David Hume

Vida y obra

Nace en Edimburgo en 1711, ciudad en la que estudiará Derecho, interesándose tempranamente también por las teorías de Newton. En 1734 se traslada a Francia, instalándose en la Flèche, donde había estudiado Descartes. Allí escribe su obra fundamental, el Tratado de la naturaleza humana, que publica con 26 años anónimamente y que fue un fracaso absoluto. Hume escribió más tarde: «Ya nació muerto al salir de la imprenta, y no consiguió alcanzar ni un murmullo entre los fanáticos». Al Tratado le sigue un breve Resumen en 1740, pero la decepción es tal que hace que Hume repudie la obra y la convierta (aunque no en su totalidad) en otra más breve titulada Investigación sobre el entendimiento humano en 1748. Ya entonces se había ganado el sobrenombre de 'Hume, el ateo', fama que le hace fracasar en su intento de ocupar la cátedra de ética de Edimburgo en 1752. Entre 1763 y 1766 ocupa un cargo en la embajada de París, donde alcanza cierta fama entre los ilustrados franceses, hasta el punto de que en su vuelta a Londres le acompaña Rousseau. En 1769 se retira definitivamente a Edimburgo. Otras obras suyas son: Investigación sobre los principios de la moral, Discursos políticos, y la póstuma Diálogos sobre la religión natural. Muere en 1776

¿Una moral 'newtoniana'?

A veces se considera a Hume como 'el Newton de la ciencia moral'. El título completo del Tratado lo da a entender: Ensayo e introducción del método experimental de razonamiento en las cuestiones morales. Hume pretende aplicar el método newtoniano, experimental y demostradamente válido en el estudio de la naturaleza, a los asuntos morales, a la 'ciencia del hombre'. Tanto Hume como Newton se niegan a 'fingir hipótesis' o explicaciones últimas incomprobables. Hume, además, concibe la mente de modo similar a como concebía Newton el universo: las impresiones son como corpúsculos o átomos que se atraen o repelen entre sí por una especie de fuerza de "gravitación" (lo que serán las leyes de asociación). En el Tratado, además, cree que ese enfoque puede valer para unificar todas las ciencias (lo mismo que intentó Descartes) en torno a lo que sería una ciencia fundamental de la naturaleza humana: 

todas las ciencias se relacionan en mayor o menor grado con la naturaleza humana. [...] incluso las matemáticas, la filosofía natural y la religión natural dependen de algún modo de la ciencia del hombre, pues están bajo la comprensión de los hombres y son juzgadas según las capacidades y facultades de éstos. [Ref.]

Esta nueva ciencia busca examinar «la extensión y las fuerzas del entendimiento humano y explicar la naturaleza de las ideas que empleamos y de las operaciones que realizamos al argumentar». Este proyecto deberá realizarse dentro de un marco empirista (no podemos ir más allá de la experiencia) y empleando la metodología newtoniana. Éstos son los propósitos que aparecen en la Introducción del Tratado. El instrumento de análisis más importante en esa obra son las leyes de asociación de ideas, que nos remiten a los únicos lazos que unen entre sí las partes del Universo, porque [...] son los únicos lazos de nuestros pensamientos, por lo cual son, para nosotros, el cimiento del universo. [Resumen, 12] 

Sin embargo, la conclusión de la primera parte del Tratado es pesimista: Hume confiesa sentirse al borde del escepticismo total. Por eso, cuando ocho años después publica la Investigación, los objetivos son otros. Ha abandonado la idea de crear una ciencia del hombre y renuncia a aplicar el método de Newton. Esta obra es más breve y se centra en el análisis del entendimiento y tiene un fuerte carácter crítico. En ella busca fijar los límites de la capacidad de conocimiento del hombre. Y el instrumento de análisis que emplea es nuevo: la distinción entre cuestiones de hecho y relaciones de ideas. Aquí la tónica de la obra es un escepticismo moderado. 

En los años siguientes, Hume se dedica a estudios sobre diversos temas (moral, religión, economía, política...), empleando un método descriptivo e histórico (la historia natural de entonces). El espíritu de sistema (de un conocimiento ordenado que sigue una serie de normas y procedimientos) ya ha desaparecido por completo y Hume aparece más bien como un filósofo ilustrado. En otras palabras, el Hume maduro abandona la idea de una fundamentación positiva de la ciencias y de la ciencia del hombre, y se dedica a investigaciones particulares de carácter crítico sobre los temas más diversos. 

Teoría del conocimiento (epistemología)

El empirismo

Los antecedentes del empirismo se encuentran en la tradición nominalista del pensamiento inglés, especialmente en Ockham, en la escuela de Oxford o en Francis Bacon. Como corriente, el empirismo se extiende a lo largo de dos siglos. Locke fue una de sus primeras figuras, y Berkeley y Hume vivieron en el siglo XVIII.

Frente al racionalismo. El empirismo es una corriente filosófica opuesta, en muchos aspectos, al racionalismo. La contraposición parece más clara si tenemos en cuenta que el racionalismo había tomó como modelo el carácter matemático de la ciencia moderna, mientras que el empirismo se centró más en el otro aspecto esencial de la misma: la importancia de la experiencia.

Racionalismo Empirismo
Origen de las ideas Hay ideas innatas que son la base del conocimiento Datos de los sentidos
Criterio de verdad La evidencia racional La experiencia
Método Deductivo (modelo matemático) Inductivo (modelo de las ciencias experimentales)

Temática. El problema del conocimiento (el origen y validez del mismo) es el tema fundamental, el tema previo e ineludible antes de comenzar cualquier otra investigación. En eso coincide con el racionalismo. Locke refiere que el haber caído en la cuenta de esto fue lo que le motivó a escribir su Ensayo sobre el entendimiento humano

Estando reunidos en mi despacho cinco o seis amigos [...] se me ocurrió que habíamos equivocado el camino, y que antes de meternos en discusiones de esta índole [relacionados con el ser humano] era necesario examinar nuestras actitudes y ver qué objetos están a nuestro alcance o más allá de nuestro entendimiento. Así lo propuse a la reunión, y como todos estuvieran de acuerdo, convinimos que ése debería ser el primer objetivo de nuestra investigación. 

El origen del conocimiento es la experiencia. Esta es la tesis principal del empirismo. La mente es como una tabla rasa, un papel en blanco carente de toda instrucción y todo contenido, sin ninguna idea. «¿De dónde se hace la mente con esa prodigiosa cantidad que la imaginación limitada y activa del hombre ha grabado en ella, con una variedad casi infinita? [...] A estas preguntas contesto con una sola palabra: de la experiencia. He aquí el fundamento de todo nuestro saber, y de donde en última instancia se deriva» [Locke, Epístola al lector].

La experiencia equivale a la percepción (externa o interna), y por eso Hume llamará a los contenidos de la experiencia 'percepciones'. Locke entiende por experiencia el conocimiento por observación directa, es decir, que incluye las sensaciones que tenemos tanto de objetos sensibles externos como las de nuestro propio cuerpo, así como las operaciones internas de la mente (reflexión), como ahora veremos.

La primera tesis implica la negación de las ideas innatas de los racionalistas. Locke dedicó el primer libro de su Ensayo a demostrar que no existían. El tema era tan importante, que un filósofo racionalista como Leibniz se vio obligado a replicar en su Nuevos ensayos sobre el entendimiento humano, en cuyo prefacio dice: 

[...] Se trata de saber si el alma en sí misma está enteramente vacía, como tablillas en las que todavía no se ha escrito nada, tal y como piensan Aristóteles y el autor del Ensayo; y si todo lo que en ella está trazado proviene únicamente de los sentidos y de la experiencia, o si, por el contrario, el alma ya contiene originariamente los principios de varias nociones y doctrinas que los objetos externos únicamente despiertan en ocasiones. [...] Pudiera ser que nuestro sabio autor no difiera por completo de mi manera de pensar. Ya que tras haber empleado todo su primer libro en rechazar las luces innatas, consideradas en un sentido determinado, al comienzo del segundo y a continuación reconoce que las ideas que no tienen su origen en la sensación proceden de la reflexión...

El último párrafo indica que el empirismo de Locke no es absoluto. Leibniz sugiere que la "reflexión" deja la puerta abierta a las ideas innatas. En Locke hay todavía concesiones al racionalismo que no encontraremos en Hume. 

El conocimiento humano no es ilimitado. La experiencia es su límite. Para el racionalismo la razón no tiene más límites que el grado de perfección humana, mientras que los empiristas sitúan el límite del conocimiento en un lugar más cercano: no podemos ir más allá de la experiencia (Tratado, Introd.). Así se reduce el campo propio de la filosofía y la certidumbre del conocimiento: sobre las cuestiones empíricas en muchas ocasiones sólo cabe un conocimiento probable. Solo las matemáticas nos dan conocimientos ciertos y necesarios, la física es una ciencia meramente probable y el resto son ilusiones. Hume mantiene además una postura escéptica respecto a los problemas metafísicos. Su Investigación termina, significativamente, así: 

Si procediéramos a revisar las bibliotecas convencidos de estos principios, ¡qué estrago no haríamos! Si cogemos cualquier volumen de teología o metafísica escolástica, por ejemplo, preguntemos: "¿Contiene algún razonamiento abstracto sobre la cantidad y el número?" No. "¿Contiene algún razonamiento especial acerca de cuestiones de hecho o de existencia?" No. Tírese entonces a las llamas, pues no puede contener más que sofistería e ilusión.

Todo conocimiento es conocimiento de ideas. En esto coinciden empiristas y racionalistas: lo que directamente conoce la mente son sus ideas, no las cosas, y pensar se reduce a relacionar ideas entre sí. 

Desde el momento en que la mente, en todos sus pensamientos y razonamientos, no tiene ningún otro objeto inmediato que sus propias ideas, las cuales ella sola contempla o puede contemplar, resulta evidente que nuestro conocimiento está dirigido sólo a ellas. Creo que el conocimiento no es sino la percepción del acuerdo y la conexión -o del desacuerdo y rechazo- entre cualesquiera de nuestras ideas. En esto consiste solamente. (Locke, Ensayo, IV, 1, 1-2) 

En Berkeley esta tesis conduce al idealismo (negación de la realidad del mundo material que percibimos). 

Los empiristas conceden gran importancia a los análisis de los mecanismos psicológicos que explican las asociaciones de ideas entre sí. El contenido y el alcance de cualquier idea debe ser explicado y valorado siempre a partir de las ideas más simples que la componen. Así es como todos los empiristas aceptan la doctrina fundamental del nominalismo: las ideas universales no son sino ideas particulares unidas mediante una palabra. 

Conclusión. El empirismo propone un nuevo concepto de razón diferente del de los racionalistas: una razón dependiente y limitada a la experiencia. Esa es la única guía del hombre y debe tener una finalidad práctica. Al considerar imposible la metafísica, los empiristas se dedican a cuestiones políticas, morales, religiosas, pedagógicas...Y, por primera vez, es una razón crítica que examina sus propios límites y posibilidades. 

Para el empirismo todo nuestro conocimiento procede de la experiencia, negándose la existencia de las ideas innatas en la razón, cuyo origen sería anterior a la experiencia, ya que nuestro entendimiento es como una página en blanco en la que no hay nada escrito al nacer. No hay conocimiento válido sino en la medida en que el análisis pueda reducirlo a la experiencia. Funda el conocimiento en un psicologismo total.

Hume

Hume es el autor empirista más importante. Radicaliza y culmina la tradición empirista, llevando hasta las últimas consecuencias los presupuestos básicos de la misma. Hume distinguirá dos tipos de contenidos mentales:

  1. Impresiones. Son las presentaciones mentales de las percepciones recibidas por la sensibilidad. Pueden ser simples (el sabor de una manzana) o complejas (la suma de sabor, textura, color, etc.). También son impresiones las pasiones y las emociones.
  2. Ideas. Representaciones o copias mentales de las impresiones (pasadas), son menos vivas y proceden de una impresión. Las ideas simples son evocaciones de las impresiones simples anteriores. Las complejas pueden ser copia de impresiones complejas o haber sido producidas por nuestra mente mediante la asociación de otras ideas.

La diferencia entre impresiones e ideas radica fundamentalmente en el grado de fuerza o vivacidad. Las impresiones son nuestras percepciones directas, y por tanto las más intensas. No debemos distinguir las percepciones como inmediatas o mediatas a las cosas (por su relación directa con el mundo, la cual desconocemos), sino por una característica propia como es la vivacidad. Las percepciones se distinguen en sí mismas, sin referencia alguna a las cosas.

Si todos los contenidos de nuestro pensamiento, ya sean impresiones o ideas, se derivan de nuestra percepción interna o externa y si la razón no puede engendrar por sí sola ninguna idea original, se llega a la conclusión de que todas nuestras ideas se derivan de nuestras impresiones. Nos es imposible pensar algo que no hayamos sentido previamente con nuestros sentidos internos o externos. No existen ideas innatas, todas nuestras ideas son copias o restos en la memoria o la imaginación de impresiones, o combinaciones de las mismas. 

El principio de copia permite a Hume construir un criterio de discriminación que utiliza con frecuencia. En el Resumen explica Hume el modo como él mismo ha empleado este criterio en el Tratado

Cuando una idea es ambigua, siempre se puede recurrir a la impresión correspondiente que la puede convertir en clara y precisa. Así, cuando el autor sospecha que un término filosófico no está aparejado a ninguna idea, como es muy común, se pregunta siempre: ¿de qué impresión se deriva esta idea? Y si no puede remitirse a ninguna impresión, concluye que el término en cuestión carece de significado. De esta manera ha examinado nuestra idea de "substancia" y de "esencia", y sería de desear que este método riguroso se practicara más a menudo en los debates filosóficos.

Para Hume todo conocimiento de la realidad proviene de un razonamiento a posteriori y el criterio de verdad para saber si una idea es verdadera o falsa es recurrir a la impresión de la que procede. 

Dos modos de conocimiento. Asimismo, afirmará dos modos de conocimiento racional que se basan en la distinción conocida como el 'tenedor de Hume', en referencia a la 'navaja de Ockham', que aparece en su Investigación

  • El conocimiento de relaciones de ideas (razonamiento a priori). Las proposiciones de este tipo son analíticas, lo que significa que el predicado está de algún modo implícito en el sujeto. No nos dan nueva información, son a priori. Para conocer su verdad no es necesario recurrir a la experiencia ya que es anterior o independiente de la misma. Son proposiciones necesarias y su contrario es imposible, contradictorio. De esta clase son las proposiciones de las matemáticas y de la lógica y, en general, todas las afirmaciones que son intuitivas o demostrativamente ciertas. Que ‘el cuadrado de la hipotenusa es igual a la suma del cuadrado de los lados’, expresa la relación entre tales partes del triángulo. Las proposiciones analíticas pueden descubrirse por la mera operación del pensamiento, con independencia de lo que pueda existir en cualquier parte del universo.
  • El conocimiento de hechos (razonamiento a posteriori) está basado en la experiencia. Son proposiciones sintéticas, en ellas el predicado no está implícito en el sujeto, afirmando así algo nuevo sobre la realidad, por lo que se amplía nuestro conocimiento de la misma. Son a posteriori, porque su verdad o falsedad se descubre solamente a través de la experiencia. Todo nuestro conocimiento, exceptuando matemáticas y lógica, es de este tipo. Lo contrario de cualquier cuestión de hecho es posible, no presupone ninguna contradicción y puede ser concebido por la mente con la misma facilidad que si fuera totalmente ajustado a la realidad. 'El sol no saldrá mañana' no es una proposición menos inteligible que su contraria, ni implica contradicción alguna. En vano, pues, intentaríamos demostrar su falsedad si no es remitiéndonos a la experiencia. Si fuera demostrativamente falsa, implicaría contradicción o jamás podría ser concebida directamente por la mente.

Por todo lo dicho, según Hume, a las relaciones de ideas les corresponden razonamientos demostrativos, mientras que a las cuestiones de hecho sólo corresponden razonamientos probables. 

Asociación de ideas. Las ideas no se encuentran desconectadas en la mente. 

  • Por un lado, la imaginación tiene un gran poder y libertad para mezclar y combinar a su gusto.
  • Pero existe también, en las ideas en sí mismas, una especie de atracción, que tiene en el mundo mental efectos tan extraordinarios como la fuerza gravitatoria de Newton en el natural, aunque sus causas sean en gran medida desconocidas. Esta atracción es como una fuerza producida por la semejanza entre las impresiones o ideas.
  • Hume reduce esa fuerza de atracción a tres leyes o principios: el de semejanza, el de contigüidad y el de causa-efecto (o principio de causalidad). Que no existan más que estas tres leyes es algo que Hume considera difícil de demostrar. Los ejemplos que aduce son los siguientes: una pintura conduce naturalmente nuestros pensamientos a su original (semejanza); la mención de la habitación de un edificio lleva a preguntar naturalmente acerca de las demás (contigüidad en el espacio, pero también podría ser contigüidad o continuidad temporal); y si pensamos en una herida resulta difícil no pensar naturalmente en el dolor que puede causar (causa-efecto).

Escepticismo y fenomenismo

Crítica del principio de causalidad. Pero Hume critica el principio de causalidad según el cual un hecho determinado (causa) produce siempre y necesariamente un efecto concreto. Este principio sería inaceptable: no podemos tener impresión de ninguna conexión entre causa y efecto, no podemos percibir que algo vaya a ocurrir siempre y necesariamente de la misma manera. Para Hume, la relación causa-efecto la afirmamos por la experiencia o costumbre de haber percibido de modo habitual un acontecimiento detrás de otro. Por ello creemos que lo que ha sucedido en el pasado se repetirá en el futuro y que objetos semejantes tendrán efectos semejantes. Para Hume, el principio de causalidad es sólo una suposición o creencia basada en el hábito y la costumbre de haber tenido en el pasado la impresión de dos acontecimientos distintos unidos consecutivamente.

Conocimiento probabilístico. El problema de conocer la realidad a través de los hechos que percibimos es que nuestro conocimiento sobre ella solo puede ser probable. En términos prácticos, acepta que bastan las impresiones y la memoria (los recuerdos son ideas cercanas a las impresiones) para asegurar la realidad del presente y de nuestro pasado. El problema está en el futuro, ya que sobre él no podemos tener ninguna impresión. Es cierto que hay acontecimientos futuros que parecen absolutamente evidentes. Si observamos que alguien acerca la mano al fuego estamos seguros de que se quemará, igual que tenemos la certeza de que el sol saldrá mañana. ¿En qué se basa esta supuesta evidencia? Hume razona del siguiente modo:

  1. Nuestros razonamientos sobre cuestiones de hecho parecen fundarse en la relación de causa y efecto. Solo por medio de esta relación podemos ir más allá de lo que nos indican nuestra memoria y nuestros sentidos. Creemos saber que alguien sufrirá una quemadura porque sabemos que el fuego es 'causa' de tal de efecto. Pero ¿cómo sabemos que "el fuego" es causa de quemaduras?
  2. Las causas y los efectos se descubren mediante la experiencia, no por la razón. Hume señala que el efecto es distinto a la causa y que, por tanto, no puede descubrirse en ella. El simple examen racional de una cosa no permite descubrir los efectos de que puede llegar a ser causa (por ejemplo, que el fuego queme). Hay que acudir siempre a la experiencia. Hume es newtoniano: todo descubrimiento sobre leyes de la Naturaleza debe hacerse experimentalmente, no a priori. Entonces, la cuestión se transforma en esta otra: ¿de qué modo la experiencia nos permite descubrir las causas?
  3. Los argumentos que se fundan en la experiencia están basados en la semejanza observable en los hechos naturales, la cual nos induce a esperar 'efectos' semejantes a los que hemos visto en ocasiones anteriores. Si siento repetidamente que el fuego quema, nada me hace pensar que la próxima vez no vaya a suceder lo mismo. Pero esto implica un presupuesto de enormes consecuencias: que el futuro será como el pasado. Y este presupuesto es absolutamente indemostrable. Para Hume, los razonamientos demostrativos sólo se dan en las relaciones de ideas cuya negación es imposible (en el sentido de que sería una contradicción). En los acontecimientos naturales o cuestiones de hecho, como hemos dicho, lo contrario siempre es posible: el fuego podría no quemar (esto no es inconcebible ni contradictorio). Es imposible demostrar que el futuro será como ha sido el pasado (que es la ley de constancia de la Naturaleza, segunda Regla de Newton). Por tanto, si no es la razón la que nos induce a esperar esto, ¿qué es lo que nos induce?
  4. La costumbre es, para Hume, la guía de la vida humana. Es lo que nos induce a creer que volverá a repetirse el mismo acontecimiento. Nuestra seguridad en el futuro no se basa en la razón, ni es una seguridad absoluta, sino que es es una creencia basada en la costumbre o el hábito. Se trata de una creencia muy probable y muy firme, sin duda, pero nada más que una creencia a fin de cuentas. Por tanto, la certeza posee una base meramente psicológica.

Todo lo anterior muestra hasta qué punto reduce Hume el papel de la razón y cómo encuadra su capacidad dentro de unos límites muy estrechos. No podemos tener certeza racional sobre cuestiones de hecho, sino únicamente creencias. Es la creencia lo que guía al ser humano y no un conocimiento racional objetivo y cierto. ¿Qué es la creencia? La creencia en el fondo es un sentimiento de tipo particular que acompaña a una asociación de ideas, de manera que dicha asociación se impone a la mente, convirtiéndola en principio regulador de nuestras acciones. La creencia no es una asociación aleatoria, no es como las ficciones de la imaginación, sino una asociación que se impone a la mente apoyada en un hábito o costumbre mental. Tal hábito se crea a partir de la experiencia repetida de unas impresiones como, por ejemplo, la sucesión fuego-quemadura. Si vuelvo a contemplar el fuego, se me presentará sin necesidad de razonamiento alguno la idea de quemadura. Esta asociación fuego-quemadura (causa-efecto) será acompañada por un sentimiento vivísimo, que hace aparecer la futura quemadura como algo tan real y evidente como si se tratara de una impresión. Igual que una impresión, por su intensidad y vivacidad, nos indica lo que es real, una idea o predicción sobre el futuro, al darse acompañada por la creencia, posee prácticamente la misma intensidad y vivacidad, y nos hace obrar en consecuencia. Dicho de otro modo: al ver (en la impresión) el fuego, parece como si estuviéramos viendo también (en la idea) la quemadura, e instintivamente retiramos la mano. 

En conclusión, la verdad de toda ley de la naturaleza es, por tanto, sólo probable. 

Sin embargo, Hume acepta la utilidad de estas creencias para la vida y, por ello, la ciencia misma resulta útil para la humanidad, pues gracias al hábito y la creencia ha podido la humanidad ha podido sobrevivir desde tiempos inmemoriales. En ello no nos diferenciamos mucho de los animales. 

Hume concluye con dos afirmaciones notables: 

  1. Parece haber una "armonía preestablecida" entre el curso de la Naturaleza (que nos es desconocido) y el curso de nuestras ideas. Y es la costumbre la que ha realizado esta correspondencia tan necesaria para nuestra supervivencia;
  2. La "sabiduría de la Naturaleza" ha asegurado que la inferencia causa-efecto se realice mediante un "instinto o tendencia mecánica", y no mediante laboriosas deducciones racionales.

Realidad y metafísica

Hume criticará las tres sustancias cartesianas (el yo, la realidad exterior y Dios), asegurando que es imposible conocer su existencia y defendiendo el escepticismo. 

El yo. Negará la posibilidad de afirmar la existencia del "yo" entendido como una identidad permanente y estable, una sustancia o esencia, pues es imposible tener una impresión (o intuición) permanente y estable del propio yo. Nuestro yo no es más que la sucesión de las impresiones acaecidas en nuestra mente, impresiones que nuestra memoria recuerda y que unificamos ilícitamente para crear ese concepto. Así, el yo es un hecho psicológico producido por la memoria, y no algo sustancial. La palabra "substancia" o "yo" no designa más que un conjunto de percepciones que nos hemos acostumbrado a encontrar juntas. 

La mente es una especie de teatro en el que distintas percepciones se presentan de forma sucesiva; pasan, vuelven a pasar, se desvanecen y mezclan en una variedad infinita de posturas y situaciones. No existe en ella con propiedad ni simplicidad en un tiempo, ni identidad  lo largo de momentos diferentes, sea cual sea la inclinación natural que nos lleve a imaginar esa simplicidad e identidad. La comparación del teatro no debe confundirnos: son solamente las percepciones las que constituyen la mente, de modo que no tenemos ni la noción más remota del lugar en que se representan estas escenas, ni tampoco de los materiales de que están compuestas (Tratado, I, 4, 6). 

El mundo. Para asegurar que no podemos conocer si existe la realidad exterior se basará en su crítica a la idea de causa. Al no ser capaces de afirmar sin duda que nuestras impresiones procedan de algo exterior, por no poder aplicar el principio de causa y efecto, no podremos asegurar que exista la realidad externa a mí. Por tanto, no podremos saber con seguridad si existe una realidad extramental. 

Dios. Igualmente, señalará que no podemos asegurar la existencia de Dios pues es imposible tener experiencia de él y, por tanto, no es posible demostrar su existencia. 

Así, y como conclusión final, Hume, en su desarrollo radical del empirismo, terminará estableciendo el escepticismo, que afirma imposible demostrar la existencia del mundo, del yo y de Dios, y el fenomenismo, que afirma que solo es posible conocer la impresiones como hechos mentales. 

Ética: Emotivismo moral

Dicotomía razón-sentimiento. Para Hume, los juicios morales ni son ni pueden ser fruto de la razón. Si filósofos anteriores creen que la razón puede imponerse sobre los deseos (como Descartes y su racionalismo moral), Hume considera lo contrario, que la razón es incapaz de mover al ser humano. Lo que nos mueve es la pasión o el sentimiento. El bien y el mal entendidos en sentido moral, y que nos permiten hablar del deber, la virtud o el vicio, no son relaciones de ideas ni cuestiones de hecho. Por eso, ser bueno o malo no es algo que podamos afirmar de un hecho, de una decisión o de una persona, por ejemplo. Así pues, los juicios morales no son relaciones entre ideas (no son analíticos), ni cuestiones de hecho, ya que no describen una característica percibible de algo, sino que lo valoran como bueno o malo produciendo así un juicio de valor imposible de ser percibido. Así pues, las distinciones morales no se derivan de la razón. Tienen que tener su origen en otro sitio. 

Falacia naturalista. Hume considera que las éticas anteriores que sugieren un origen racional de la moral incurren en la falacia naturalista: tratan de deducir lo que debería ser (la moral, el señalar que algo está bien o mal) de la mera observación de la realidad (percibir cómo es algo de hecho). Esto es, tratan de derivan del ser, de lo que el hombre es (de su naturaleza), el deber ser, esto es, el bien y el mal morales, la virtud y el vicio. 

Pero nada es menos filosófico que esos sistemas según los cuales la virtud es algo idéntico a lo natural, y el vicio a lo no natural. Según Hume, en los sistemas morales siempre se comienza con enunciados descriptivos, donde se emplea el verbo "es", para a continuación, y de forma que él mismo confiesa le sorprende, transformarse en un enunciado prescriptivo, aquel cuya formulación se basa en un "debe ser" y, por lo tanto, promueven a la acción y el juicio de valor. Este paso del "ser" al "deber ser" para Hume es ilegítimo, al menos realizado desde la razón, pues no podemos pasar mediante ella de consideraciones meramente fácticas (de hechos) a consideraciones morales (valorar si están bien o mal esas acciones o hechos). 

Además, si bien el razonamiento puede ayudarnos a clarificar la utilidad de las acciones humanas nunca puede impulsarnos a realizarlas. En conclusión, según Hume, la moral no surgirá de nuestra razón.

Emotivismo moral. ¿Cómo son posibles entonces los juicios morales? El fundamento de los juicios morales se halla en el sentimiento. Los sentimientos son las fuerzas que nos emoujan a obrar. Hume defenderá un emotivismo moral: el fundamento de la moral será el sentimiento moral del individuo. La moral no se basa en la razón, sino en el sentimiento. En cuestiones morales se siente más que se juzga. Este sentimiento moral es una emoción o "gusto" interior que surge en el sujeto y que muestra agrado o desagrado ante las acciones siendo universal a todos los hombres. Por lo que el sentimiento que descubre la virtud o el vicio de una acción es el de aprobación o desaprobación. Este sentimiento moral, se funda en dos principios: la utilidad y la simpatía. 

  • La utilidad (algo novedoso) nos permite conocer la expectativa del placer que una acción puede hacernos conseguir. Así, aquellas acciones que más placer nos vayan a procurar, incluyendo un cálculo sobre sus consecuencias futuras, son aquellas que tenderemos a calificar como buenas. Por ello, la calificación moral de las acciones humanas no se basa en el altruismo o amor a la humanidad sino en criterios pragmáticos, esto es, la utilidad de la acción contemplada para la colectividad. Todo lo que contribuye a la felicidad de la sociedad merece nuestra aprobación. El cálculo  del placer que producirá determinada acción es importante para Hume. Por ejemplo, una acción como robar nos puede procurar un placer instantáneo, pero a largo plazo si todos actuásemos así, sería imposible la convivencia, por tanto, esa acción la calificamos como mala, no por altruismo o amor a la humanidad, sino porque procura un displacer futuro y no resulta útil.
  • La simpatía, que es la inclinación que todos los hombres poseen a participar de los sentimientos y de las inclinaciones de los otros seres humanos, la cual nos lleva a obrar moralmente. Es algo similar a la empatía. Con ella se garantiza que el sentimiento moral no sea individual y que la moral no sea meramente convencional, sino que se funde en un sentimiento moral característico de la propia humanidad que la hace, por tanto, universal. La simpatía hace posible que las reglas morales puedan ser para toda la comunidad al basarse en este sentimiento característico de la propia humanidad que nace de su forma de ser, algo más fuerte que establecer las normas por convención. Lo que conocemos del contexto, influye, pero el el elemento emocional es el último criterio de decisión.
  • La benevolencia. Además de la virtud artificial de la justicia Hume va a considerar la existencia de una virtud natural útil a los demás: la benevolencia. Como virtud natural, su origen reside exclusivamente en una pasión natural de hacer bien a los demás. Hume rechaza en su Inquiry que la benevolencia sea una forma retorcida de interés propio. Argumenta que hay que ir a la explicación más sencilla, y es más sencillo suponer una genuina benevolencia que no un interés propio oculto y retorcido. Incluso en los animales podemos constatar la existencia de benevolencia. Cuando valoramos la benevolencia de otra persona, la razón por la que la aprobamos es porque resulta 'útil' para alguien. Cabe señalar cómo Kant criticará a Hume que admita la posibilidad de valorar moralmente lo que es un buen sentimiento, algo que natural, espontánea e inevitablemente nos sale. En el Treatise en cambio parece tender a analizar la benevolencia partiendo de la simpatía. Observemos que si mis propias impresiones (de placer y dolor) me provocan pasiones que me mueven a realizar las acciones oportunas que las generen o eviten, lo mismo se puede decir respecto a las impresiones que he alcanzado por el mecanismo de la simpatía, sólo que en este caso las acciones tienen que repercutir sobre el otro con el que he empatizado. Así que, conforme a este análisis, la razón para el comportamiento altruísta es de tipo egoísta.

Críticas. Entre las principales críticas que recibió la ética de Hume está la existencia de razonamientos morales. La moral no son simples 'explosiones' emotivas, alguien moralmente perplejo puede aclarar su postura reflexionando y argumentar (aunque un emotivista diría que se trata de simple retórica).

Sociedad y política

Utilidad. Hume se basará en la idea de utilidad para analizar la política. Defiende el carácter utilitario que ha de tener toda teoría política, frente a las utopías que dibujan una sociedad ideal. Lo importante es que el sistema político establecido resulte eficaz, útil y provechoso para los individuos. Los humanos vivimos en sociedad precisamente por eso, porque es útil, porque es más ventajoso convivir con los demás que tratar de sobrevivir aisladamente. Una forma de gobierno es legítima si contribuye a la utilidad de la sociedad y mejora las condiciones de vida de las personas.

Origen del poder. Hume critica las teorías basadas en principios eternos o esencias, que pretenden demostrar con ellas la legitimidad política. Rechaza las doctrinas del origen divino del poder: la idea de lo divino nace de los instintos humanos. Y rechaza las teorías contractualistas (o teorías del contrato social) por considerar inexistente el estado de naturaleza y absurdo creer que la sociedad se forma y legitima a través de un acuerdo racional como es un contrato. Los supuestos de "estado de naturaleza" y "contrato social" son ficciones indemostrables, poco razonables, siendo así su teoría política consecuente con su empirismo. Es la utilidad de los hombres lo que explica la formación de las sociedades a partir de la célula familiar. 

Legitimidad. No hay que buscar fundamentación trascendente a la legitimidad del poder: éste es un hecho que se funda a su vez en hechos (usurpación, transmisión hereditaria, elección...). La legitimidad del poder procede sólo de los hechos y éstos son los que establecen las leyes. Afirma que los seres humanos nacen ya dentro de una sociedad determinada de la cual no tienen posibilidad de desvincularse.

Familia y Estado. Según Hume, los seres humanos somos egoístas pero también nos movemos por la simpatía y la benevolencia. El origen de la sociedad lo encuentra en el instinto sexual, una pasión social que en su origen tiene que ver con el deseo sexual y la familia, a partir de este se forma el núcleo familiar. La base de la sociedad será el deseo de los seres humanos de unirse y proteger a su descendencia,  haciendo así de la familia la base social. 

La familia es insuficiente. El gobierno nace ante los problemas y conflictos y el derecho a la rebelión está legitimado. entra en juego la razón, de la que emerge una idea de justicia, en particular en relación con la propiedad privada (paso reflexivo del acto de propiedad al derecho de propiedad)

Ésta se irá ampliando buscando un mayor bienestar. Al percibir la utilidad del desarrollo social para la mejora de la vida contemplamos que la única legitimidad del gobierno está en procurar beneficios para los individuos. El beneficio que el gobierno produce a cada ciudadano es la clave de su legitimidad y cuando este beneficio desaparece el gobierno se convierte en ilegítimo y cabe la sublevación. 

Dios

Además de que Dios no sea conocible, la religión no tiene su principio en la razón, pues surge de sentimientos como el temor, la ignorancia y el miedo a lo desconocido. Es decir, la religión tiene una base psicológica, y quizás patológica, ya que Hume llega a hablar de «sueños de hombres enfermos» [Historia natural de la religión, cap. XV]. Pese a ello, Hume también reconoce que el problema de Dios se trata un enigma y un misterio inexplicable y considera que la utilidad y el interés justifican las creencias religiosas. Hume, anticipándose a Kant, hace una crítica radical de las pruebas de la existencia de Dios. No se puede afirmar racionalmente que Dios existe, pues negar su existencia no supone contradicción alguna (argumento ontológico de Anselmo). Pero no hay ningún principio de causalidad que nos permita descubrir la existencia de un Dios único y personal (prueba cosmológica). El estudio de la Historia natural de la religión lleva a Hume a afirmar que el politeísmo precedió al monoteísmo, y que éste tiene el peligro de conducir a la intolerancia. Hume termina volviendo a la gran constante de su pensamiento: un escepticismo moderado que quiere salvarnos del dogmatismo y la superstición. 

Ser un escéptico filosófico es el primer paso y el más esencial para ser un cristiano sincero y creyente: ésta es la proposición que yo recomendaría. 

Agnóstico, rechaza la demostración de la existencia de Dios, pues queda más allá de toda experiencia.