteles, pero en un sentido diferente. Así, su explicación del conocimiento tiene algo del empirismo (la materia del conocimiento es dada empíricamente), y algo del racionalismo (la forma es puesta por el sujeto, es algo no empírico, sino a priori). El objeto que conocemos procede de la elaboración del material que nos proporcionan los sentidos mediante las formas o estructuras cognoscitivas del sujeto. Así supera Kant el 'realismo ingenuo' de los empiristas: lo que conocemos, el objeto, no es una copia de la realidad que se da en nosotros gracias a las impresiones sensoriales. El objeto conocido sufre una elaboración por la propia dinámica cognoscitiva del sujeto, sin que el propio sujeto pueda ser consciente de la misma.
Partiendo de la distinción entre materia y forma de todo conocimiento, ahora tenemos que ver cómo Kant procede a descubrir la dinámica del conocimiento mediante el análisis crítico de la actividad de cada una de nuestras facultades cognoscitivas, cada una de las cuales aparece estudiada en una sección de la CRP:
Apartados de la CRP | Facultad | Ciencia | Resumen |
---|---|---|---|
Estética Transcendental | Sensibilidad: Los objetos nos son dados | Matemáticas | Estudia las condiciones sensibles del conocimiento (espacio y tiempo) |
Analítica transcendental | Entendimiento: Los objetos son pensados | Física | Estudia los juicios y los conceptos (categorías) del entendimento |
Dialéctica transcendental | Razón: Sistematiza los conceptos e impulsa a ampliar el conocimiento | Metafísica: Ilusión trascendental | Estudia la razón y la posibilidad de la metafísica como ciencia. |
(1) Sensibilidad - Estética transcendental
Kant define la sensibilidad como
la capacidad (receptividad) de recibir representaciones al ser afectados por los objetos, se llama sensibilidad. Los objetos nos vienen, pues, dados mediante la sensibilidad, y ella es la única que nos suministra intuiciones.
Espacio y tiempo. Existen dos modos de sensibilidad: (a) El sentido externo, por el cual nos representamos en el espacio objetos como exteriores a nosotros. (b) El sentido interno, por el cual intuimos en el tiempo nuestros estados psíquicos (pero no el alma misma). El espacio y el tiempo no son propiedades de las cosas (ni de las cosas mismas, ni de las relaciones entre ellas) y, por tanto, no nos son dados mediante la sensibilidad. Al contrario, son las condiciones subjetivas a priori que hacen posible la experiencia (externa o interna), algo puesto por nuestra sensibilidad en el acto de conocer. Además, no son conceptos, sino intuiciones puras.
Todo conocimiento se hace posible gracias a una materia (empírica) y una forma (a priori), que en el caso concreto de la sensibilidad son las siguientes:
- Materia de la sensibilidad: impresiones o sensaciones.
- Forma: las intuiciones puras espacio y tiempo.
Fenómenos. El resultado de la unificación y ordenación de las sensaciones en el espacio-tiempo es el fenómeno, que es el objeto de nuestra experiencia. Sólo podemos conocer gracias a las formas a priori (espacio y tiempo) que ordenan el material caótico de nuestras impresiones sensibles, nuestro caos de sensaciones. Los fenómenos son las impresiones o sensaciones percibidas en el espacio-tiempo. Son lo que conocemos. No conocemos la cosa en sí, pero eso tampoco quiere decir que nuestro conocimiento no sea más que pura ilusión o engaño.
El espacio y tiempo posibilitan los juicios sintéticos a priori en las matemáticas: el espacio posibilita la geometría y el tiempo la aritmética.
Al hacer su análisis, Kant no adopta el punto de vista psicológico típico de los empiristas, sino que introduce un punto de vista que llama trascendental: Kant utiliza el adjetivo trascendental para aludir a todo aquello que tiene por objeto averiguar las condiciones de posibilidad a priori del conocimiento. Analiza el conocimiento para descubrir en él las condiciones a priori que lo hacen posible. Las formas a priori no son formas anteriores a la experiencia, no son ideas innatas, sino formas independientes de la experiencia.
Giro copernicano. Si el conocimiento se rige por la naturaleza del objeto, parece imposible que se pueda conocer nada a priori sobre dicho objeto. Pero si es el objeto el que se rige por las leyes del conocimiento, entonces todo se explica perfectamente. Dicho de otro modo: sólo conocemos a priori de las cosas lo que nosotros mismos hemos puesto en ellas. Hay un giro copernicano en el conocimiento porque es el objeto el que para ser conocido debe adaptarse a las condiciones de la propia sensibilidad y del propio entendimiento del sujeto, y no al revés.
(2) Entendimiento - Analítica trascendental
El entendimiento es la facultad de pensar el objeto dado en la intuición empírica, el fenómeno intuido en el espacio-tiempo. Como pensar es lo mismo que juzgar, también puede ser definido como la facultad de juzgar.
Ahora se trata de descubrir las formas a priori del entendimiento que hacen posible nuestros juicios. El hecho de pensar o juzgar supone el uso de conceptos bajo los cuales se subsumen los fenómenos, que adquieren así unidad y significación. Hay dos tipos de conceptos: (a) unos son empíricos, y son generalizaciones tomadas de la experiencia, como 'hombre' o 'casa; son necesarios para pensar, pero no bastan para construir juicios. (b) Otros son a priori, y son 'puestos' por el entendimiento. Kant llama a estos últimos categorías, y constituyen las estructuras o leyes a priori del pensamiento: gracias a ellos podemos pensar, es decir, construir juicios acerca de los fenómenos intuidos en el espacio y el tiempo, dando así sentido al caos fenoménico. De este modo, también nuestra experiencia adquiere carácter de necesidad y universalidad haciéndose posible la física como ciencia.
La correlación entre sensibilidad y entendimiento es perfecta. La sensibilidad es receptiva y posee intuiciones; el entendimiento es activo y carece de intuiciones. En Kant, por tanto, no hay intuiciones intelectuales o ideas innatas, en contra de lo que proponían los racionalistas. Sensibilidad y entendimiento se necesitan: no puede haber conocimiento si una intuición sensible no es pensada mediante una categoría.
El entendimiento produce conocimiento ya que posee:
- Una materia, los fenómenos, puestos por la sensibilidad.
- Unas formas a priori puestas por el entendimiento, las categorías, que son las condiciones por las que es pensable un objeto.
De ahí se deduce la regla fundamental sobre el uso de las categorías: solo valen para unificar los fenómenos, y solo pueden aplicarse a ellos, no a las cosas en sí. Kant distingue entre fenómeno y noúmeno. Este último es la cosa en sí de la que no tenemos experiencia y que no puede ser conocida y solamente puede ser pensada por nuestra razón. Toda la realidad, incluido el hombre, tiene un ámbito fenoménico (percibido) y otro nouménico (lo que es realmente al margen de cómo lo percibimos o conocemos, la cosa en sí). La ciencia solo puede conocer los fenómenos. El noúmeno es incognoscible. La filosofía kantiana se llama por eso idealismo trascendental pues lo que conocemos no son las cosas reales, sino ideas o fenómenos construidos a partir de los elementos a priori de la razón (intuiciones puras y categorías).
(3) Razón | Dialéctica Trascendental
La metafísica es para Kant un conocimiento cuyos principios no son tomados de la experiencia. La metafísica versa sobre objetos no empíricos (Dios, el alma o el mundo como totalidad), y es construida por una razón no empírica (pura o a priori), que no utiliza dato empírico alguno. Concebida así, las dos posturas acerca de su posibilidad en la época eran las siguientes:
- El dogmatismo racionalista que tiene la pretensión de avanzar con puros conocimientos conceptuales según unos principios sin haber examinado el modo ni el derecho con que la razón llega a ellos. Kant lo critica por la ausencia de una crítica previa, y porque toda su construcción sistemática es un puro análisis de conceptos vacío y que no alcanza a realidad alguna.
- El escepticismo empirista. La lectura de Hume hizo abandonar a Kant su primer dogmatismo. Pero no por ello aceptó un escepticismo total. Kant acusa a Hume de haberse quedado corto en su examen crítico de la metafísica (solo analizó las ideas de causalidad y substancia). También le acusa de haber ido demasiado lejos o de haber equivocado el camino: al reducir la conexión causa-efecto a un simple hábito psicológico hace imposible la ciencia (que se reduce a una necesidad subjetiva y no objetiva). Para Hume no sólo la metafísica es imposible, sino que incluso las leyes físicas se convierten en leyes probables (no necesarias). Esto es lo que Kant no puede aceptar.
La razón es la facultad de la suprema unificación del conocimiento mediante ideas, pero no unifica ningún objeto o contenido propio, su función es «reducir la enorme variedad de los conocimientos del entendimiento al menor número de principios (condiciones universales), con el fin de producir la suprema unidad de los mismos». Es decir, la razón unifica los conocimientos del entendimiento remitiéndonos a algo primero e incondicionado en lo que hay que detenerse. Se trata de las ideas trascendentales, que no son juicios, sino conceptos a priori (o puros). Son tres: alma, mundo (como totalidad de lo que existe) y Dios. Éstas nos permiten unificar todos los fenómenos que el entendimiento estructura mediante categorías:
- El conjunto de fenómenos de la experiencia interna se unifica mediante la idea de alma;
- El conjunto de fenómenos de la experiencia externa se unifica mediante la idea de mundo
- Ambas esferas se reducen a una mediante la idea de Dios.
Ahora bien, mediante las ideas podemos pensar la totalidad de los fenómenos, pero no podemos conocer la realidad del alma, del mundo o de Dios porque no poseemos ninguna intuición sensible de estas realidades. La razón no conoce nada, solo puede pensar lo que unifica como si fuese un objeto real. Por eso las ideas no son propiamente formas a priori, pues carecen de materia que les dé contenido, son conceptos puros sin referencia alguna a la experiencia o a la realidad. Podemos usarlas siempre que queden como ideales, siempre que no las mezclemos con la experiencia, sin suponer que representan cosas en sí mismas, únicamente para unificar los conocimientos del entendimiento.
La razón, la capacidad de unificar los juicios del entendimiento haciendo teorías cada vez más generales, aspira a que la metafísica se establezca como disciplina acerca de realidades que están en el ámbito nouménico, más allá de la experiencia. La razón pretende aplicar las categorías e intuiciones sobre estos objetos, que no tienen una base empírica al no proceder de la experiencia, esto es, aplicándolas directamente sobre el noúmeno. Por lo tanto, el supuesto conocimiento que surge de ello es ilegítimo y nos conduce a contradicciones. En la Dialéctica trascendental Kant se pregunta si la metafísica es posible como ciencia, y la respuesta es negativa. No puede alcanzar conocimiento alguno.
Sin embargo, la metafísica es una tendencia propia de la razón, la aspiración o deseo de un saber incondicionado (no limitado por la experiencia), por lo que no puede dejar de preguntarse por estos problemas. Las ideas metafísicas de Dios, alma y mundo como totalidad expresan el ideal de la razón, el conocimiento absoluto que es inalcanzable, pero gracias a esa aspiración es posible el progreso en el conocimiento científico, ya estas ideas son su motor. Eso es lo que quiere decir cuando se afirma que las ideas tienen un uso regulativo.
Uso regulativo. Estas ideas de alma, mundo y Dios poseen un uso regulativo en la investigación del mundo fenoménico al señalar los límites que no se han de traspasar (son como los límites de nuestro conocimiento). Pero, además, impulsan la ampliación del campo de la investigación pues también funcionan como ideales que estimulan a que la investigación no se detenga nunca, siendo así el motor del progreso de la ciencia.
Uso ilegítimo. Cuando intentamos aplicar las categorías a las ideas trascendentales incurrimos en lo que Kant considera que es un uso ilegítimo de la razón. Esto nos lleva a una serie de antinomias y paralogismos, que son pares de afirmaciones ante las cuales la razón humana se planta sin poder decantarse por una un otra opción. Por ejemplo:
Antinomias | Paralogismos |
---|---|
Al aplicar las categorías a la idea de mundo | Al aplicar las categorías a la idea de alma |
El mundo es eterno o tuvo comienzo | El alma es una sustancia inmortal o no lo es |
El espacio es infinitamente divisible o es indivisible | El alma es simple e inmaterial o compleja o material |
La libertad es posible en un mundo de leyes naturales o no lo es. | El alma posee una identidad personal o no la posee |
Existe Dios o no existe |
Todo nuestro conocimiento comienza por los sentidos, pasa de éstos al entendimiento, y termina en la razón. No hay en nosotros nada superior a ésta para elaborar la materia de la intuición y someterla a la suprema unidad del pensar.
LA ÉTICA KANTIANA
Kant señala que la razón pura posee una doble dimensión: una especulativa y otra práctica. Es decir, pueden distinguirse dos usos de la razón: el uso teórico es el conocer, y el uso práctico es la determinación de la voluntad. La Crítica de la razón práctica [CRPr] se ocupa de este segundo uso, tratando de responder a la pregunta ¿qué debo hacer?
La CRP primera crítica partía de un hecho: la ciencia. La CRPr también partirá en su estudio de un hecho: la ley moral. Se considera que la ley moral existe, que es un hecho (factum moral) de tipo moral. De lo que se trata es de estudiar la posibilidad de un juicio sintético a priori de carácter práctico: el imperativo categórico. Tal imperativo es estrictamente a priori, formal, no material. El problema sería: ¿basta la razón pura para determinar a obrar a la voluntad y como fundamento de la ley moral y el deber?
Comenzará haciendo una distinción entre dos tipos de ética: las éticas materiales y la ética formal.
Éticas materiales. Las éticas materiales surgen de la experiencia y sus preceptos (o imperativos) son hipotéticos, dependen del fin marcado. Determinan una moral heterónoma, donde la norma no surge de la propia razón sino que es determinada por algo exterior al sujeto. Kant criticará a las éticas materiales por ser empíricas.
(a) Son empíricas o a posteriori: Los preceptos o normas y el contenido se basan en la experiencia. Ej.: "los epicúreos dicen que el placer es el fin del hombre porque la experiencia nos dice que desde niños buscamos el placer". Y la experiencia nos demuestra que la política produce disgustos ("si quieres ser feliz, apártate de la política"). Kant busca una ética cuyos principios sean universales, a priori, válidos para todos en cualquier tiempo y lugar y esto no puede provenir de la experiencia, porque de ella sólo pueden derivarse juicios particulares, tal como lo demuestra el hecho de que los hombres no se pongan de acuerdo sobre los fines que hay que perseguir en la vida, y mucho menos aún, en los medios que han de emplearse.
(b) Son hipotéticas: Los preceptos de la ética material son hipotéticos (no categóricos), condicionales, válidos en una determinada situación o 'hipótesis'. Dicen qué medios hay que poner en juego para conseguir un fin determinado: Si quieres aprobar, tienes que estudiar. Pero qué pasa si uno no tiene el menor interés en aprobar, sencillamente que este precepto no es válido para él. El precepto es válido en la hipótesis de que se quiera aprobar, por lo tanto, no es universal. Kant no está interesado en proponer condiciones que hagan posible la obtención de un pretendido bien particular, sino que busca imperativos de tipo categórico: válidos universalmente y necesarios ('sin contradicción posible', 'lo que es así y no puede ser de otro modo') y no hipotéticos.
(c) Son heterónomas: El sujeto no se da a sí mismo sus propias normas siguiendo su propia razón, sino que su voluntad viene determinada o bien desde fuera, siguiendo las costumbres o usos sociales, o bien desde dentro, pero siguiendo sus inclinaciones o deseos y no su razón. Frente a ello, Kant defiende la autonomía: la autodeterminación de la voluntad del sujeto desde la razón, y no desde otra fuente.
Ética formal. Frente a ellas, Kant defenderá la ética formal: es una ética vacía de contenido empírico, una ética que no procede de la experiencia. Su imperativo no será hipotético, sino categórico, de obligado cumplimiento al margen de las consecuencias o fines, por lo que es una ética universal y autónoma, determinada por la propia razón a priori del sujeto. Según Kant, la ética debe fundamentarse en la idea de deber que está en la conciencia o razón de los hombres de forma a priori y universal.
La ética kantiana es formal, vacía de contenido. Es a priori, no empírica, porque debe ser universal y necesaria para todos. Es categórica, no hipotética, porque sus juicios deben ser absolutos, o lo que es lo mismo, las acciones que cada uno realice deben poder ser universalizables y convertirse en ley para todos. Y, por último, es autónoma, no heterónoma, porque es el sujeto el que debe determinarse a obrar, a darse a sí mismo su ley con la sola determinación de su razón.
Éticas materiales | Ética formal |
---|---|
Empírica | A priori |
Hipotética | Categórica |
Heterónoma | Autónoma |
Ética del deber (o deontológica). La ética kantiana es también una ética del deber, entendido como obligatoriedad de realizar una acción cuando se sabe racionalmente que es conforme a la ley que la voluntad se da a sí misma de manera autónoma.
Actuar por deber es actuar conforme a la ley, pero siendo una ley que cada uno se impone a sí mismo con la sola ayuda de su razón, de tal manera que la ley o máxima de acción resultante sea universal y necesaria. En este sentido, Kant distingue tres tipos de acciones. Supongamos que un amigo nuestro ha cometido un crimen y acude a nosotros para que lo escondamos de la justicia. Tenemos tres posibilidades, según Kant, para actuar:
(a) Acciones contrarias al deber: Son acciones inmorales, que no cumplen la ley moral, como esconder a nuestro amigo y obstaculizar a la justicia. Ahí actuamos por amor al amigo, pero ¿qué pasaría si todo el mundo actuara de esta forma? En el caso de que hubiesen matado a nuestro padre ¿pensaríamos que la persona que esconde al asesino está actuando debidamente?
El siguiente texto expone la posición de Kant:
Otro se ve apremiado por la necesidad a pedir dinero en préstamo. Sabe que no podrá pagar, pero sabe también que nadie le prestará nada si no promete devolverlo en determinado tiempo. Siente deseos de hacer tal promesa, pero le queda conciencia bastante para preguntarse: ¿no es contrario al deber salir de apuros así? Supongamos que decida, sin embargo, hacerlo. Su máxima de acción sería esta: cuando crea estar apurado de dinero, tomaré a préstamo y prometeré el pago, aún sabiendo que no lo voy a devolver. Este principio del egoísmo o de la propia utilidad es quizá compatible con mi bienestar. Pero, ¿es lícito? Transformo la exigencia del egoísmo en una ley universal y me pregunto: ¿qué sucedería si mi máxima se tornase universal? En seguida veo que no puede valer como ley natural universal, ni convenir consigo misma, sino que siempre ha de ser contradictoria, pues la universalidad de una ley que diga que quien crea estar apurado puede prometer lo que se le ocurra proponiéndose no cumplirlo, haría imposible la promesa misma y el fin que con ella pueda obtenerse, pues nadie creería que recibe una promesa y todos se reirían de tales manifestaciones como de un vano engaño.
(b) Acciones conformes al deber: Son acciones meramente legales entregar a la justicia a nuestro amigo por miedo a vernos implicados en su crimen. El móvil de nuestra acción sigue siendo egoísta. Hemos hecho lo que deberíamos hacer, pero nuestra acción sigue siendo inmoral, según Kant, porque nuestra voluntad no ha sido determinada por la conciencia del deber, sino por el miedo a las posibles represalias.
(c) Acciones por deber (morales): Entregar a nuestro amigo a la justicia porque consideramos que es nuestro deber, por mucho que nos duela ver al amigo en tal tesitura.
Para Kant la única norma de moralidad es el deber, que es actuar conforme a la ley, y por respeto a la ley misma, que de un modo autónomo y racional cada uno se impone. El fin que persigue la moralidad es la consecución de una voluntad absolutamente buena, es decir, que siempre obre por respeto al deber.
El imperativo categórico. Por imperativo entiende Kant la ley que la voluntad se da a sí misma siguiendo la orientación de la razón. Por categórico, entiende aquello que tiene validez universal o absoluta y que no está sujeto a condicionamiento alguno. La acción moral debe estar regida por este tipo de imperativos. El imperativo categórico es formal, vacío de contenido (no dice lo que uno tiene que hacer, sino qué forma debe tener la regla o máxima de tu acción para que sea universalmente válida).
La máxima sería el contenido o la concreción que cada uno hace del imperativo categórico. Cada vez que alguien se decida a actuar debe preguntarse si querría que la máxima de su acción se convirtiera en ley universal, es decir, si es conveniente que todo el mundo actúe de la misma forma que él o ella en cada caso parecido. Esta formulación nos indica la forma de la ley moral, nos permite saber si la máxima de nuestra acción es una ley moral.
Formulaciones del imperativo categórico:
- Ley universal. «Obra sólo según una máxima tal que puedas querer al mismo tiempo que se torne ley universal» u «obra de modo que tu voluntad, con su máxima, se torne en legisladora universal».
- Personas como fines. «Obra de tal modo que uses la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro, siempre como un fin al mismo tiempo y nunca solamente como un medio».
En las formulaciones del imperativo categórico se aprecia la influencia de Rousseau y el acento en la autonomía del ser humano.
El fundamento de la ley moral, no proviene de la experiencia, no es a posteriori (contenido), sino de la razón, y por lo tanto a priori (formal). Kant no ofrece reglas de conducta, sino criterios racionales para determinar la validez de las reglas. Una norma o una regla será formalmente válida si es universal, si puede ser racionalmente compartida por todos los sujetos morales. Kant no pretende decir cómo se tiene que actuar, porque si lo dijera su propuesta moral ya no sería ni autónoma, sino heterónoma, ni formal, sino material. El imperativo categórico es el requisito formal al que debe acogerse un sujeto moral para que sus acciones puedan ser consideradas universalmente válidas. La exigencia de obrar moralmente, por deber, se expresa en el imperativo categórico, que establece la forma de la máxima que guía la acción moral (la forma o modo en que debemos comportarnos, no qué debemos hacer en concreto), siendo universal y determinado por la razón a priori. Para cumplir el deber debemos aplicar el imperativo categórico. Cumpliendo el imperativo categórico, según Kant, se conseguiría construir el reino de los fines, una sociedad ideal donde cada persona sería siempre tratada como un fin y no como un medio. Así, la voluntad, según Kant, ha de ser autónoma: libre de inclinaciones (deseos, afectos o caprichos) y movida por imperativos, o mandatos categóricos.
Postulados de la Crítica de la razón práctica
En la CRP, Kant puso de manifiesto la imposibilidad de la metafísica como ciencia, y, por tanto, la imposibilidad de un conocimiento objetivo acerca del alma, Dios y la libertad.
Pero es importante señalar que Kant no niega ni la inmortalidad del alma, ni la existencia de Dios. Lo único que dice es que no son objetos de conocimiento científico. Pero si partimos de que la moral es un hecho tenemos que admitirlos como postulados (proposiciones no evidentes, que no pueden demostrarse, pero que hay que admitir porque si no sería imposible cualquier afirmación). El campo de la afirmación de estas realidades es el de la razón práctica. Según Kant, las realidades metafísicas no son evidentes, no pueden demostrarse, pero hay que admitirlas para que sea posible la moral. He aquí los tres postulados:
Postulado de la libertad. Para que sea posible la moral autónoma (obrar por respeto al deber) es necesaria la libertad. Debemos pues suponer que somos libres y responsables de nuestros actos. Kant nos hace comprender que el hecho moral es lo que nos hace tomar conciencia de la libertad. Sin libertad, no tiene sentido hablar de moral, no podemos ser moralmente responsables si no disfrutamos de libertad. El sujeto racional, al enfrentarse a un dilema moral, a una elección, se descubre libre. No es posible la moralidad sin la libertad, del mismo modo que no existe libertad que no conlleve responsabilidad. En este sentido, se configura la libertad como una conquista que ha de realizar el sujeto racional, la conquista de su autonomía.
Postulado de la inmortalidad del alma. La voluntad, con su acción moralmente buena, persigue un fin inalcanzable en esta vida. Así, hay que afirmar la inmortalidad para que sea posible llegar a esa voluntad absolutamente buena que, según Kant, es el fin máximo de toda moralidad.
Postulado de la existencia de Dios. En el mundo el ser y el deber ser no se identifican; es necesario admitir a Dios como ser donde se identifican esas dos realidades: en él se da la unión perfecta entre virtud y felicidad.
Así, la razón práctica ha recuperado las ideas de la razón pura dándoles una realidad moral. Señalando además cierta primacía de la razón práctica: «porque todo interés, en último término es práctico, e incluso el de la razón especulativa es perfecto sólo de una manera condicionada y en el uso práctico» [ref?].
Para concluir y cerrar ambas Críticas, recordemos un texto de Kant donde manifiesta su inquietud por el conocimiento científico del mundo y su preocupación ética:
Hay dos cosas que llenan el ánimo de admiración y de reverencia siempre nuevas y crecientes, cuanto más a menudo y con más detenimiento se dedica a ellas: el cielo estrellado por encima de mi (conocimiento de la naturaleza) y la ley moral que hay en mi (senda de la ética).
Para Kant, el hombre, que en la razón pura se había revelado como un ser fenoménico, finito, pero dotado (en cuanto a razón) de una apertura estructural hacia lo infinito (las ideas) y de una irreprimible necesidad de tal infinito, en la razón práctica, se revela como efectivamente consagrado a lo infinito. A través de esta postura se trasciende el horizonte de la ilustración y se llega hasta el umbral del romanticismo, que manifestará una evidente tendencia hacia lo infinito.
EL PROBLEMA DE LA SOCIEDAD: POLÍTICA
Kant trata el problema de la política en obras como la Metafísica de las costumbres (de 1797, en cuya primera parte «Principios metafísicos de la doctrina del Derecho» trata expresamente de la filosofía del Derecho y del Estado), «Idea de una historia universal desde un punto de vista cosmopolita» (1784), «Respuesta a la pregunta ¿qué es Ilustración?» (1784) y «La paz perpetua» (1795) publicado con ocasión de la Paz de Basilea.
El pensamiento político de Kant es fruto del diálogo con las posiciones de los clásicos iusnaturalistas: Hobbes, Locke, Hume y Rousseau, y el realismo político de Maquiavelo (unas veces para expresar acuerdo y otras desacuerdo) constituyendo en sí misma una síntesis bastante peculiar. Por otro lado, está fuertemente influido por dos hechos históricos: la Revolución Francesa (1789) y la Independencia de los Estados Unidos (1776) y dominado por los ideales de libertad, igualdad y dignidad individual, propios de la Ilustración.
Simpatizante de la causa independentista en América del Norte y de la Revolución francesa, fue un gran promotor de la libertad de pensamiento y expresión (de la autonomía del sujeto), y luchador, a su manera, contra el despotismo político y religioso.
Al igual que en la ética —donde se le confiere al individuo, en cuanto sujeto moral, la capacidad de convertirse en legislador de lo moral, desde su autonomía—, en la política, el ciudadano será considerado también como el sujeto creador del campo de la actividad pública común.
La capacidad legislativa del ser humano se funda en el carácter formal con el que Kant concibe la ética, y que expresa en el imperativo categórico que, como principio formal de la razón práctica, se extenderá a todos los campos de la misma, incluida la actividad política. Así, no es de extrañar que Kant haya propuesto tres definiciones del imperativo categórico, subrayando ya el carácter universal de la norma moral, ya el valor intrínseco del individuo como fin en sí mismo, dada su naturaleza racional y su autonomía.
La política, como espacio público del ejercicio de la libertad, está ligada a la noción de derecho, haciéndola posible. En consonancia con el carácter formal de la moralidad, el derecho no se concibe como un sistema normativo de regulación de la convivencia, sino como el marco formal en el que se establecen las condiciones y los límites de la acción en el campo de la convivencia, del ejercicio de la libertad. La ley jurídica ha de tener, por lo tanto, al igual que la moral, un carácter universal y a priori; sin embargo, mientras la ley moral se autoimpone al individuo, la ley jurídica se le impone mediante una coacción externa.
La ley jurídica, siguiendo el imperativo categórico, ha de ceñirse a la naturaleza racional del ser humano. Kant afirmará por eso la existencia de derechos naturales (los propios de tal naturaleza racional), que serán el límite de la acción del Estado. Las relaciones entre individuos o la organización de la convivencia tienen una naturaleza racional. La ley jurídica no puede actuar contra esa naturaleza. La filosofía política de Kant se relaciona así con la filosofía política moderna del Estado natural y de las teorías del contrato. Hay una naturaleza, anterior a la organización política de los seres humanos, que es la fuente de derechos universales contra los que no se puede legislar, y que actúan por sí mismos como principios de organización de la vida política, que debería tender a una República universal. Además de los derechos naturales, el legislador, en función de las necesidades históricas, podrá desarrollar leyes (el derecho positivo) que correspondan al desarrollo de la sociedad civil.
Kant parte de una consideración de la Historia como progreso constante de la libertad y la racionalidad (proyecto ilustrado). La especie humana se inscribe como sujeto/objeto en ese mismo devenir, de tal manera que, según Kant, está sujeta al progreso, y se puede hablar de edades diferentes a nivel histórico como se hace a nivel biográfico. De la misma manera que un hombre tiene infancia, adolescencia, juventud y madurez, las sociedades humanas también las tienen. La infancia de la humanidad es comparable, según Kant con lo que Hobbes, Locke y Rousseau, denominaron estado de naturaleza
El estado de naturaleza. Este concepto cumple una doble función: como ideal crítico que serviría para denunciar las sociedades actuales (v. Rousseau), y como hipótesis metodológica para explicar el nacimiento del Estado.
«El estado de paz entre hombres que viven juntos no es un estado de naturaleza (status naturalis), que es más bien un estado de guerra, es decir, un estado en el que, si bien las hostilidades no se han declarado, sí existe una constante amenaza de que se declaren» [Kant, La paz perpetua, Ed. Biblioteca Nueva p.81]
Al igual que Hobbes, concibe el estado de naturaleza como un estado de guerra potencial resultante de la ausencia de una autoridad pública que determine qué corresponde a cada uno en caso de conflicto. Aunque haya derechos como el de propiedad y derechos derivados de los contratos, son provisionales porque su vigencia depende de la fuerza para defenderlos o del respeto o la buena fe de los otros. Esa falta de seguridad jurídica es la que aconseja a los hombres salir de ese estado y construir un ámbito jurídico establecido: el Estado. La propia naturaleza determina al ser humano a asociarse y aislarse:
«Entiendo aquí por antagonismo la insociable sociabilidad de los hombres, esto es, el que su inclinación a vivir en sociedad sea inseparable de una hostilidad que amenaza constantemente con disolver esa sociedad. Que tal disposición subyace a la naturaleza humana es algo bastante obvio. El hombre tiene una tendencia a socializarse, porque en tal estado siente más su condición de hombre al experimentar el desarrollo de sus disposiciones naturales. Pero también tiene una fuerte inclinación a individualizarse (aislarse), porque encuentra simultáneamente en sí mismo la insociable cualidad de doblegar todo a su mero capricho » [Kant, Ideas para una historia en clave cosmopolita, Tecnos, 1987, pp. 8-9.]
Para Kant, el antagonismo es el medio del que se sirve la naturaleza para hacer que los seres humanos lleguen a un orden legal donde puedan realizarse como fines en sí mismos, y no solamente como medios.
Kant concibe el contrato social como la condición que hace posible la instauración del derecho público, por el que quedan garantizados los derechos naturales. En realidad, Kant admite un sólo derecho natural: el de libertad, del que derivan todos los demás, los derechos civiles de igualdad y de autonomía. El derecho de libertad, al tiempo que garantizado, queda limitado por el derecho de los demás, según el acuerdo tomado por la voluntad pública.
El Estado civil: contrato y soberanía
«El acto por medio del cual el pueblo mismo se constituye en Estado... es el contrato originario, según el cual todos (...) entregan su libertad exterior al pueblo, para recobrarla inmediatamente como miembro de un cuerpo común, esto es, del pueblo en cuanto Estado. No se puede decir, por tanto, que en el Estado el hombre ha sacrificado un parte de su libertad exterior innata a un fin determinado, sino que ha abandonado completamente su voluntad salvaje y sin leyes para recobrar nuevamente su libertad sin mengua en una dependencia legal, es decir, en un estado jurídico; sin mengua, porque esa dependencia procede de su propia voluntad.»
El contrato originario, no es en Kant un hecho histórico, sino un ideal regulativo, un criterio ideal por el que se legitiman las Constituciones positivas. El pacto es el resultado de una voluntad general, no en el sentido que le da Rousseau (mero "bien común" fruto de decisiones democráticas asamblearias) sino entendida como idea regulativa de la razón, conocida a priori, por la que el legislador se obliga a ejercer su función como si las leyes fueran "derivadas de la voluntad general del pueblo". Así, en la sociedad civil, todo ciudadano es un colegislador, pues al obedecer las leyes, se obedece a sí mismo.
En Kant, la voluntad general se desdobla en la voluntad constitutiva de la sociedad y en la voluntad legislativa del soberano creado por la sociedad. El pueblo no ejerce su poder directamente, sino mediante una representación: ya sea un monarca o una asamblea. La soberanía no reside en el pueblo, sino en las leyes que han de ser el reflejo de la voluntad general. Desde esta posición Kant puede aceptar la legitimidad del monarca absoluto, suponiendo que éste, cuando legisla, lo hace identificándose con la voluntad del pueblo: su voluntad es expresión de la voluntad nacional.
Por tanto, Kant supone tres momentos en la constitución del Estado:
- La multitud de individuos;
- El pueblo reunido que tiene una voluntad general;
- El pueblo sometido a la voluntad jurídica del legislador supremo.
Se trata de una teoría política que justifica el despotismo ilustrado, en tanto en cuanto los hombres se nieguen a alcanzar su mayoría de edad, su autonomía, aunque al mismo tiempo, según veremos a continuación, se opone a dicha doctrina.
La finalidad del Estado es la de garantizar el Derecho. La felicidad individual (Aristóteles, Aquino...) es un asunto personal y privado. El papel del Estado se reduce a ofrecer el marco jurídico, el ámbito de seguridad, que posibilita aquella empresa. En este punto, Kant se opone a la doctrina del despotismo ilustrado, entonces dominante, que supone una concepción paternalista del Estado: los súbditos son como menores de edad y el monarca ha de velar por su felicidad:
Nadie me puede obligar a ser feliz según su propio criterio de felicidad (tal como se imagina el bienestar de otros hombres), sino que cada cual debe buscar esa condición por el camino que se le ocurre, siempre que al aspirar a semejante fin no perjudique la libertad de los demás, para lograr así que su libertad coexista con la de los otros, según una posible ley universal (es decir con el derecho de los demás).
Cuando el soberano quiere hacer feliz al pueblo según su particular concepto, se convierte en déspota.
Kant, por el contrario, es el filósofo del Estado de Derecho (aunque el término tardará todavía medio siglo en inventarse). El Estado kantiano es un Estado liberal, pero, a diferencia del liberalismo clásico, el de Kant no es empírico y utilitario, sino racional.
Formas de gobierno. Los tres poderes del Estado participan del atributo común de la soberanía, que se muestra en cada uno de ellos con su específico matiz: el poder legislativo es irreprensible (irresponsable), el ejecutivo es irresistible, y el judicial es inapelable.
Kant distingue entre forma de soberanía y forma de gobierno. La primera clasificación contempla quién es el legislador soberano, y distingue: autocracia, aristocracia, democracia. Según como estén relacionados los poderes, distingue entre gobierno despótico (los poderes están centralizados) y gobierno patriótico o republicano (separación de poderes). Combinando los diversos términos de estas dos clasificaciones tenemos las formas políticas posibles.
Autocracia. Kant sustituye el término "monarquía" por el de autocracia, que puede ser despótica o republicana. Reserva el término «monarquía» para la autocracia republicana, de la que es partidario. La monarquía o es limitada, con un parlamento legislativo, y es entonces republicana, o es absoluta, pero actúa con espíritu republicano. En ésta el rey se siente representante del pueblo y favorece la evolución hacia una forma plenamente republicana. El rey actúa en nombre del pueblo, procura no aprobar ninguna ley que no pueda ser querida por todo el pueblo, es decir, respeta el principio de la voluntad general.
Democracia republicana. La democracia republicana sería la mejor de las formas políticas posibles, donde el hombre podría gozar de plena libertad para vivir y pensar. Sin embargo, es difícil de establecer (y se hace necesaria la figura del monarca, que lleve en sí estas ideas y encamine al pueblo a su efectiva realización) ya que se hace necesaria la salida de la minoría de edad del hombre.
La constitución republicana es la única adecuada al derecho de los hombres, pero es también la más difícil de establecer de conservar. Hay quienes afirman que tendría que ser un Estado de ángeles, dado que los hombres no están capacitados por sus tendencias egoístas para una constitución de tan sublime forma.
El ciudadano. Dentro de esta legislación se denomina ciudadano (citoyen), es decir, habitante del Estado y no vecino de la ciudad (bourgeois), al que tiene derecho de voto. Solo en la constitución republicana los súbditos tienen la dignidad de ciudadanos porque poseen sus tres atributos jurídicos:
(a) Libertad legal: consiste en no obedecer a ninguna ley a la que no haya dado su consentimiento; (b) igualdad civil: gozar de los mismos derechos y deberes y garantías legales. (c) independencia civil: no debe su existencia y manutención a nadie y tiene la potestad de representarse a sí mismo. Es, en definitiva, la independencia económica.
Así, sólo pueden tenerse como 'ciudadanos' a los considerados 'activos', a los que gozan de independencia (fundamentalmente económica). Estos están legalmente capacitados para ejercer el sufragio y hacer uso público de su razón. El ciudadano pasivo (mujeres, siervos) goza de igualdad y libertad naturales reconocidas por las leyes, pero es una parte pasiva del Estado y no se le reconoce el derecho al sufragio. El Estado de Kant es, pues, una agrupación de propietarios.
Uso público y privado. Mediante las expresiones 'uso público' y 'uso privado' Kant establece la relación básica que el ciudadano ha de mantener con el poder. Entiende por uso público de la razón el que hace alguien de ella en cuanto docto ante el gran público, el que hace un ciudadano cuando trata de poner en conocimiento de sus semejantes un aspecto negativo del sistema, exponiendo las razones en contra y proponiendo una reforma. Es una especie de crítica constructiva bien fundada que se realiza con el fin de mejorar y hacer progresar a la sociedad en su conjunto. El uso público no es incompatible con el uso privado de la razón: utilización que le es permitida hacer en un determinado puesto civil o función pública. Un ciudadano que tenga un cargo público debe entender que las normas, aunque sean incomprensibles o anticuadas deben ser obedecidas para evitar la disolución de los vínculos sociales que dichas normas tratan de consolidar, no obstante debe mantenerse la confianza en la posibilidad del progreso que trae consigo el otro uso de la razón, el público.
«Puesto que todo hombre tiene, sin embargo, sus derechos inalienables, a los que ni puede renunciar aunque quiera y sobre los cuales él mismo está facultado para juzgar [...] resulta que se ha de otorgar al ciudadano [...] la facultad de dar a conocer públicamente su opinión acerca de lo que en las disposiciones de ese soberano le parece haber de injusto para con la comunidad. Pues admitir que el soberano ni siquiera puede equivocarse o ignorar alguna cosa sería imaginarlo como un ser sobrehumano dotado de inspiración celestial. Por consiguiente, la libertad de pluma es el único paladín de los derechos del pueblo» [Kant, ¿Qué es la ilustración?]
No hay que esperar, ni que desear, que los reyes filosofen ni que los filósofos sean reyes, porque la posesión del poder daña inevitablemente el libre juicio de la razón. Pero es imprescindible para ambos que los reyes, o los pueblos soberanos (que se gobiernan a sí mismos por leyes de igualdad), no permitan que desaparezca, ni que sea acallada, la clase de los filósofos, sino que puedan éstos hablar públicamente para la clarificación de sus asuntos, pues la clase de los filósofos, incapaz de banderías y alianzas de club por su propia naturaleza, no es sospechosa de difundir una propaganda.
La revolución. Las ideas liberales de Kant se combinan con un espíritu conservador. No cree en la revolución porque considera que atenta contra el orden social, que es la garantía de la paz necesaria para el desarrollo de la vida ciudadana y supone volver a un estado de naturaleza en el que no hay garantías jurídicas ni poder coactivo que pueda llegar a sostenerlas. El progreso que Kant defiende es el tutelado o vigilado por gobernantes bien capacitados (Federico II en la Prusia de su época, monarca a quien Kant admiraba por su talante progresista). La oposición contra el poder legislativo y, sobre todo, la acción que lleve al levantamiento o rebelión es el delito supremo y más punible en una comunidad, porque destruye sus fundamentos.
El hecho revolucionario queda fuera de lo jurídico y, como cualquier acción contra Derecho, debe ser coactivamente reprimido. Solo la revolución triunfante merece una explicación racional que recuerda a la de Hobbes: en la situación prerrevolucionaria, aunque en apariencia existía la sociedad civil, se vivía de hecho en estado de naturaleza, pues el soberano no tenía el poder suficiente para imponer su legalidad. El Derecho revolucionario subsiguiente, emerge entonces como el único posible y obliga a los ciudadanos. En parte por eso Kant valoró la Revolución francesa como un auténtico progreso histórico y aprobó su objetivo fundamental: el derecho de un pueblo a cambiar el despotismo por una constitución republicana.
Relación entre Estados. El pensamiento kantiano, en lo relativo a la relación entre los Estados se dirige a la construcción de un reino donde los seres humanos, y la comunidad de ellos, sean fines en sí mismos y donde impere la paz perpetua basada en el espíritu cosmopolita.
Conclusión. En conclusión, desde una teoría del contrato social, Kant caracteriza el estado de naturaleza como un estado inseguro. En vistas a la consecución de la paz, se suscribe un pacto social que garantice un marco jurídico de convivencia. A partir de ahí, la soberanía reside en las leyes cuyo origen debe ser una voluntad general. A los ciudadanos activos se les reconoce el derecho a sufragio y tienen derecho a hacer un uso público de su razón (ejercer la crítica), al mismo que están obligados a hacer un uso privado de la misma (obedecer el orden legal vigente). La rebelión es completamente inadmisible, aunque puede ser explicable. Respecto al despotismo, mantiene una posición ambivalente. En última instancia, Kant es partidario de una constitución republicana, y si no es posible, de un despotismo ilustrado que tenga espíritu republicano.