El origen de la filosofía

[siglos VI-V a. C.]

No es posible señalar un momento exacto que marque el origen de la filosofía. Tradicionalmente se considera que la filosofía surge hacia el siglo VI a.C. en las ciudades de la costa occidental de la actual Turquía (concretamente en la antigua ciudad de Mileto), pero el conocimiento que tenemos de las primeras épocas es muy impreciso.

La filosofía surge mezclada con las narraciones míticas de Hesíodo, Homero y con una profunda influencia de tradiciones espirituales o intelectuales provenientes de las civilizaciones de Oriente Próximo (Mesopotamia) y Egipto. Además, lo que ha llegado hasta nuestra época de dicho origen no son obras completas sino fragmentos y testimonios transmitidos por autores o filósofos posteriores que nos han contado esos orígenes según consideraron más oportuno. Nuestro conocimiento de los orígenes de la filosofía es fragmentario e indirecto.

Frente a la explicación mítica de la realidad. Lo primero que se plantearon los filósofos fue el problema de la naturaleza o physis [φύσις], entendida como una unidad o totalidad en la que se incluye todo lo existente. Significa algo similar a cosmos, el universo en su totalidad, pero apuntando de manera especial hacia lo que es la propia ‘naturaleza’ de las cosas, hacia el principio generador todo lo que ocurre en el mundo, hacia eso que hace ser lo que son a las cosas. En su intento de explicación de todo lo que existe, lo primero que intentaron los filósofos fue entender el cambio y el origen de las cosas. Ese intento de explicación se basa en la convicción de que todo lo que ocurre se debe a uno o a un pequeño número de elementos esenciales. El principio, origen de todo y que explica el cambio en la naturaleza, lo llamaron arjé. ¿Cuál es el arjé? Está será la primera pregunta que intentan responder los filósofos.

Es necesario tener presente que, en el contexto intelectual del mundo griego antes del siglo V, las divisiones entre disciplinas científicas o filosóficas tales como física o metafísica —así como las viejas narraciones de carácter mítico— carecen del sentido que asumieron a partir de las construcciones teóricas de Platón y Aristóteles y son, por ello, un anacronismo. Por otro lado, aunque el término 'presocráticos' nos lleva a pensar que estamos hablando de filósofos anteriores a Sócrates, no se trata de una denominación completamente exacta en términos cronológicos, pues tenemos presocráticos (como los atomistas) que son contemporáneos a Socrátes. Si se les considera dentro de los presocráticos es porque presentan una afinidad temática más clara con los filósofos anteriores que con el propio Sócrates o los sofistas.

¿Cómo era el mundo en el que surgió la civilización griega? ¿Qué ocurría en aquellos momentos en lugares tan diferentes como la antigua China, Mesopotamia o Egipto?

Contexto histórico

Hay diversos factores que dieron lugar a esta nueva mentalidad o forma de pensar. Si hacia el s. VII a. C. se produce el nacimiento del pensamiento racional no se debe solo a la genialidad griega, sino a una serie de cambios sociales, económicos e ideológicos que favorecieron el surgimiento de la filosofía.

Cambios socioeconómicos. La sociedad griega en sus orígenes era una sociedad aristocrática y guerrera en la que la nobleza poseía la tierra y dirigía los ejércitos. La economía estaba basada en la agricultura y el trueque era la única forma de intercambio y los valores predominantes eran los de la propia aristocrática: el linaje, el éxito, la fama. Pero alrededor del s. VII a.C. se producen avances en las técnicas de navegación que llevan a un importante desarrollo del comercio. El poder económico pasa de la nobleza a los comerciantes, y la aristocracia da paso a una burguesía que sustituye aquellos valores aristocráticos por otros que a la postre serán más compatibles con la ciencia y la filosofía. Se comienza a usar la moneda y se tiene más contacto con otras culturas, se valora más la objetividad y los conocimientos prácticos. Se trata de clases acomodadas que pueden dedicar tiempo de ocio a sus pasatiempos intelectuales sin estar agobiados por la propia necesidad de supervivencia. Y, aunque el contacto con las civilizaciones mesopotámica y egipcia hace que los griegos estén en contacto con visiones del alma o mitos cosmogónicos (que tratan del origen del mundo) de diverso tipo, su mentalidad más práctica les hace buscar explicaciones que no sean simplemente imaginativas. Buscan respuestas convincentes que no dependan del folklore propio de cada pueblo, sino explicaciones que puedan ser compartidas en base a su racionalidad (por ejemplo, las que explican la realidad en términos de causas y efectos). Por otro lado, la aparición del dinero y de las primeras ciudades o polis, serán factores importantes en los orígenes de la democracia, y definirán el contexto en el que los sofistas y Sócrates plantean sus posturas filosóficas.

Factores ideológicos. La sociedad griega carecía de libros sagrados y de un sistema de enseñanza organizada. No era una sociedad constreñida por dogmas o creencias inflexibles acerca del ser humano y del mundo. Era una cultura que estaba en contacto con formas de pensar diferentes, por lo que la mentalidad popular se caracterizaba por un sano escepticismo: habiendo tantas mitologías diferentes parecía improbable que todas pudiesen ser verdaderas. Una explicación convincente de la realidad debería superar esa dificultad.

Dentro del trasfondo mitológico en que surge la filosofía (con obras como la Ilíada o la Odisea de Homero) destaca un elemento que caracteriza a la mitología griega frente a otras: la idea de destino, una fuerza superior a la voluntad de los hombres y de los dioses que determina de modo necesario e inevitable aquello que ha de ocurrir. El paso del mito a la explicación racional (logos) se produce cuando, movidos por un deseo de objetividad, los griegos transforman la necesidad caprichosa del destino en otro tipo de necesidad, mucho más cercana a lo que hoy entendemos por ley natural. El destino y las leyes naturales comparten la característica de no poder ser cambiados por nada, pero el destino es algo incognoscible y variable, mientras que la ley natural sí puede ser conocida, pues es algo constante o permanente.

Destino Ley natural
Incognoscible Cognoscible
- Aparente Profunda (ser)
- Cambiante Permanente
- Múltiple Unitaria

Estas tres características –permanencia, esencia y unidad– se obtienen mediante el empleo de la razón, por encima del conocimiento sensorial que nos muestra la realidad como algo aparente, cambiante y múltiple.

Mito y logos

Con frecuencia se subraya la oposición entre mito y logos. Es cierto que la novedad de la filosofía proviene del hecho de que a partir del s. VI a.C. aparece un tipo de reflexiones acerca de la realidad que contrastan con las explicaciones anteriores. Donde antes había narraciones fantasiosas ahora encontramos los primeros intentos de explicación racional de la realidad.Pero para entender los matices de esos primeros momentos debemos comprender que en los albores de la filosofía ni el mito es tan irracional ni la filosofía tan racional como a veces se nos hace suponer.

El mito no pretende una explicación per se de la realidad. Explica el cómo, no tanto el por qué. En el mito se narran las cosas a través de relatos fantásticos con dioses, que se suelen identificar con los fenómenos naturales, y cuya voluntad parece ser el principio que mueve el mundo. Un ejemplo de esa relación entre los espíritus y los acontecimientos naturales es la asociación que la mitología nórdica realiza entre Thor y el trueno. El mito ubica simbólicamente al ser humano dentro de un orden y por ello se constituye una visión en la que pueden encontrarse:

  1. Narraciones sobre el origen del mundo o 'cosmogonías'. Que explican el principio del mundo y del ser humano recurriendo frecuentemente a deidades que se identifican con los diversos elementos o procesos materiales.
  2. Visiones del fin del mundo. O mitos 'escatológicos', que narran grandes catástrofes o el final mismo de los tiempos. En ocasiones son mitos de renovación que narran el renacer de un mundo tras una catástrofe o un periodo de decadencia.
  3. La muerte y el alma. Son posturas cercanas a la religión que sugieren que hay un alma que sobrevive al cuerpo.
  4. Las fuerzas. Fuerzas internas a todas las cosas que son identificadas como almas. Es lo propio de lo que se conoce como animismo.
  5. Los antepasados. Hay visiones míticas que consideran que los antepasados están de alguna manera presentes en la actualidad, y que hay que honrarlos. También se cuentan dentro de este apartado esos mitos históricos que narran las hazañas de héroes o figuras legendarias (en ocasiones en un mismo plano de realidad que los propios dioses).

La filosofía ya no se ocupa de 'situarnos' en el mundo, aspira a resolver el problema de entender el mundo. Quiere entender el mundo como es, sin recurrir a causas exteriores al mismo. Para eso no sirve una simple narración mítica, es necesaria la reflexión racional. La filosofía deja atrás el poder simbólico de los mitos y pasa a valorar la objetividad de las explicaciones causales (esas en las que entendemos los hechos en función de las causas objetivas que los provocan). La dimensión imaginativa o creativa de la mente pasa a un segundo plano para que la racional, esa que es compartida de igual modo por todos los humanos, pase al primer plano.

El logos engloba todas aquellas explicaciones que buscan una visión ordenada de la realidad conforme causas y efectos que no dependen de una voluntad clara o difusa, sino mecanismos fijos constantes a toda la naturaleza [physis]

MITO LOGOS
Narraciones sobre naturaleza y origen del mundo, los hombres y la sociedad. Pretenden formar una explicación unitaria de la totalidad de lo real. Ley o principio que ordena lo natural. Fuerza interior de cada cosa por cuya acción nace, crece o evoluciona. Puede descubrirse, pues el logos natural y el humano son el mismo.
Apela a imaginación y sentimientos. Apela a la razón. Nivel mayor de abstracción.
Se articula prácticamente a través de los ritos. Ligado a sociedades de tipo aristocrático y tradicional Se articula a través del diálogo (demostración, investigación, reflexión…) que inicia una tradición dialéctica que busca encontrar explicaciones cada vez más acertadas.
Completo, invariable, definitivamente constituido en sus misterios y ritos. Es una búsqueda que nunca acaba.
Es propio de una sociedad o cultura. Universal, común a todas las culturas, por eso a veces se asocia al comercio o actividades que dependen más de la eficacia más que de la herencia (ej. aristocracia).
Los fenómenos naturales se explican por fuerzas divinas personificadas: resultado de decisiones (más o menos arbitrarias) de dioses con competencia en esa materia. Los fenómenos naturales se explican por sus causas, que son la realidad subyacente de las cosas.
Explicaciones fabulosas, imaginarias. Pueden explicar un tipo de hechos apelando a hechos de un tipo totalmente distinto (ej.: explicar acontecimientos materiales en función de la psicología de los dioses). Se intenta explicar un tipo de hechos recurriendo a otros hechos y propiedades de ese mismo tipo (ej:. explican fenómenos naturales por las características naturales propias de una determinada materia).
Ejemplo: el terremoto es causado por la cólera de Poseidón, que da con el tridente en el suelo. Ejemplo: el terremoto es causado por las olas que se levantan en el mar sobre el que flota el disco de la Tierra (explicación de Tales).
Fenómenos naturales dependen de la arbitraria voluntad de un dios. Fenómenos naturales necesarios, sometidos a leyes.
Los fenómenos sociales y humanos reciben una explicación mítica. En ellos (ej. guerras) intervienen los dioses. La historia humana y la de los dioses se entremezclan. El logos también comprende lo humano (principalmente por los últimos presocráticos o el giro antropológico de los sofistas).
Explicaciones herméticas, dadas o interpretadas por el mago, sacerdote u oráculo. Se trata de una explicación al alcance de cualquier persona que use su sentido común.

Tanto el 'mito' como el 'logos' son modelos de visiones totalizadoras. La esencia del logos supone que tras la variedad múltiple y cambiante de las cosas que se ofrece a nuestros sentidos no hay más que una realidad única. Así, lo que buscarán los primeros filósofos es reducir la pluralidad a unidad (a un único principio o un conjunto limitado de principios).

Ejemplos de relatos míticos en Grecia son los de Hesíodo (Teogonía) o los de Homero (Iliada y Odisea), pero comprendería también manifestaciones religiosas como los cultos mistéricos o los cultos a Orfeo.

No hay que olvidar que la distinción entre mito y logos es en ocasiones borrosa. Los primeros filósofos se mueven entre ambos dominios, incluso Platón recurre a los mitos tanto por su valor especulativo como para la divulgación de su pensamiento. Puede decirse que, desde su inicio hasta la actualidad, la filosofía no ha dejado nunca de tener un claro componente irracional.

Las distintas facetas del logos

Simplificando un poco, podríamos traducir la palabra griega logos [λόγος] como razón o discurso. Se trata de la explicación objetiva de algo. Pero el logos es un concepto amplio, y para que nos resulte más claro vamos a ver un poco más lo que significa ese término para los filósofos presocráticos:

  1. Principio material. Algunos presocráticos pensaron que para explicar la realidad lo fundamental es conocer la sustancia que compone las cosas materiales (agua, fuego…), sería como encontrar un primer y a veces único elemento. Esa búsqueda de los primeros elementos a veces puede darnos un elemento concreto (conocido, como el agua o el fuego) o abstracto, indefinido (como el apeiron de Anaximandro).
  2. Principio formal. Hay presocráticos que consideran que lo que nos permite explicar la realidad no son los elementos físicos que componen las cosas. Buscan un principio lógico, formal, estructural, un principio organizador más que algo material. Para filósofos como los pitagóricos ese principio es algo concreto como el número (algo que se puede manejar en forma de relaciones cuantitativas simples). Pero para otros filósofos ese primer principio formal se acaba convirtiendo en algo tan abstracto como el devenir (en Heráclito) o la persistencia en invariabilidad de Parménides. Lo veremos con más detalle.
  3. Las ‘fuerzas’. Entre esos primeros principios hay filósofos que tienen la intuición de que existen principios que podemos considerar a la vez materiales y formales, como las fuerzas. El ejemplo más claro sería el de Empédocles cuando habla del amor y el odio (que serían similares a fuerzas de atracción y repulsión).

Otra de las peculiaridades del esquema mental que preside la interpretación racional es la convicción de que todo el universo se reduce en último término a uno o pocos elementos esenciales que le dotan de unidad. Sus combinaciones crean la pluralidad del mundo tal y como lo percibimos.

Temas fundamentales de los presocráticos

1. La naturaleza. Con los griegos aparece la idea de naturaleza (physis) a la que se puede atribuir dos significados principales:

  • El conjunto de todas las cosas, el conjunto de lo que brota y se manifiesta, emergiendo a partir de su principio propio.
  • La esencia de las cosas, lo que entendemos como la ‘naturaleza’ de las mismas. Realidad única y origen de todas las cosas. Dentro de esta idea, prácticamente todos los presocráticos coinciden en distinguir en entender la naturaleza como un kosmos, un conjunto ordenado, en oposición al caos. Perciben un orden estático, sino dinámico, cambiante, en el que todo está en continuo movimiento. Ese cambio puede explicarse por unas leyes o principios explicativos (a ser posible uno sólo, pues la naturaleza es algo único). Ese será el gran reto: explicar una naturaleza dinámica y cambiante a través de una ley o principio que no esté sometido al cambio, que ha de ser inmutable (pues de lo contrario no la podríamos conocer). Este principio explicativo será el arjé, que es el principio esencial y originario de la naturaleza, que se entiende como (1) aquello que existía al principio y del cual surgió todo; y (2) como el sustrato último de lo real, eso que todos los seres tienen en común y que garantiza la unidad de la naturaleza.

2. Apariencia y realidad. Saber de qué están compuestas las cosas plantea una dificultad: ¿podemos fiarnos de nuestros sentidos? Lo cual está muy relacionado con el cambio y la permanencia:

3. Cambio y permanencia. Trata de cómo algo puede seguir siendo lo que es si está sometido al cambio, si se enfrenta a la existencia de procesos de movimiento y cambio (génesis-corrupción) que la experiencia común y ordinaria observa en la naturaleza. Los presocráticos se sitúan ante la necesidad de definir lo real como estable o como cambiante. Esa oposición define un dilema metafísico que han heredado las posteriores generaciones de filósofos.

Principales filósofos presocráticos

Los pensadores más primitivos los encontramos en el siglo VII a.C. Son los sabios (sophoi), personajes casi míticos para los propios griegos, de los que se elaboran varias listas; la más conocida hablará de los siete sabios de Grecia: Quilón de Lacedemonia, Misón de Quenea, Cléobulo de Lindos, Solón de Atenas, Bías de Priene, Pittaco de Mitilene y finalmente, Tales de Mileto. Estos sabios se expresarán de una manera gnómica (por máximas, gnome): máximas de sabiduría vital, con consejos de orientación ética y política. Máximas como, por ejemplo, 'conócete a ti mismo' o 'nada en demasía'. En ésta misma línea de sabiduría vital hay que situar a los poetas líricos de los siglos VII y VI.

Suele clasificarse a los presocráticos en monistas, dualistas o pluralistas según consideren uno, dos o múltiples principios originarios.

La primera escuela presocrática que nos encontramos es la de los milesios (naturales de Mileto), a ellos se debe las primeras identificaciones del arjé.

Tales de Mileto

A Tales (624-546 aprox.) se le cuenta entre los siete sabios de Grecia. Las leyendas sobre su figura nos lo describen tan despistado como sagaz en los negocios. Hay quien dice que predijo un eclipse de sol.

Agua. Tales es el primer filósofo que busca la causa de la naturaleza en la naturaleza misma, y propone una solución materialista: todo el cosmos es materia y su arjé ha de ser material. Se considera también monista: dijo que el principio constitutivo de todas las cosas o arjé naturales es el agua, que a través de distintos procesos de condensación y rarificación produce la multiplicidad del mundo que conocemos.

Pero lo importante fue el problema suscitado: la noción de principio, y el sentido de la filosofía como búsqueda de principios. El saber filosófico pretende hallar el principio que ahora y siempre impulsa, sostiene, y hace crecer el universo visible.

Todo está lleno de dioses. Defiende también cierto «hilozoísmo», que unos lo interpretan como que todo está lleno de 'dioses', aunque parece más sensato pensar que quiere Tales quiere decir que todo está lleno de vida.

Anaximandro

Apeiron. También de Mileto, se dice de Anaximandro (610-545 aprox.) que escribió el primer libro de contenido filosófico. Para Anaximandro el arjé no es algo claramente material, al menos no es una sustancia conocida del mundo material cotidiano, sino algo indeterminado al que denomina apeiron, algo sin límites definidos o claros, algo que no podemos entender o conocer en su totalidad. En sus transformaciones los cambios de temperatura juegan un papel importante.

Evolucionismo. Con él aparece también cierta concepción evolucionista: los seres humanos provienen de los peces.

Anaxímenes de Mileto

Aire. Anaxímenes (585-524 aprox.) admite que el origen de todas las cosas es indeterminado, pero se niega a aceptar que sea un misterio. Tiene que ser posible conocerlo por la experiencia. Anaxímenes considera que el arjé es el aire, que rodea el cosmos y además es infinito. Por ello es también monista.

Cosmología. Cree que la Tierra es plana y está sostenida en el aire, dando importancia a los diversos procesos de condensación y rarefacción.

Pitagóricos

Cronológicamente posterior a los Milesios es la escuela de Pitágoras, que tras estudiar matemáticas en Egipto funda una escuela que, por su carácter esotérico y cerrado algunos consideran como una secta. Se trata de una mezcla de casta religiosa y mística en la que podemos encontrar una forma de explicar la naturaleza en la que ya no importa tanto el principio material como el principio organizador o formal que explica la esencia de las cosas.

Los pitagóricos ya no buscan la 'materia prima' del universo, sino la lógica subyacente de la realidad. Y encuentran en las relaciones numéricas la explicación de la estructura del universo. Observaron que la realidad tiene un comportamiento matemático: la relación proporcional entre una o varias magnitudes determina la naturaleza de tal o cual fenómeno. El orden del Universo es matemático, se basa en ‘cantidades’ que en última instancia pueden reducirse a números. Esas relaciones numéricas constituyen la esencia de las cosas. Los números son el sustrato común a todo lo que existe. Son un lenguaje capaz de representar la armonía musical del cosmos.

Además de ser herramientas matemáticas, los números tienen un fuerte componente simbólico para los pitagóricos. La dualidad entre números pares e impares simboliza los aspectos duales de la naturaleza, la organización de lo real en torno a parejas de opuestos (noche-día, macho-hembra, p.ej.). Si los anteriores autores suelen clasificarse como monistas, los pitagóricos en ocasiones son por esta razón denominados 'dualistas'.

Aquí vemos cómo mito y razón conviven en los presocráticos. Los indicios racionales se mezclan con ideas imaginativas que rozan lo supersticioso. Asignan, a cada cosa un número. Al Universo, por considerarse perfecto, se le asigna el número 10 (tetratkys), que se consideraba el número más perfecto. Por eso el universo habría de estar formado por una gran masa de fuego, que es el sol, rodeado por 9 planetas que giran en órbitas circulares.

Otro aspecto importante de la filosofía pitagórica es su proximidad a religiones como el orfismo: consideraban que en el ser humano hay alma y cuerpo y que al morir el alma emigra a otro cuerpo (transmigración), más o menos digno (animal, o planta, etc) según los méritos que hayan acumulado en su vida. Así hasta que se consigue la purificación total, y el alma deja de recaer sobre un cuerpo, volviendo a su morada sobrenatural originaria (teoría de la metempsicosis, similar a la del ciclo de reencarnaciones del budismo). El alma era un principio de vida, y era necesario purificarse del cuerpo, que era entendido como una prisión. Creen en la reencarnación (o metempsicosis) y conciben la vida como un proceso de purificación. visión que ejercerá una influencia determinante luego en Platón.

Heráclito de Éfeso

Todo fluye. Heráclito es el primer filósofo que destaca el carácter cambiante de la naturaleza. Ve el universo como un continuo devenir, como una realidad en constante cambio. Todo fluye. Esa es la certeza fundamental en la que debemos situar la misma esencia de la realidad. Pero eso nos lleva a conclusiones paradójicas: nunca nos bañamos dos veces en el mismo río.

El fuego. Heráclito usa la metáfora del fuego para expresar la esencia del cambio constante. Junto a la lucha de contrarios, el fuego es la gran metáfora que representa lo que para Heráclito puede ser el logos. Es el símbolo del cambio constante, pues el fuego era, es, y será, siempre encendiéndose y apagándose según convenga a la naturaleza.

La esencia de las realidad es no permanecer nunca idéntica, están siempre marcadas por la tensión dinámica que definen fuerzas contrarias que siempre se dan de forma simultánea. Nuestra manera de percibir el cambio a través de los sentidos es una de las pruebas más claras de lo fugaz y poco permanente que es la realidad misma. Las fugaces apariencias nos dan una idea clara de la esencia de la naturaleza.

Todas las cosas se cambian recíprocamente con el fuego y el fuego, a su vez, con todas las cosas, como las mercancías con el oro y el oro con las mercancías. (Fr. 90).

Tensión entre contrarios. Pero ese devenir no es un caos absoluto, el filósofo es capaz de desvelar al menos en parte la lógica interna de la realidad. El cambio estaría regido por un logos o una ley interna que Heráclito identifica con la lucha 'dialéctica' de contrarios. La existencia de elementos contrarios hace que nunca se llegue a un estado de reposo, todo cambia. Pero dentro de ese cambio constante sí se puede llegar a cierto equilibrio que determina la unidad armónica de la naturaleza.

Siempre se quedan los hombres sin comprender que el Logos es así como yo lo describo, lo mismo antes de haberlo oído que una vez que una vez que lo han oído; (...) Por tanto es necesario seguir lo común; pero, aunque el Logos es común, la mayoría vive como si tuviera una inteligencia particular. (...) Tras haber oído al Logos y no a mí es sabio convenir en que todas las cosas son una. Fr. 1, 2, 50.

Logos. Pero el devenir no se produce de cualquier manera, sino conforme a una única ley que rige en todo el cosmos (un logos). Es una ley profunda y oculta, porque a la naturaleza le gusta ocultarse. Heráclito considera que a la naturaleza ‘le gusta ocultarse’, y quizás por eso usa metáforas (la guerra, el fuego...) para expresar el cambio constante y la tensión dinámica y la unidad profunda que se esconde tras las aparentes contradicciones. Es probable que esa fuese la razón por la que eso fue apodado como «el Oscuro».

Pero la razón humana puede llegar a comprenderla si se esfuerza, porque también la razón humana está gobernada por ella. Esto se puede interpretar en el sentido trágico de que el ser humano tiene dentro de sí también el conflicto, de manera que el alma es tan insondable como la propia naturaleza.

Parménides de Elea

Junto a Heráclito, Parménides es el otro gran presocrático. No es menos oscuro, nos ha quedado de él un extenso poema que resulta difícil de interpretar, pero defiende una postura que puede considerarse contraria a la de Heráclito en muchos aspectos.

El ser. Para Parménides también hay una única realidad, pero ésta ya no se identifica con lo cambiante. El cambio o movimiento, para Parménides, es una simple apariencia, algo irreal, producto de los sentidos, porque el ser no puede no ser. Lo que verdaderamente existe es el 'ser', que debe concebirse como algo que no cambia, como una realidad inmóvil, completamente estable. Recuérdese el argumento de Zenón, discípulo de Parménides: Aquiles nunca adelanta a la tortuga, el movimiento es paradójico y, por tanto, imposible. Aceptar la realidad del movimiento supone según Parménides, aceptar que algo es y no es al mismo tiempo, lo cual es absurdo. El ser, además de permanecer siempre idéntico a sí mismo, es único, inengendrado, inmutable o inmóvil, finito y esférico.

Vías de la verdad y de la opinión. Puestas así las cosas, se nos presentan dos opciones: la primera es seguir confiando en el mundo cambiante como si fuese real, lo cual para Parménides es un camino impracticable y vano, al cual llama la 'vía de la opinión'. Esta vía es la vía de las apariencias, la de las contradicciones, y en ella nos encontramos con las cosas del mundo, que son seres, entes, no el ser mismo, no la verdadera realidad. Frente a ella está el camino o 'vía de la verdad', que parte de asumir que la permanencia es la característica fundamental del ser. Si las cosas sensibles cambian, no permanecen, el ser es el aparecer mismo, lo que hace que algo aparezca. En ocasiones se dice que Parménides identifica ser y pensar, sobre todo porque considera que es el pensamiento lo que nos permite oponernos al conocimiento sensible para buscar el conocimiento en la intuición de una realidad inmutable en la que no se cae en las contradicciones y paradojas que implica creer en la existencia del cambio. En otras palabras: solo podemos acceder al ser a través de una forma intuitiva de pensamiento.

Con Heráclito y Parménides tenemos ya dos visiones metafísicas contrapuestas que serán clave para entender el resto de la historia de la filosofía. La realidad se nos presenta dividida entre las apariencias y el cambio que percibimos a través de los sentidos en la experiencia cotidiana y la certeza o el deseo de la existencia de un principio único subyacente a esas apariencias, que se considera lo único real. El conocimiento será siempre un esfuerzo de mediación entre ambos extremos. Tanto Heráclito como Parménides tratan de salvar la distinción entre el ser y la apariencia de ser, entre ser sensible y ser inteligible, es decir, buscan una unidad inmanente a las cosas que al mismo tiempo nos permita comprender la determinación y explicar la diferencia. Esa unidad es en lo que consiste la naturaleza o “physis”.

Empédocles

De Empédocles de Agrigento (o Akragas) suele decirse que propuso cuatro elementos como primeros principios materiales (fuego, tierra, aire y agua), concediendo también especial importancia a las fuerzas por las que estos elementos se unen y se separan: el amor (philia) y el odio o discordia (neikos). Empédocles parece sugerir que lo que más importa son las fuerzas que deciden la organización misma de la materia, no tanto los propios elementos materiales. Así, nos describe un mundo en el que primero el amor está rodeado de odio en una especie de 'esfero', para luego llegarse a un estado en el que el odio está rodeado de amor. La vida, como tal, solo es posible en las fases de transición, cuando el amor convive con el odio.

Anaxágoras

Para Anaxágoras, en el origen había una masa compacta compuesta de todas las substancias del universo a partir de la cual el Nous (entendimiento, una especie de inteligencia superior) inmaterial formó el mundo.

Homeomerías. Están relacionadas con una idea curiosa, la de que todo está en todo, es decir, la de que en cada trozo de realidad hay como semillas (spermata) o partes del resto de cosas, manifestándose unas u otras con más o menos claridad en función de la parte que resulte predominante.

Atomistas: Leucipo y Demócrito

Demócrito y Leucipo son atomistas. Todo está compuesto por partículas indivisibles, átomos, que curiosamente tienen características similares a las del ser de Parménides. La realidad se compone de un conjunto de átomos que se mueven en el vacío de forma azarosa uniéndose y formando los diversos seres materiales. Todo el cambio es consecuencia del choque entre átomos (mecanicismo), separados por el vacío. No cree necesaria ninguna fuerza oculta que explique el movimiento, como su antecesor, ni tampoco es necesario un fin en el movimiento (contra el teleologismo). Se trata de una solución materialista que anticipa de modo sorprendente los conocimientos que la ciencia demostraría siglos después.

Nota: Aunque el término ‘presocráticos’ nos hace pensar que se trata de filósofos anteriores a Sócrates, debemos tener en cuenta que no es una clasificación estricta en términos cronólogicos. Los atomistas son contemporáneos de Socrátes, pero se les considera presocráticos porque presentan una afinidad temática más clara con los filósofos anteriores que con el propio Sócrates o los sofistas.

Tablas resumen

→ Según el tipo de arjé:

Tipo de arjé Ejemplo
Material Agua (Tales), Átomos (Demócrito)
Fuerzas Amor y odio (Empédocles)
Forma de organización Números (pitagóricos)

→ Filósofos y conceptos:

Filósofo Ideas y/o conceptos fundamentales
Tales Agua, hilozoísmo
Anaximandro Apeiron (lo ilimitado o indefinido)
Anaxímenes Aire
Pitagóricos Números y reencarnación (metempsicosis)
Heráclito Devenir, logos = dialéctica, fuego, unidad armónica, equilibrio de contrarios
Parménides Ser inmutable, finito inengendrado
Empédocles 4 elementos + amor y odio
Anaxágoras Masa compacta y nous
Demócrito Átomos en el vacío y azar

El giro antropológico: los sofistas y Sócrates

Los diversos intentos presocráticos por llegar a una conclusión sobre el principio último de la naturaleza parecen estar condenados al fracaso. Con los sofistas y Sócrates (s. V a.C.) la filosofía griega entra en un periodo «antropológico». La realidad política parece más apasionante que la natural: es la época de la Atenas de Pericles y su decadencia y los ciudadanos pueden participar en los asuntos públicos en las condiciones de igualdad que sintetizan los conceptos de isegoría (igualdad de palabra) e isonomía (igualdad de los ciudadanos ante la ley).

Los sofistas: Protágoras y Gorgias

Relación con la democracia. Los sofistas son profesionales que enseñan las materias que se consideran herramientas claves para el éxito político en el ámbito propio de la participación democrática en los asuntos públicos. Al principio se designaba con el nombre de sofista a todo aquel que dominaba determinada ciencia, técnica o arte, luego se identificó con filósofo, hasta convertirse en un término peyorativo con a las críticas de Platón y Aristóteles: Platón los llamó comerciantes de enseñanza y magos del lenguaje, y Aristóteles dijo que eran poseedores de una sabiduría solo aparente.

  • Los sofistas se centraban en conocimientos prácticos, y están completamente desinteresados por la filosofía de la naturaleza. Enseñaban contenidos prácticos como la oratoria.
  • Los sofistas son conscientes del poder del discurso y de su capacidad para defender posiciones contrarias ante un mismo asunto.
  • Se distinguieron por su relativismo moral y escepticismo en el plano del conocimiento. Para los sofistas la realidad no es expresable, de manera objetiva o universal, mediante el logos (entendido aquí tanto como lenguaje y como pensamiento). No hay objetividad. Toda verdad es relativa y los valores morales, así como las leyes y las propias instituciones políticas, son algo meramente convencional.

Protágoras y el relativismo. Protágoras se caracteriza por defender cierto relativismo que supone que "hombre es la medida de todas las cosas", que podemos entender que quiere decir que las cosas no son de una única manera para todos sino que dependen del modo de conocerlas de cada persona, de cada cultura o del propio ser humano en general. El único modo de conocimiento válido es la sensación. Además, los seres humanos nos guiamos por convencionalismos, sin importar lo cerca de la verdad que estén.

Gorgias y el escepticismo. Gorgias, por su parte, defiende un escepticismo en el que se niega la posibilidad del conocimiento: «En realidad nada existe, y si existiera no podríamos conocerlo, y si pudiésemos conocerlo no podríamos comunicarlo». Es decir, no podemos ir más allá del ámbito de la opinión.

Sócrates

Sócrates rechazará el escepticismo y el relativismo. Si para los relativistas las palabras no tienen la capacidad de expresar la verdad acerca de la realidad, para Sócrates las palabras no nos remiten tanto a cosas concretas como a nociones universales. Para Sócrates la comunicación sería imposible si el logos, es decir, el lenguaje o pensamiento, no respondiera a alguna realidad objetiva, universal y verdadera para todos. Por ello, afirma la existencia de la verdad, el bien, la virtud... de forma absoluta, no relativa que se expresa en las definiciones (conceptos) de los conceptos estudiados.

Método socrático. Sócrates parte siempre del reconocimiento de su ignorancia («solo sé que no sé nada»), irónico y negador de los prejuicios, para luego aplicar con el diálogo el método de la mayéutica: preguntar al interlocutor para, primero, anular sus opiniones infundadas y, después, obligándolo a reflexionar racionalmente, hacer posible que llegue él mismo a la verdad. Fundamenta el conocimiento en el razonamiento inductivo (inducción).

Intelectualismo moral. Sócrates se centró en los temas de tipo moral y defendió una postura conocida con el nombre de intelectualismo moral: si sabemos lo que es bueno nunca haremos algo que no lo sea. Además, lo que es moralmente bueno es algo que nos conduce a la felicidad. Nadie hace conscientemente el mal porque nadie hace voluntariamente nada que le haga infeliz. Así, el conocimiento se identifica con la virtud, y Quien obra mal lo hace por ignorancia y, por tanto, sin culpa.

Platón fue discípulo de Sócrates. De hecho, sus Diálogos tienen con frecuencia a Sócrates como protagonista, resultando por ello difícil a veces separar las doctrinas de ambos.

Tabla comparativa

Sofistas Sócrates
Buscan la utilidad Busca conocimiento
Escépticos o relativistas El conocimiento es posible
Convencionalismo Intelectualismo moral