Glosario

Amor fati. Expresión latina que significa «amor al destino». Nietzsche la usa para describir la actitud del superhombre ante la vida y el orden cósmico: no se trata solo de aceptar el propio destino como necesario, sino que se ama esa misma necesidad. En parte coincide con la visión estoica que considera que la única libertad posible consiste en el conocimiento de la necesidad del destino y los límites que la naturaleza nos impone, pero en Nietzsche esa idea no adquiere un tono resignado o conformista, sino que aparece más como una celebración de la propia existencia.

Apolíneo/Dionisíaco. Categorías estéticas introducidas por Nietzsche. Lo apolíneo designa lo relativo al antiguo dios griego Apolo, símbolo luminoso del orden, el equilibrio, la regularidad, la mesura y la perfección formal. En su análisis de la cultura griega, apolíneo será todo lo vinculado con lo racional: la claridad, el control, la simetría... de aquí se seguiría la democracia y la filosofía. Lo dionisíaco tiene que ver con el dios Dionisos, símbolo de la vitalidad desbordante, creadora, aunque también cruel y destructiva. Representa lo caótico, orgiástico, inconsciente y nocturno, así como la inspiración poético-musical. Se vincula a las artes temporales, como la música, la poesía y el teatro. En su análisis de la cultura griega, lo dionisíaco encarna todo lo vital, lo desequilibrado, el ansia de vivir, el placer sin medida.

Arte. Actividad suprema de la vida, que solo puede encontrar una justificación estética, artística. Ha de ser el modelo de un nuevo filosofar, que no se basará ya en conceptos abstractos y fórmulas vacías, sino en el juego de perspectivas vitales, en la creación de nuevas metáforas y nuevos valores, que liberen al espíritu, ilusionándolo, presentándole modelos de vida superiores, más elevados.

Axiología. Disciplina filosófica que estudia los valores de las cosas.

Eterno retorno. Mito tomado de Heráclito. El ciclo de la vida vuelve a repetirse, y el hombre debe asumir desde su finitud dicha realidad sin trascendencia. Debe entenderse como una metáfora. El concepto del eterno retorno en la filosofía de Nietzsche sostiene que en un universo infinito y cíclico, todos los eventos y circunstancias, incluyendo nuestras vidas individuales con cada detalle y elección, se repetirán exactamente de la misma manera una y otra vez, infinitamente. Esta idea no implica tanto una teoría cosmológica, sino un desafío existencial profundo: Vivir bajo la premisa del eterno retorno significa confrontar la vida con la plena conciencia de que cada momento, cada acción y cada decisión son significativos en un sentido infinito. Nietzsche presenta el eterno retorno como una prueba de amor al destino (amor fati), donde se invita a abrazar la totalidad de la existencia, tanto las alegrías como los sufrimientos, y a encontrar significado y valor en cada experiencia como si se repitiera eternamente.

Genealogía. Etimológicamente significa rastrear y exponer los orígenes de algo. Habitualmente este término se usa para referirse a la cadena de ascendientes y descendientes de un tronco familiar,  al rastreo de sus orígenes. En Nietzsche el un término que aparece en algunas de sus obras, como Humano, demasiado humano y La genealogía de la moral, para tratar de interpretar el sentido de los conceptos morales, que él define como «prejuicios morales», a fin de descubrir cuál es el origen real de estos sentimientos. Para Nietzsche todo valor posee siempre su genealogía, que además de explicar su origen nos da una idea acerca de su nobleza o su bajeza. Solamente analizando el origen de un valor podemos darnos cuenta de si un valor es positivo o no.  Por eso la genealogía es una pieza básica de su crítica de los valores morales [TC1]. Su análisis intenta hallar bajo qué condiciones los hombres inventaron los juicios de valor sobre el bien y el mal, y qué valor poseen. Para Nietzsche la genealogía nos sitúa más allá del bien y del mal y nos conduce al conocimiento de los valores iniciales, ya que los valores son creación humana. Si en el origen hay una voluntad o un «estado de alma elevado» activo y creador, serán valores elevados y nobles (moral de señores); si la voluntad del origen es negadora de la vida, desconfiada y resentida, serán valores decadentes y plebeyos (moral de esclavos). Según Nietzsche, que persigue la transvaloración de los valores, la moral occidental es una moral de esclavos, que nació del resentimiento y la compasión (texto online ).

Moral de señores. Moral de hombres sin atender a las demandas de la sociedad, lo suficientemente fuertes como para comportarse sin remordimiento alguno. Nietzsche lo remonta a la época de los héroes griegos.

Moral de esclavos. Moral que vino a sustituir a la anterior, creando hombres sometidos a las convenciones sociales y que han creado la misma convención para mantener atados a aquellos que son distintos. El reino de la mediocridad, marcado según Nietzsche por la democracia y la religión.

«Muerte de Dios». Expresión que toma Nietzsche del poeta Heine y de filósofos anteriores como Hegel o Mainländer, reinterpretándola. Para Nietzsche, la 'muerte de Dios' es más que una declaración teológica; es un diagnóstico cultural y filosófico que señala la pérdida de la relevancia de la divinidad en la vida y la sociedad moderna. Con ella alude al proceso de secularización que ha tenido lugar en la Edad Moderna, especialmente a partir de la Ilustración, que ha conducido a la pérdida de la fe en un Dios trascendente. Este concepto representa la erosión gradual de la fe religiosa y de la autoridad moral asociada con ella, dejando un vacío existencial y una crisis de valores en su lugar. La muerte de Dios sería el resultado de un proceso histórico de racionalización y secularización, donde la ciencia y la crítica intelectual desplazan a las explicaciones religiosas sobre el mundo y el significado de la existencia humana. Esta pérdida no solo implica la ausencia de una figura divina como centro de sentido, sino también la desintegración de un sistema de valores basado en la trascendencia y la moralidad absoluta. Nietzsche no celebra la muerte de Dios como un triunfo, sino que la enfrenta como un desafío que obliga a los individuos a revaluar y redefinir sus valores y propósitos en un universo sin garantías metafísicas. Se trata de un proceso que va unido al nihilismo, ya que la «muerte de Dios» supone el derrumbamiento de todos los valores que en Él se sustentaban.

Nihilismo. Del latín nihil, ‘nada’. Para Nietzsche es la característica fundamental de la cultura occidental, en la que la metafísica, la ciencia, la moral o la religión se basan en valores nulos o falsos, equivalentes a la «nada». Con la «muerte de Dios» los valores supremos pierden su validez y la existencia del ser humano se hunde en el vacío. El nihilismo es el reconocimiento de la inexistencia de ninguna realidad ni sentido trascendente a nuestra vida finita, y se corresponde especialmente a la situación de su tiempo (y podemos decir que también a la actual), dominada por el pesimismo, la desesperación y la negación de la voluntad de vivir. Frente a este nihilismo negativo, Nietzsche distingue también un nihilismo positivo, que nos dirige a la labor de destrucción de los falsos valores negadores de la vida por parte del superhombre y su sustitución por otros nuevos que habrán de potenciarla.

Superhombre. Ideal de ser humano posterior al nihilismo y superador del mismo. Para Nietzsche, el superhombre es la contrapartida del hombre moderno, decadente, domesticado, sometido a ideales vacíos que lo debilitan, limitando su capacidad de vivir y de ser consciente del propio valor de su vida. No se trata de ninguna raza superior, sino de un nuevo modelo humano, espiritualmente más elevado. Se trata de aquel individuo que ha superado el pensamiento trágico del eterno retorno y las tres transformaciones del espíritu. Como «espíritu libre», es «fiel al sentido de la tierra», y concibe la existencia como un campo de experimentación en el que la vida puede alcanzar formas más elevadas.

Transvaloración de los valores. [Umwertung der Werte] Necesidad de cambiar los falsos valores (transvalorar) que han dominado la cultura occidental desde Sócrates y Platón, cuando se puso la vida, lo terrenal, lo inmanente y el devenir en función de la muerte, lo suprasensible, lo trascendente y el ser eterno. Desde este momento se rompió el equilibrio entre los aspectos apolíneos y dionisíacos propios de los orígenes de la cultura griega, y se invirtieron los valores. En la Genealogía de la moral Nietzsche aplica el método genealógico al estudio del origen de esta inversión: señala cómo las nociones de «bueno» o de «noble» se invirtieron. Esta inversión llegó a su culminación con el triunfo del cristianismo (platonismo popular, le llama Nietzsche), que engendró una moral de resentimiento contra todo lo vital, una moral de esclavos y débiles; una moral de renuncia que pone toda la vida en función de un falso trasmundo. Los sacerdotes, pastores de un rebaño de esclavos, son los prototipos de esta inversión.

Este proceso de inversión iniciado con Sócrates engendra el nihilismo, la negación de lo verdadero. Pero la culminación de este proceso es la muerte de Dios efectuada a partir de la Ilustración. Esta situación engendra, por una parte, la aparición de una moral de la peor ralea, que tiene en el «último hombre» a su máximo representante: aquél «pulgón inextinguible» que es el más despreciable (ver texto ). Pero, por otra parte, engendra también la posibilidad de la aparición de la superación del hombre con el advenimiento del superhombre. El desenmascaramiento de los falsos valores es el aspecto positivo del nihilismo, y el superhombre, verdadero detentador de una moral de señores, permite la transvaloración de todos los valores.

Voluntad de poder. Principio básico de la realidad a partir del cual se desarrollan todos los seres. Es la fuerza primordial que busca mantenerse en el ser, y ser aún más. La vida es voluntad de poder, y esta última es voluntad de ser más, superarse, demostrar una fuerza siempre creciente; en una palabra, es voluntad de crear. Zaratustra se ve a sí mismo como el que tiene que superarse a sí mismo constantemente. Pero más que una facultad del hombre, es el conjunto de fuerzas y pulsiones que se dirigen hacia el poder. Así, no es correcta una definición estrictamente "biologista" de esta voluntad (Nietzsche critica a Darwin), ni menos todavía una interpretación política o racista. Es el conjunto de fuerzas y energías positivas y negativas, activas y reactivas, que constituyen la realidad, es decir, la vida. El término se inspira en la «voluntad de vivir» de Schopenhauer, aunque se opone a él, por su carácter decadente y reactivo.

La «voluntad de poder» es el impulso creador de formas que subyace a la realidad, pues se trata de una voluntad que no aspira simplemente a «ser», sino a «ser más». La voluntad de poder se expresa de manera especial en la actividad creadora del genio artístico. Necesidad del ser humano de hacerse con el control de una situación. En filosofía, someter la realidad a conceptos cerrados y filosóficos, eliminando todo aquello que puede quedar fuera. El interés de Nietzsche por los valores morales hace que la voluntad de poder sea, en gran medida, voluntad creadora de valores y aniquiladora de los anteriores valores. Pero en los fragmentos póstumos, esta voluntad posee también una dimensión cósmica de tipo vitalista y opuesta, por tanto a la cosmología mecanicista, en la que encontramos el segundo gran tema de su pensamiento: el eterno retorno. Por tanto, Nietzsche cree que en todas las cosas encontramos un afán por la existencia, desde el mundo inorgánico hasta el mundo humano, pasando por todos los distintos niveles de seres vivos. Todas las cosas son expresión de un fondo primordial que  pugna por existir y por existir siendo más.


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