Agustín de Hipona | Temas PAU

✒︎ Ética y/o moral

Ideas o aspectos a tener en cuenta

  • Ser humano: hecho a imagen y semejanza de Dios.
  • Posee, a diferencia de los animales, vida espiritual → dualismo = el ser humano se compone de dos sustancias: cuerpo (materia) y el alma (forma). Su unión es accidental.
  • El alma tiene, siguiendo la visión trinitaria de Dios, tres facultades que le hacen ser una única persona: memoria, inteligencia y voluntad. La memoria permite unir presente y pasado dando lugar a la identidad personal, la inteligencia permite conocer la verdad, y la voluntad, nos lleva a buscar el amor y la felicidad que solo se pueden encontrar plenamente en Dios. Por eso, siendo ese amor lo fundamental, el alma debe regir el cuerpo para llegar a Dios.
  • Agustín defiende la libertad / el libre albedrío. La voluntad libre nos hace pecar o vivir bien y conforme a la ley de Dios. Pero la voluntad no es suficiente para ser bueno: por culpa del pecado original los hombres tienden al mal y necesitan de gracia otorgada por Dios para obrar correctamente.
  • El mal moral es el abuso que el hombre comete de su libre albedrío. Por ello, es responsable personalmente del pecado cometido. La voluntad humana tiende a la felicidad, fin supremo que sólo se consigue en la otra vida, con la contemplación y amor de Dios cumpliéndose así la auténtica libertad.
  • Explicará así el mal moral humano que es fruto de un bien mayor: la libertad.

Ejemplo de respuesta

La ética agustiniana tiene carácter eudemonista al considerar la conquista de la felicidad como o fin último de la conducta humana. Este fin va unido al de la salvación, dado el carácter trascendente de la naturaleza humana y su alma inmortal. Dicho fin solo podrá ser alcanzado en la otra vida. Para ello hay que practicar la virtud, que consiste en dar primacía al alma sobre el cuerpo. La virtud se logra con el amor a Dios, del cual surge el amor a otros seres humanos, y con el conocimiento o esfuerzo permanente de la razón por alcanzar las verdades eternas. Uno de los problemas claves de la ética agustiniana es el problema del mal (en qué consiste, de dónde proviene y por qué lo permite Dios). Agustín profesó el maniqueísmo de joven, creencia que considera que el mal existe junto al bien como uno de los dos principios básicos de la realidad. Al abandonar esta doctrina San Agustín opta por creer que el mal no existe en sí mismo, sino que no es otra cosa que la ausencia de bien. Dios no puede haber creado algo malo, lo que llamamos mal es simplemente una carencia o privación de ser. Junto a esto, Agustín reivindica el valor de la libertad y la justicia. El mal moral, el pecado, es la consecuencia de nuestra posibilidad de elegir voluntariamente el bien o el mal (libre albedrío). Como nuestra naturaleza quedó marcada por el pecado original, nuestra voluntad tiende hacia los placeres, hacia el mal, no hacia el bien. Como Dios nos ha dado el libre albedrío para poder elegir hacer el bien y esa es la razón de que se castigue con justicia al que lo usa para pecar. Por ello, sólo la libertad, entendida como el ejercicio de la voluntad ayudada por una gracia divina que nos empuja a hacer exclusivamente el bien. Eso es lo único que salva al ser humano, lo único que puede redimirlo de su condición y hacerlo merecedor y capaz de buenas obras. Esta gracia es, como la iluminación, un don sobrenatural que Dios otorga gratuitamente a cambio de una fe auténtica.

¿Cómo mejorar esta respuesta? Pista: ¿qué es lo que determina la consecución de la felicidad? ¿Qué diferencias puede haber con la de Aristóteles (brevemente) y similitudes con la de Platón? ¿Hablar un poco más del alma?

✒︎ Sociedad y/o política

  • Agustín es el primer pensador que analiza el sentido de la historia humana, concibiéndola como el escenario donde Dios se manifiesta al hombre y donde se produce la salvación.
  • Su concepción de la historia es lineal teniendo un principio (la creación) y un fin, (el juicio final). Su sentido es el camino entre ambos.
  • En la historia hay dos grandes grupos humanos según sea el objeto de su amor: los que se aman a sí mismos por encima de todo (la Ciudad terrena) y los que aman a Dios por encima de todo (la Ciudad de Dios). Estas dos ciudades están mezcladas en cualquier sociedad a lo largo de la historia, manteniendo una lucha ética entre sus componentes. La historia humana avanza hacia el triunfo y salvación de los integrantes de la Ciudad de Dios que se dará al final de los tiempos.

San Agustín expone sus reflexiones sobre la sociedad y la historia en La ciudad de Dios, que comenzó a escribir para defender al cristianismo de la acusación del declive del Imperio Romano, pero que donde al final va a exponer una concepción lineal de la historia a gran escala, como resultado de la lucha de dos ciudades, la del bien (Ciudad de Dios) y la del mal (Ciudad terrena). De modo similar a Platón, Agustín entiende al ser humano compuesto de cuerpo y alma y, en consecuencia, marcado por unas tendencias e intereses terrenales y materiales y otros intereses espirituales y sobrenaturales. La historia de la humanidad, con sus sucesivas civilizaciones y Estados, ha estado siempre marcada por este conflicto de intereses que San Agustín ilustra con la metáfora de las dos ciudades: (1) La Ciudad terrena, basada en el predominio de los intereses mundanos, formada por aquellos hombres que se aman exclusivamente a sí mismos y llegan hasta el desprecio de Dios. (2) La Ciudad de Dios, basada en el predominio de los intereses espirituales, formada por aquellos hombres que aman a Dios por encima de sí mismos. Está representada por la Iglesia visible (jerarquía eclesiástica) e invisible (comunidad de fieles) y, por último, como culminación, por el imperio cristiano. La lucha entre las dos ciudades se prolonga hasta el fin de los tiempos, en que la Ciudad de Dios triunfará sobre la terrenal. Este esquema evolutivo presupone un buen grado de providencialismo: el desarrollo de la historia es un proceso en el que el hombre es movido por Dios para la consecución del bien universal. La providencia divina lo abarca todo, la existencia del bien que Dios quiere, y la presencia del mal que Dios permite para que se obtenga de él beneficios mayores.

San Agustín no separa política y religión, ya que si un Estado aspira a la justicia social debe convertirse en un Estado cristiano, pues sólo el cristianismo hace buenos a los hombres. Añade que la Iglesia es la única comunidad perfecta y claramente superior al Estado que debe inspirarse en ella. San Agustín admitió la legitimidad del Estado para exigir al cristiano obediencia a las leyes civiles (de acuerdo con la máxima evangélica de dar al César lo que del César y a Dios lo que es de Dios) Acepta que la sociedad es necesaria al individuo, aunque no sea un bien perfecto; sus instituciones se derivan de la naturaleza humana, siguiendo la teoría de la sociabilidad natural de Aristóteles. Además, el poder de los gobernantes procede directamente de Dios. Sin embargo, su obra es el punto de partida de una reivindicación que será fuente de constantes conflictos históricos: la supremacía del poder espiritual sobre el temporal, es decir, la superioridad del poder del Pontífice sobre el Emperador.

Dios

  • Defiende el creacionismo: el mundo y el tiempo fueron creados por Dios desde la nada.
  • La creación se explica a partir de la teoría del ejemplarismo: Dios ha realizado en la materia los seres concretos a partir de las ideas eternas que están en su mente divina (arquetipos). Asimismo, Dios depositó en la materia las ‘semillas’ (razones seminales) de todos los seres futuros para que fueran apareciendo progresivamente en el tiempo.
  • Todo ser creado se constituye pues de materia (corpórea o espiritual) y forma (la esencia que le hace ser lo que es).
  • La creación no es abandonada por Dios una vez creada, sino que Dios la cuida y gobierna y para ello ha concebido un plan para el mundo y éste plan se expresa en la ley eterna.
  • Aquí se plantea el problema del mal: si el mal existiera sería algo creado por Dios siendo así él mismo malo. La solución, para Agustín, es considerar que todo lo creado por Dios es bueno, siendo el mal o la imperfección no algo real, sino carencia de ser o perfección. El mal sólo lo es en tanto individual y concreto pero no para la totalidad de la creación en donde siempre resulta de él un bien mayor.
  • El mal moral humano se explicará de manera similar, como consecuencia de un bien mayor: la libertad.
  • Aunque la existencia de Dios le parece clara, ofrecerá varios argumentos: la propia grandeza de la creación (la realidad es demasiado compleja para no haber sido creada por una inteligencia) o el argumento del consenso (la mayoría de los hombres creen en Dios). El argumento preferido por Agustín es el derivado del carácter eterno e inmutable de ciertas ideas que tenemos en nuestra alma, que contrasta con la naturaleza humana, mutable y finita, y por lo tanto tienen que tener como causa un ser eterno e inmutable: Dios. A éste se le conoce imperfectamente a través de las huellas que ha dejado en las criaturas (algo parecido a lo que Descartes planteará siglos después).

Ejemplo de respuesta

Dios es el tema fundamental de la filosofía de Agustín de Hipona. Dios es a la vez la verdad a la que aspira el conocimiento y el fin al que tiende la vida del hombre, que busca la visión beatífica de Dios que alcanzarán los bienaventurados tras la muerte. Para alcanzar ese fin será necesaria la gracia divina. San Agustín no realiza una demostración sistemática de la existencia de Dios, pero propone diversos argumentos que ponen de manifiesto su existencia: (1) Argumento cosmológico: del orden y la belleza observable en el mundo se deduce la existencia de un ser supremo que produce tal orden y belleza. (2) Argumento del consenso: la mayoría de los pueblos manifiestan algún tipo de creencia religiosa. (3) Argumento epistemológico: Dios es el fundamento de las verdades eternas e inmutables. (4) Argumento psicológico: El ser humano descubre con absoluta evidencia a Dios en su alma, prueba segura y firme de su existencia.

La creación del mundo es el resultado de un acto libre de Dios. Agustín sostiene la doctrina del ejemplarismo: las esencias de todas las cosas creadas se encontraban en la mente de Dios como ejemplares o modelos de las cosas, tanto de las creadas en el momento original como de las que irían apareciendo con posterioridad. La doctrina del ejemplarismo se complementa con la teoría, de origen estoico, de las razones seminales. En el momento de la creación Dios depositó en la materia una especie de semillas, las razones seminales que, dadas las circunstancias necesarias, germinarían, dando lugar a la aparición de los nuevos seres que se van desarrollando con posterioridad al momento de la creación. Esta doctrina está inspirada en Platón. Pero mientras que el Demiurgo platónico tiene dos condicionamientos, la materia eterna y las ideas, en el caso de San Agustín Dios no tiene ningún condicionamiento pues las ideas se encuentran en Él y la materia es también creada por Él.

¿Cómo mejorar esta respuesta? Pista: hay ciertas cosas que podemos decir de Dios y otras que no pueden decirse, porque nuestro entendimiento es finito, y por tanto limitado para conocer su naturaleza última.

Ser humano

En la estructura jerárquica de la creación el ser humano aparece solo detrás de los ángeles. El ángel es espíritu puro, pero el ser humano es un compuesto de cuerpo (materia) y alma (forma), siendo esta última más importante. El cuerpo sería un mero instrumento del alma, que lleva a cabo sus funciones mediante tres facultades principales: memoria, que hace posible la reflexión; entendimiento, que permite la comprensión (incluye la razón inferior y la razón superior) y la voluntad, que permite el amor. El alma es una sustancia espiritual, simple, indivisible e inmortal, pero no es eterna (tuvo un principio). Los argumentos para defender la inmortalidad proceden del platonismo: siendo el alma de naturaleza simple no puede descomponerse, ya que no tiene partes, por lo que ha de ser indestructible.

Negando la teoría platónica de la preexistencia del alma, Agustín oscila entre dos posiciones respecto a su origen: el creacionismo y el generacionismo o traducianismo. El creacionismo afirma que Dios crea el alma con ocasión del nacimiento de un ser humano (lo que plantea problemas a la hora de explicar el pecado original, pues parece sugerir que Dios crearía almas imperfectas, manchadas por el pecado original). El traducianismo sostiene que el alma se transmite de padres a hijos al ser generada por los padres, igual que éstos generan el cuerpo (de este modo se podría explicar la transmisión del pecado original, pero plantearía el problema de la unidad y simplicidad del alma individual)

Al estar estrechamente unida al cuerpo el alma se halla en una condición oscilante y ambigua entre la luz (Dios, el bien) y la oscuridad (el mal, el pecado). Pero Agustín no responsabiliza a Dios del mal que hay en el mundo. Todo lo creado es bueno por su origen. El mal no es ser, no es creado, sino defecto o ausencia de ser y de bien. El cuerpo no es malo, así, pero sí puede ser un obstáculo para la salvación a consecuencia del pecado original. La salvación del alma es el fin último del ser humano y se logra con la búsqueda y reencuentro con Dios para lo cual hay que apartarse de los efectos perniciosos del pecado original sobre el cuerpo.

El libre albedrío es la posibilidad de elegir voluntariamente el bien o el mal, opción que tiende siempre hacia el polo negativo. Dios nos ha dado el libre albedrío para poder elegir hacer el bien y esa es la razón de que se castigue con justicia al que lo usa para pecar. Como consecuencia del pecado original y por estar el hombre sujeto al dominio del cuerpo, es difícil que elija dejar de pecar. Por ello, sólo la libertad, entendida como una gracia divina que nos empuja a hacer exclusivamente el bien, puede redimirlo de su condición y hacerlo merecedor y capaz de buenas obras.